Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Santiago Auserón: "Creo en una verbena popular que pueda remover las emociones y el pensamiento"

"La política en España es un lastre que incentiva los conflictos territoriales y del que los músicos y los artistas debemos liberarnos"

Santiago Auserón

Santiago Auserón llega el 22 de julio a los Concerts de Vivers en modo Juan Perro y asistido por la banda de músicos de jazz con los que publicó en 2020 ‘Cantos de ultramar’, un disco que, explica a Levante-EMV, «representa la culminación de un proceso de maduración» que inició tras la disolución de Radio Futura y su encuentro con el Taller de Músics de Barcelona. «Allí empecé a entender, sin dejar de ser rockero, una parte del jazz que había escuchado en mi infancia a través de mis padres… Necesitaba reflexionar sobre esa otra parte de mi herencia musical».

Es un disco de jazz repleto de son, bolero, corrido, bossa y rock. ¿Juega ya el rock en esa liga de músicas añejas y seminales?

Es la liga de las músicas a las que el pasado les contempla. Lo que aún se puede llamar rock reciente está como anquilosado salvo producciones «periféricas», que se producen desde Extremo Oriente hasta África, donde el rock experimental se mezcla con músicas de allí. En la península ibérica tenemos que ofrecer los productos de nuestra huertica sonora. Y en eso estamos nosotros, en sintetizar las cosas que vienen de fuera con el verso cantado en una de nuestras lenguas y devolverlo con la conciencia de que podemos dialogar en el plano internacional.

¿Hemos entendido nuestro privilegio como punto de encuentro y colisión musical?

Digamos que los lastres políticos del mosaico hispano no permiten que disfrutemos relajadamente de nuestra riqueza cultural, que está a la vez en la calidades locales del verso y la sonoridad y en el tapiz que se puede formar entre todos. La política es un lastre porque siempre incentiva los conflictos territoriales. Un lastre del que los músicos y los artistas debemos liberarnos.

Usted siempre ha mirado más al Atlántico que al Sur, por ejemplo. ¿Por qué?

Es una fuerza del destino la que condiciona esa óptica. Si no naces en la cazuela de un género tan identificado como el flamenco, no logras el sabor adecuado. Es preferible acercarte a las fibras que te tocan el corazón desde la infancia y proponer encuentros. Mi fibra particular es la de la música negra americana y afrolatina en general, el rock’n’roll y el soul y sus derivas.

La banda de Juan Perro tiene algo de orquesta de verbena.

Sí, y es deliberado. En la producción buscábamos la sonoridad lo más natural posible. Y nos gusta esa estética de la orquestina del cabaret fronterizo que puede ir desde el sur de los Estados Unidos y México hasta el Berlín de entreguerras. Para mí la música popular es laboratorio de creación. Buscamos que sea un entretenimiento selecto, que despierte emociones refinadas e ideas que se proyecten hacia delante. Creemos en una verbena popular que pueda remover las emociones y el pensamiento.

¿Reivindica la música popular y añeja como defensa o como ataque?

Como resistencia de la memoria y como proyección hacia el futuro. No hay imaginación viva si no está basada en una memoria sustanciosa. Y solo en base a una memoria rica se puede uno atrever a imaginar formas sonoras novedosas. Por eso es tan importante el respeto por las tradiciones en las que todavía uno percibe una brasa sonora.

¿Está reivindicación ha hecho de usted un artista marginal?

Sí, en cierto sentido es una marginalidad elegida desde que deshicimos Radio Futura.

¿Qué añora del «mainstream»?

Echo de menos que haya canales que te permitan pelear para que la búsqueda alcance cierto grado de popularidad. Hoy las televisiones están cerradas para la creación musical, solo funcionan con música clasificada y prefabricada, comida preparada sin un alto nivel creativo. Y la mayoría de la gente se contenta con eso. Nuestro papel, desde cierta marginalidad respetable, es seguir buscando.

Usted ya buscaba en Radio Futura y salía bastante por la tele. ¿Cuándo se jodió el invento?

Cuando las televisiones y las grandes radios se dieron cuenta de que podían controlar todo el negocio, generar el producto y explotar el mercado según sus criterios. Eso no deja espacio a la creatividad. Por eso la creatividad hay que lucharla desde los márgenes. Yo lo hago de una manera deliberada, elegida y quiero ser consecuente con esa decisión por mucho que me cueste. Es una pelea interesante y divertida.

¿Qué le aporta el estudiante de Filosofía Auserón a Juan Perro?

Un territorio en el que la búsqueda musical se alía con una visión más general sobre el papel de la música en la sociedad y como parte sustancial del pensamiento y la conciencia del ser humano. La lectura filosófica y los esbozos de escritura me proporcionan un espacio de reflexión que me dejan ver las cosas con mayor perspectiva.

¿Y el artista al filósofo?

Unos materiales concretos para la reflexión. Puedes tener inclinación al pensamiento abstracto, pero si no tienes unos contenidos concretos en los que basarte, ese pensamiento está en el aire.

Tenemos nuevo ministro de Cultura que baila bastante bien a Queen. ¿Mantenemos la esperanza?

Lamentablemente no puedo abrigar mucha esperanza en relación a la política de partidos. Pero tampoco podemos caer en la desesperanza total. Digamos que no podemos confiar en que la riqueza cultural de nuestro país esté ligada a la política. Tenemos que hacerla nosotros.

¿La cultura que no hagamos nosotros será hecha contra nosotros?

Si no te mantienes alerta acaba siendo así. La «política profesional» es una visión de la política. Pero para mí, el trabajo de cada uno, la vida cotidiana, el hogar y las relaciones interpersonales de cada uno son política. Ese es el medio real de construir ciudadanía y sociedad. La política es nuestro trabajo y la música es, en sí, un hecho político. No hay que esperar cuatro años para vivir la realidad política como algo esperanzador, y no se puede vivir algo esperanzador si uno se limita a esperar de los partidos y de la política generalista que se haga cultura. La cultura la tememos que generar nosotros.

Usted lleva 35 años yendo a Cuba. ¿Entiende las actuales protestas?

La sociedad cubana es flexible pero está en un grado extremo de carencia. Falta comida a diario y falta combustible… Asisto a lo que está pasando desde hace años con una gran preocupación. Es lógico que una gran parte de los cubanos quieran preservar la herencia de la revolución, porque ha costado mucho ser independientes del contagio imperialista de Estados Unidos. Pero, a la vez, hay que esperar del régimen un grado de apertura que no deje fuera a las nuevas generaciones que quieren más libertad. La contestación en Cuba puede estar alimentada por los efectos del bloqueo y los manejos del exterior, pero el régimen ya no puede justificarse en eso para el mero continuísmo.

No quisiera despedirme sin transmitirle la ilusión tonta que siempre me ha hecho que uno de mis directos preferidos, el «Escueladecalor», estuviese grabado en València.

Recuerdo aquellos días con intensidad. Fueron días memorables. Me acuerdo del público del Arena Auditorium silbar el «Sentado en el muelle de la bahía» con un ruido estrepitoso que lo llenaba todo. El público valenciano era muy musical y muy consciente de haberse mantenido durante dos décadas en la vanguardia.

¿A qué cree se debió esa vanguardia musical de la València de los 80?

A que hubo una continuidad desde la cultura musical que nace de los pueblos, con la formación de los niños en las bandas locales, hasta la inquietud de los DJ que se iban a buscar la música a Londres para estar a la última. Había un tejido musical real y confío en que aún lo haya.

Compartir el artículo

stats