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Irvine Welsh

"Frank Begbie encarna toda esa rabia del hombre blanco actual"

«Hemos perdido la conciencia de comunidad y, con ello, la participación en la vida política»

El autor escocés durante la entrevista. M.T.SLANZI

En El artista de la cuchilla, novela de 2016 que acaba de ser publicada en castellano por Anagrama, el escocés Irvine Welsh (Edimburgo, 1958) asume un riesgo considerable al elegir como protagonista a Frank Begbie, el carismático psicópata ultraviolento de la saga Trainspotting.

Los protagonistas de «Trainspotting». l-emv

Se diría que «El artista de la cuchilla» tiene algo de experimento conductista. «Cojamos a este tipo horrible, rodeémoslo de amor y de arte y veamos qué ocurre con él».

Bueno, en parte esa era la idea. Me impuse el reto de construir una historia para Begbie, porque de todos los personajes principales de ‘Trainspotting’ él era el que menos futuro parecía tener. Así que me planteé cómo podría darle una existencia que fuera interesante. Y se me ocurrió introducir en su vida el amor y el arte, porque estas son las cosas que se supone que redimen a las personas…

Pero no a Frank Begbie.

Lo había convertido en un artista exitoso, un hombre de familia, y eso estaba bien, pero también resultaba un poco aburrido. Así que pensé: ¿qué pasaría si el tío hubiera aprendido a controlarse pero siguiera siendo un psicópata peligroso y resentido? Así que ahí tenemos a Frank: un personaje que vive una vida de éxito y que al mismo tiempo tiene toda esa rabia dentro. Él odia el sitio del que procede porque allí todo el mundo pretende que siga siendo el mismo que era antes; de este modo, todo se convierte en una excusa para entablar una guerra con su lugar de origen y con toda la gente que hizo de él el mal bicho que en realidad es.

¿Por qué nos resulta atractivo un tipo tan impresentable?

Eso es parte del reto. En Trainspotting, Begbie era el típico tío chungo con el que no te quieres cruzar, un personaje violento y negativo con un punto de comedia. Pero con el tiempo se ha convertido en esta especie de icono cultural un tanto inquietante. Supongo que es porque de algún modo personifica esa rabia del hombre blanco que está hoy tan extendida. Toda esa gente que está siempre enfadada aunque no sepa muy bien por qué.

Tiene sentido que «El artista de la cuchilla» se publicara el mismo año en el que Donald Trump fue elegido presidente.

Claro. Trump se aprovechó de ese fenómeno porque él también lo representa muy bien. El tío es jodidamente rico, ha heredado el dinero de su padre, tiene un montón de rascacielos con su nombre… pero aparece siempre amargado o cabreado con alguien. ¿Qué coño le pasa? De hecho, si Frank Begbie se hubiera criado en un entorno privilegiado probablemente habría sido un buen político o un buen empresario. Gente sin escrúpulos que puede cometer un montón de tropelías sin ensuciarse las manos.

Ahora Frank es un psicópata rico y con una familia ejemplar. Tal vez aún podría considerar lo de dedicarse a la política.

Sí, ese debería ser su próximo paso. Presentarse a gobernador de California. ¡O volver a casa y convertirse en primer ministro!

Un artista reconocido con un pasado turbulento que procede de Leith y vive en Estados Unidos con su esposa norteamericana. La definición sirve tanto para Begbie como para usted en el momento de escribir el libro [Welsh residía entonces en Miami]. ¿No le preocupó que esa identificación resultara tan evidente?

Frank no es un álter ego del que uno pueda sentirse orgulloso, ¿verdad? Pero tampoco lo veo como un álter ego, aunque a la hora de construir el personaje utilice elementos de mi propia experiencia personal. Cuando escribo un libro, pienso a menudo cosas como ¿Qué va a pensar mi madre de esto? ¿Qué va a pensar mi novia? ¿La gente va a creer que yo soy así? ¿Me van a odiar por esto? Y eso me produce un cierto sentimiento de angustia que en el fondo es positivo porque significa que la narración funciona. Lo que escribo no sería muy bueno si no me preocupara lo que la gente va a pensar. Si no siento esa preocupación es cuando de verdad tengo que preocuparme.

¿Se siente personalmente insultado si alguno de sus libros no ofende o molesta a alguien?

