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Festival de Jazz València - Chano Domínguez y Spanish Brass

Puro mestizaje

Chano, Rapa, Benetó, Pérez, Finca, Bonet, Serna y ‘Bandido’, en el Principal.

Chano Domínguez exprime el piano igual que un escultor el pedrusco. La inspiración y oficio de uno manufactura desde utensilios domésticos a descomunales monumentos, y el músico gaditano hace lo mismo con las teclas, una fusión magistral entre seguidillas, rumbas, samba, salsa, joropo, blues y todos los demás compases que levantan el ánimo. El pianista se presentó con su hijo Pablo y el quinteto de metal valenciano Spanish Brass para ofrecer ‘Puro de Oliva’, el espectáculo salido de un mestizaje creativo de primer orden. Luego entró en escena el trompetista estadounidense Adam Rapa para redondear el último concierto imborrable de Chano en València, y van unos cuantos.

El repertorio de viento de los Spanish sedujo a Chano en Seattle y desde el norte del Pacífico ha salido un noviazgo potente. Como el estreno de ‘Never Settle for the Oyster Light’, un juego lumínico del estrecho de Puget acondicionado a los aires mediterráneos más meridionales. Solo un compositor vanguardista puede adaptarse a la perfección a los sones metálicos que ofrecen trompetas, trompa, trombón y tuba, junto con el protagonismo especial de Bandolero a los repiques del cajón. Después vino ‘Solo con verte’, ‘Mi Prima de Riesgo’, ‘De Cadi a New Orleans’ o ‘Rumba Pa Jerry’ para demostrar el gran catálogo híbrido que Carlos BenetóJuanjo Serna, Manuel Pérez, Inda Bonet y Sergio Finca pasean con acierto desde hace lustros. La unión del ‘brother’ de Boston Rapa, salido de la factoría Berklee, que animó un Principal lleno hasta donde permite la pandemia y brindó de complicidad la actuación.

Incluso antes de la mediática amistad de Chano con Paquito D’Rivera, el genio que fusionó el flamenco con el jazz a través del piano -’latin jazz’, lo llaman en Estados Unidos-, ya contaba con el favor del público valenciano. Antes del recital tropecé con una concentración de cubanos frente al Ayuntamiento que reclamaban libertad, un homenaje involuntario al saxofonista de La Habana.

Los directos de Chano siguen cautivando con esa particular manera de tratar el piano, al que siempre pone al límite para sacarle su máxima misión. El gaditano sostiene que el jazz y el flamenco maridan tan bien porque los dos son testimonios de pueblos reprimidos con una necesidad de expresión. Si a eso se le añade la festiva y callejera resonancia de metales el resultado es magnífico. Una experiencia apasionada de fusión entre el flamenco-jazz y la música de viento que funciona, porque igual que en la cocina, basta con tener buenos ingredientes.

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