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Festival de Jazz València

Triple de saxos

Francesco Cafiso, Dmitry Baevsky y Jasse Davis.

El gran trompetista de Nueva Orleans Wynton Marsalis sostiene que el jazz es la metáfora perfecta para la búsqueda de libertad personal. Julio Cortázar publicó después de la muerte de Charlie Parker el cuento «El perseguidor» -dedicado «In memoriam Ch. P.»-, donde el protagonista es un crítico de jazz lo bastante sensato para conocer sus limitaciones y saber que la metamorfosis de Parker «está al principio de su saxo mientras yo vivo obligado a conformarme con el final». Jasse Davis también nació en Nueva Orlans y seguramente es el mejor heredero de Parker. Mis neuronas le tienen reservado un archivo desde que Robert Altman lo llamó para el papel de Earl Warren en ‘Kansas City’. Tras formar la Lousiana Bebop como colofón a su etapa americana se trasladó a Italia, donde reside desde 2004, y allí creó la ‘The Charlie Parker Legacy Band’. Davis pasó por el Jimmy Glass hace años y el domingo tomó el escenario del Principal para dejar claro que su ‘neo-bop’ es el mejor del momento.

The Charlie Parker Legacy Band en el Principal Lives Valenci

Al sonido amplísimo del repertorio mamado que exhibe el de Nueva Orleans se ha unido la técnica impecable del ‘blues’ europeo. Davis se juntó con los saxofonistas Francesco Cafiso y Dmitry Baevsky en un trío de saxos memorable. Los altos del italiano y el instrumental del ruso se fusionaron a la perfección con el ritmo del gigantón estadounidense, capaz de recordar al legendario maestro desde la primera melodía. Hubo catálogo de solos imborrables y un recital de trinidad saxofonista difícil de olvidar. Por si fuera poco, y para subirse a las armonías limpias de ‘Bird’, el piano de Andrea Pozzo, el contrabajo de Pierre Boussaguet y la batería de Mario Gonzi levantaron las modulaciones necesarias para superar el límite del jazz tradicional. El sexteto se mutó en una pequeña ‘big band’ donde la atmosfera anárquica del jazz fluyó como una filarmónica vienesa el primer día del año.

La pajarita que lucía Gonzi entre las baquetas volaba desde las cuerdas que acariciaba Boussaguet hasta las teclas afinadas de Pozzo, para volver a los tubos que soplaban los protagonistas de los sonidos de homenaje a Ch. P. que alcanzaban los alegres compases de ritmos furiosos. Davis ha recorrido los festivales europeos con éxito. Su colosal figura empatiza con el público enseguida y aprovecha la presentación de sus acompañantes para estrechar más su cercanía. Hay ganas de jazz -el Principal estaba lleno hasta donde permite la crisis sanitaria-, y la ovación obligó a un bis más corto del esperado. Quizás fue excesiva la propuesta lumínica, pero la conocida sonoridad imposible del teatro no se hizo presente.

Un concierto redondo al compás de un pegadizo bepop para recordar a uno de los grandes que basó su arte en esa improvisación que teje la necesaria libertad artística.

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