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La bella arte menos conocida del museo

La nueva exposición dedicada a José Capuz sirve para reivindicar el recorrido escultórico entre el gótico y el siglo XX del antiguo San Pío V

La bella arte menos conocida del museo

El Museo de Bellas Artes, según apunta su director Pablo González Tornel, es ante todo una pinacoteca porque es «el resultado de su historia». «Una parte importante de las obras del museo proceden de la desamortización de la iglesia en el siglo XIX. De ahí entra fundamentalmente la pintura pero no los grandes retablos escultóricos ni las esculturas devocionales que, o bien no se desamortizaron o bien se devolvieron a sus iglesias una vez desamortizadas».

En comparación con su impresionante colección de retablos góticos y de lienzos renacentistas y barrocos, en el museo valenciano encontramos pocas esculturas de estos periodos. Las piezas escultóricas más antiguas suelen proceder de iglesias y conventos que se derribaron, como es el caso de la impresionante colección de sepulcros de la antigua iglesia del convento de Santo Domingo, o de donaciones como la pequeña colección de tallas góticas de madera policromada que legó al museo Pere Maria Orts.

La fuerza escultórica del Bellas Artes se encuentra en la colección histórica de la Academia de San Carlos y, sobre todo, en las piezas de finales del siglo XIX y principios del XX provenientes de donaciones tan importantes como la de Mariano Benlliure o la que hizo la familia de José Capuz al ayuntamiento y que el consistorio depositó en el museo. A partir de esta última colección el museo inauguró la pasada semana una muestra dedicada al artista valenciano que, según su comisaria, Helena de las Heras, representó un nuevo eslabón en la historia de la escultura que se muestra en el Bellas artes.

«Capuz fue uno de los grandes representantes en España del clasicismo moderno europeo -indica De las Heras-. Y continúa la historia de la escultura valenciana como miembro de esa generación postbenlliure que supone un cambio radical respecto al maestro, pero sin ser vanguardia porque su obra es genuina escultura figurativa, donde la idea no sustituye a la forma».

Con las pinturas que muestra y custodia el antiguo San Pío V se puede hacer un recorrido completo por la historia del arte, desde el medievo hasta la primera mitad del siglo XX. Si nos centramos en las esculturas, seguramente este recorrido no tendrá tantas paradas. Pero entre las tallas medievales de la antigua Corona de Aragón hasta las figuras del propio Capuz, pasando por Damià Forment, Diego de Tiedra, los Vergara, José Ginés y José Puchol, Francesc Grau, Emilio Calandín, Beltrán Grimal, Octavio Vicent, Pinazo Martínez y, por supuesto, Mariano Benlliure, la intensidad del viaje artístico está asegurada.

«Virgen con el Niño»

Proveniente de la colección Orts Bosch, esta talla de madera policromada de autor anónimo realizada alrededor de 1380 es un buen testimonio del arte de su época en la Corona de Aragón. Destaca por su esbeltez, el dorado de túnica y manto y los restos de policromía que todavía conserva.

«Inmaculada Concepción», de Damià Forment

Tallada alrededor del 1500, esta madera policromada. Procede del convento de la Puridad. Era la imagen central del retablo formado por una combinación de escultura y de pintura, con el tema central de la Virgen, cuya labor de imaginería se realizó entre 1500 y 1503 por el escultor Pablo Forment y sus hijos, Onofre y Damiá, mientras que unos años más tarde, entre 1507 y 1515, Nicolás Falcó se encargó de la pintura de las tablas y la policromía.

«Gastón de Moncada»

Realizada en alabastro alrededor del 1500 y de autor anónimo, procede del convento del Remedio. Esta figura orante perteneció al panteón de los Moncada y es la única que se conserva de ese conjunto funerario. El Renacimiento introduce nuevas tipologías sepulcrales, con representaciones de durmientes o en actitud orante de carácter naturalista integradas en un conjunto funerario.

«San Vicente Mártir arrojado al muladar», de Diego de Tiedra.

Esculpida en alabastro de Picassent, fue encargada en 1533 por el Gremio de Sastres de València al escultor castellano fallecido en 1559 para la capilla que poseían en el convento de San Vicente de la Roqueta. El Liceo Valenciano la rescató de los escombros ocasionados en el recinto sagrado por los bombardeos de la primera Guerra Carlista en 1837 y la donó al Museo en 1864.

«Virgen de Montserrat», de Francesc Grau i Torres (1638-1639)

Esta figura de alabastro realizada entre 1678 y 1693 procede del convento de la Merced de València y existe otro ejemplar similar se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres. Incluye la que posiblemente sea la representación más antigua de la típica figura del 'caganer' de los belenes catalanes.

«El palleter», de Emilio Calandín

Realizada en 1900 en bronce para la Diputación de València, fue premiada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901, y otra réplica se instaló en 1966 junto a las Torres de Quart. Calandín representa a Vicente Doménech ‘El Palleter’, tradicionalmente considerado el primero en alzar su grito de revuelta contra los invasores franceses durante la Guerra de la Independencia, con indumentaria popular, enarbolando la faja que ceñía su cintura en actitud entusiasta, decidida y enérgica.

«Lucrecia Arana», de Mariano Benlliure

Esculpida en mármol en 1906, es quizá la mejor muestra de gratitud del escultor a la que fue su mujer y un símbolo de la estrechísima unión de la unidad familiar que constituía con Lucrecia y el hijo de ambos, José Luis Mariano Benlliure López de Arana, que también aparece representado. Esta escultura fue donada al Museo de Bellas Artes de València por el propio Mariano Benlliure en 1940.

«Sueño», de Vicente Beltrán Grimal

Nacido en Sueca en 1869, fue una figura clave en la formación de la vanguardia artística valenciana de los años treinta del siglo XX, además de director de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y director del Museo de Bellas Artes de septiembre a diciembre de 1936. Su estancia en París en 1925 ofreció al escultor la posibilidad de admirar, estudiar y analizar la obra de escultores franceses como Bourdelle, innovador y precursor en una línea escultórica experimental, que queda patente en esta figura de 1930.

«Sindicato», de Ricardo Boix

Este relieve hecho en piedra de Borriol es un ejemplo de su decidida creación artística, fértil, de gran plasticidad, sabiduría de ejecución y simplicidad de formas. Boix, que formó parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, fue invitado por Renau (entonces director general de Bellas Artes) para realizar un relieve en piedra de grandes dimensiones para el Pabellón de la República española de la Exposición Internacional de París (1937).

«La Caridad», de José Capuz

Grupo escultórico donado al Ayuntamiento de València para el proyectado monumento a la reina María Cristina de Habsburgo tras su muerte en 1929, que no llegó a realizarse al ser proclamada la II República en 1931.

«Mujer», de Ignacio Pinazo Martínez

En esta escultura realizada en 1946, Pinazo Martínez investiga el clasicismo de raíces griegas, tanto en el estudio del desnudo femenino como en el estudio de las telas. La obra también tiene una deuda más que evidente con la Venus Victoriosa (retrato de Paulina Bonaparte) de Canova que el artista descubrió en la Galería Borghese de Roma. La pieza fue restaurada por el Museo de Bellas Artes en 2017.

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