No, no es eso. No escribo nunca con la pretensión deliberada de ofender a nadie. Al fin y al cabo, que te odien unos cuantos gilipollas tampoco es algo por lo que uno debería pasar a la historia.

En un foro de internet sobre su obra leí un comentario de alguien que decía que no estaba nada de acuerdo con la visión que usted tenía de Begbie. Como si pudiera haber otra.

(Risas) ¡Eso es brillante! Y me enorgullece. Todo escritor quiere ser capaz de construir un personaje tan vívido que el lector sienta que tiene una existencia al margen de lo que piense el autor sobre él. Me parece fabuloso.

¿Por qué Frank está tan obsesionado con el álbum ‘Chinese Democracy’ de Guns N’ Roses?

Es un disco muy sobreproducido, las canciones no son muy buenas y de hecho ni siquiera es muy representativo del sonido de los Guns N’ Roses. Es un disco que lo tiene todo para no gustarme y, sin embargo, hay algo en él que me atrae y no sé explicar qué es. Igual que pasa con Begbie, ¿no? Debo decir que, a fuerza de escuchar «Chinese Democracy» una y otra vez, he llegado a apreciarlo bastante. Y el tío que toca la guitarra [Buckethead] me parece mejor que Slash.

Después de «El artista de la cuchilla», en 2018 publicó la novela «Dead Men’s Trousers», en la que vuelven a aparecer los protagonistas de «Trainspotting». ¿Por qué siguen siendo relevantes las vidas de unos personajes creados hace casi 30 años?

Creo que el tema fundamental de Trainspotting es la llegada de un nuevo modelo de sociedad desindustrializada en la que la gente tiene que buscar alternativas a los empleos remunerados y duraderos de la época anterior. Y las drogas servían para llenar el vacío. Ese proceso, que empezó afectando a los obreros que trabajaban en el sector industrial, se ha ido extendiendo en las últimas décadas y ya ha alcanzado a los profesionales de clase media, que están viendo cómo se desmoronan todas sus antiguas certezas. Así que, de hecho, cada vez hay más gente que se puede sentir interpelada por lo que les pasa a estos personajes.

Con «El artista de la cuchilla» y «Dead Men’s Trousers», ¿da por concluido el ciclo de «Trainspotting» o habrá más?

No lo sé. Tengo mucho material que he ido escribiendo a lo largo de los años y tal vez le dé salida en forma de relatos cortos. Aunque tampoco descarto hacer otra novela. Una de las cosas interesantes de ser escritor es que en realidad nunca sabes muy bien qué va a ser lo siguiente.

¿Juegan hoy las redes sociales un papel parecido al que desempeñaban las drogas en los 90?

En cierto sentido, sí. Como decía antes, hay una rabia existencial en el aire, la gente se siente cada vez más insegura y enfadada con todo y busca un desahogo volcando todo ese malestar en las redes. Pero el problema de fondo, como ocurre con las drogas, no es la existencia de las redes sociales sino la ausencia de otras cosas, de herramientas para relacionarse de verdad con otras personas, para organizarse e intercambiar experiencias. Antes la gente iba al pub a discutir sobre las cosas que les afectaban en sus vidas cotidianas en lugar de despotricar desde el teclado del teléfono sobre lo que ve en televisión. Hemos perdido esa conciencia de comunidad y, con ello, también las formas de participar en la vida cultural y política. Y eso es muy lamentable.

En cierto sentido, el guion que escribió para la película «Creation Stories» [Nick Moran, 2021] habla también sobre eso, ¿no?

Sí. A mí no me interesaba hacer un biopic de Alan McGee, pero me atraía mucho esa época de la historia musical, entre el post-punk y el acid-house, que fue tal vez el último momento en el que los jóvenes de clase obrera podían montar una banda de rock’n’roll en el underground y aspirar a dar el salto y tener éxito de verdad. Eso se ha perdido. Lo que quisimos fue hacer un homenaje a aquel tiempo.

De entre todos sus libros, ¿es «Trainspotting» el que recomendaría a un joven reacio a leer novelas?

En realidad, no. Probablemente le recomendaría antes Cola o Las pesadillas del marabú, que pienso que son más accesibles. Aunque quizá debería limitarme a recomendar todos mis libros (ríe). Supongo que la gente se siente más atraída por Trainspotting porque es mi libro más exitoso y ha adquirido ese estatus icónico.

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