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La obra de Julio González, como nunca se había visto

El IVAM reorganiza el espacio dedicado al artista con una mejor disposición de las esculturas y junto a una selección de obras de su colección con autores coetáneos como Picasso, Miró, Torres-García o David Smith

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La obra de Julio González, como nunca se había visto Miguel Ángel Montesinos

Un tiro de vista concentra la historia del arte de Julio González. Al final del vestíbulo del IVAM a la izquierda, justo debajo de la icónica escalera, está la Galería 2 dedicada al colaborador de Picasso. Una alineación discontinua se ve desde la entrada con ‘La máscara inquietante’; ‘La bailarina de la margarita’; ‘El encapuchado’; ‘La mujer ante el espejo’, y ‘El túnel’. Cinco obras capitales que invitan a sumergirse en la modernidad, una de las señas de identidad del museo incorporada a su nombre y al de Julio González.

La nueva visión de la obra del artista ofrece una mejor disposición de las esculturas, que con podios más bajos y una iluminación adecuada refuerzan la creación de González, una figura clave en las vanguardias del siglo XX, pero sobre todo contextualiza su trayectoria, una de las señas que Nuria Enguita siempre busca como curadora, y que le ha llevado a implicarse en la reorganización de la sala como directora del IVAM.

Irene Bonilla, Sergio Rubira y Josep Salvador son los comisarios de «Materia, espacio y tiempo. Julio González y las vanguardias», un recorrido por los momentos claves del artista que reúne más de 200 obras de la Colección del IVAM, algunas de las cuales no se habían visto en una exposición.

La muestra incide en la obra de Julio González, clave para entender los cambios decisivos del siglo pasado. A través de las esculturas y pinturas, así como el material documental en vitrinas se adivina la importancia de un artista fundamental vinculado para siempre al IVAM. Autores coetáneos de González de la propia colección de museo dialogan en el mismo plano estético, político y social de la época.

Obras de Pablo Picasso, Joan Miró, Manolo Hugié, Arturo Ballester, Kurt Switters, Torres-García, Jacques Lipchitz, Jean Arp o David Smith confluyen en equilibrio con la fuerza escultórica de los hierros de Julio González (Barcelona, 1876-París, 1942).

El despertar modernista

Tras el recibimiento de ‘La máscara inquietante’ (1919-1921), a la derecha figura el autorretrato del artista y algunas fotos familiares. Este primer espacio está dedicado al periodo del aprendizaje del artista junto con su hermano Joan en el taller de su padre Concordio. Y justo a la izquierda se cuelga el cartel ‘Aviat l’instant’ (1919) que Miró realizó para anunciar la aparición de la revista ‘L’instant’.

La segunda sala presenta las innovaciones técnicas del artista, como la aplicación a la escultura de la soldadura autógena que descubrió en los talleres Renault en 1918, al tiempo que se relaciona sus máscaras con el impulso de la modernidad artística del París de los ‘felices 20’. Unos rostros donde se deslumbra el cubismo, ese nuevo principio plástico de vanguardia.

Las salas centrales con el mítico ‘El encapuchado’ (1935) se detienen en la tendencia definitiva del escultor cuya influencia será decisiva entre las creaciones posteriores. Unos relieves que irrumpen en la escena parisina al sur del Sena junto con nombres como Kandinsky, Mondrian o Le Corbusier.

«Dibujo en el espacio»

Julio González creó entre 1928 y 1932 casi un tercio de su producción escultórica. Su colaboración con Picasso y la capacidad expresiva del hierro lo llevaron a la consolidación de la visión constructiva que el artista llamó «dibujo en el espacio». La colaboración Picasso-Gonzáles «fue beneficiosa para ambos», explica Josep Salvador, pero además convertirán al escultor en un maestro en la fabricación de planos, líneas y formas que se entrecruzan.

En las paredes cuelgan las pinturas de su amigo Joaquim Torres-García y se relacionan con las de David Smith, donde además de ver su ‘Tempus fugit’ (1951) se muestra el artículo del escultor estadounidense de 1956 en ‘Art News’ -«González: first master of the torch»-, que resultó determinante para su reivindicación definitiva, así como los originales de las cartas a sus hijas.

La última sala se centra en el año 1937 cuando Julio González toma partido para denunciar el drama de los totalitarismos. Se ve ‘La cabeza de Monserrat’, la estatua del mismo nombre figuró en el pabellón republicano español de la Exposición Universal de París junto al ‘Guernica’. Se han reunido las postales de la PSU-UGT de la colección del IVAM y carteles de Josep Renau.

‘Mujer ante el espejo’ (1936-1937) preside la última parada del recorrido que cierra ‘Hombre cactus I’ (1936). Figura también el retrato de Roberta González a su padre un año antes de morir. Ochenta años después del cuadro, el IVAM reestrena el espacio de Julio González, un museo dedicado a su memoria.

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