Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Algo personal

Hablar a lo Cantinflas

Hace tiempo, en esta misma columna, me preguntaba: ¿por qué en tantas películas y series españolas de ahora hablan tan aprisa que no se entiende nada de lo que dicen? Hay quien piensa que la causa de ese hablar a lo Cantinflas (pero sin la gracia del cómico mexicano) puede venir de que la tradición teatral -en el cine- se ha desvanecido. O que en las escuelas de formación se prima la expresión corporal por encima de la dicción. No lo sé. También hay quien asegura que si en muchas pelis y series de ahora hablan como una metralleta es porque hoy hablamos así, con las mismas prisas que le metemos al cuerpo cuando estamos a punto de perder el autobús. O como cuando con las nuevas tecnologías usamos los monigotes en vez de las palabras y así acabamos antes. Otro motivo puede ser que andamos tan distanciados socialmente -y no sólo por el puñetero pangolín- que nos da igual hablar que no hablar y también que nos importa un pito entendernos cuando hablamos. Sólo importa lo de cada cual y hacemos mutis por el foro cuando se trata de escuchar lo que dicen los demás.

Unas meses atrás leía el último libro de Juan Marsé titulado Notas para unas memorias que nunca escribiré. Se trata de una especie de diario en el que pone a parir a todo el mundo. En enero de 2004 dice que ha visto una película española muy buena, y añade: «¡Lástima de actores que no vocalizan! ¿Por qué hablan tan deprisa y en un tono absurdamente susurrante?». No hace mucho releía el Poema del Mío Cid y me puse a ver la entonces recién estrenada serie «El Cid» para ambientarme visualmente. La tuve que dejar enseguida porque sólo me enteraba de lo que decía Carlos Bardem. Y no te veas en la película No matarás (premio Goya al actor Mario Casas): ni papa entendía, pero ni papa es ni papa. Se lo juro. Y hablando de premios Goya: igual ustedes sí que entendieron lo que decían las niñas de Las niñas: qué suerte. A ratos pienso que la culpa es mía y me entran ganas de ir al otorrino: a lo mejor los oídos se me quedaron secos porque mientras pedaleo todas las mañanas en la bici estática (no me humillen con sus risas, por favor), suenan a toda pastilla Jimi Hendrix, Led Zeppelin o esa precursora del rock duro que es You really got me, de los Kinks, uno de mis grupos históricos preferidos. Sin olvidar, claro, la apoteósica Helter Skelter, de los Beatles. Dicen que Charles Manson se inspiró en esa canción para organizar su orgía asesina en la mansión de Sharon Tate en 1969.

Y si eso -lo de oír mucho y entender poco- te pasa en el cine, con su sonido envolvente de una calidad estratosférica, qué no te pasará cuando ves las pelis y series en la tele, a través de las plataformas digitales: da igual que subas el volumen hasta el nivel setenta. Antes explota el televisor que te enteras de algo. Ah, ¿y cuando cubren los diálogos con una banda sonora que se los chupa con absoluta delectación, como hace Drácula con los cuellos de sus víctimas?

Han pasado diecisiete años desde que Juan Marsé confesaba su dificultad para entender lo que se decía en las películas de entonces. A mí me pasa ahora exactamente lo mismo. Y a mucha gente que conozco (mucho más joven que yo) y dice que estaría bien que a las películas y series españolas les pusieran subtítulos: aunque fuera en chino. En la promocionada serie «Libertad», de hace unos meses, sólo me enteraba de los trabucazos que pegaban los bandoleros y del trote de los caballos. Sobre lo que decían Bebe, la protagonista, y muchos de sus colegas me daba igual: era como si hablaran en wólof. De todas formas, y en plan autocrítico, confieso que seguramente son neuras mías lo que acabo de contar. Vengo de una cultura antigua que no se entiende con la de ahora en muchos aspectos de la vida. También en lo que se refiere al cine y a la televisión. Y más aún a la literatura. Pero de eso, de la literatura consumista y aceitosa que se compra en los supermercados con un paquete de rosquilletas o cuatro lonchas de jamón york, ya hemos hablado otros domingos. Y más que hablaremos. Ahora sólo les deseo que ustedes oigan y entiendan bien las películas y las series y, si no, pues nos vemos, con todas las precauciones todavía exigidas por el Covid, en la primera tienda de audífonos que tengamos a mano. ¿Que qué he dicho?...

Compartir el artículo

stats