En la película "La caza del Octubre Rojo" alguien define al submarino soviético como la clase de arma diseñada para provocar una guerra. En el rock existen artistas cuyo trabajo parece estar encauzado a desatar una revolución. The Clash, Rage Against the Machine, Billy Bragg, Scott Heron, N.W.A. tienen canciones paridas a tal efecto. También Los Chikos del Maíz. El viernes por la noche tiñeron de rojo la explanada de Viveros con su hip-hop militante de ideología marxista y unas duras y vitriólicas letras atacando a los enemigos de la clase obrera. Toni y Nega escupieron incansablemente durante su actuación contra youtubers, homófobos, fascistas, neoliberales, medios de comunicación, raperos vendidos, burgueses explotadores, casas de apuestas, racistas, machistas, imperialistas, políticos, escritores y deportistas que hacen de España un sitio donde plantar una guillotina que funcione a destajo día y noche. Haciendo suya la frase de Sartre "al fascismo se le destruye porque el diálogo no es para las bestias”.

El show arrancó con “El extraño viaje”, de aquel fabuloso último largo titulado ‘Comanchería’ con el que se hartaron de colgar el cartel de no hay billetes en salas de aforo respetable. Tras los micros, a los platos sobre un pedestal decorado con un AK-47 dibujado con leds de colores, Plan B lanzaba sus bases profundas y ultra rítmicas y sus melódicos samplers, con sabor a clásicos del funk y del soul, pero también de sonoridades latinas, fragmentos de diálogos de películas como ‘Novecento’ o de voces históricas como la de Dolores Ibárruri, Pasionaria. El Dj escracheaba percutivo y agudo a la vez, sacándole al personal el aire de los pulmones, para adornar las parrafadas de frustración y rabia que lanzaba la pareja de raperos sobre Ho Chi Minh, Vietnam, mayo del 68 o Bahía de Cochinos en la fenomenalmente construida “La estanquera de Saigón”.

En la obra de Los Chikos cada rima lanza una inteligente pero descarnada reflexión, una interpretación de la realidad que puede convertirse en un ítem de análisis capaz de ocupar horas de discusión o juicio en oyentes conscientes o comprometidos, como la peña que ocupaba disciplinadamente las sillas y acababa las frases de los raperos valencianos con una magnífica convicción y una loable exactitud. Con una interminable retahíla de referentes culturales, personajes históricos y sucesos que van desde el comunismo soviético hasta la entrada de Vox en las instituciones, iban cayendo “Llamando a las puertas del cielo”, esa Suma Teológica del grupo que es “No pasarán”, la maravillosa “Comanchería” o “Barrionalistas”, una cruda y veraz fotografía de nuestra ciudad, por poner un ejemplo.

La pareja de MCs se completaba en “Los Pollos Hermanos”, rapeando certeros y afilados, rojos y blasfemos. También hubo sitio para nuevos trabajos como “David Simon” o la gloriosa “Hidden Track”, impresionante crónica sobre los años 80 en España que debería enseñarse en las escuelas, como se hizo con “We didn’t start the fire” de Billy Joel. Aquello se acababa, “Pasión de talibanes” sonó potente, cruel y emocionante, adelantando un final de campanillas con la insigne Monty Peiró a los coros de “Anatomía de un asesinato” y su escalofriante llamada a la acción y a la resistencia.