Fue el pionero de los grandes instrumentistas españoles que conquistaron los atriles de las mejores orquestas del mundo. Vicente Zarzo Pitarch, maestro universal de la trompa, eminente teórico del instrumento y cabeza de la actual gran generación de trompistas españoles, falleció el martes, 14 de septiembre, tras una intensa existencia plagada de acontecimientos y actividad. Había nacido en 1938, en tierra de músicos, en la localidad valenciana de Benaguasil, por lo que era paisano de colegas tan ilustres como los hermanos José Vicente (violín), Javier (clarinete) y Miguel Ángel Balaguer (viola), el trombonista Juan Real o los fagotistas Salvador Sanchis e Higinio Arrué. Tras culminar sus estudios en el Conservatorio de València, Zarzo se trasladó a Múnich, para ampliarlos con Hans Noeth, el célebre solista de la Orquesta de la Ópera de Baviera. Después, llegó el comienzo de una brillante carrera internacional con base en La Haya, de cuya Orquesta Filarmónica fue solista durante 25 años.

Ayer, las redes cibernéticas echaban humo y lágrimas comentando la desaparición del maestro. Casi no hubo trompista que no colgara en su espacio algún lamento o recuerdo emocionado. Javier Bonet, trompa de la Orquesta Nacional y uno de sus más destacados alumnos, escribe en Facebock: “El mundo de la trompa en España se queda huérfano del que ha sido, es y será sin ninguna duda, el gran referente, nuestro Dennis Brain. Una leyenda, el más grande de todos los que nuestro país (y no son pocos) ha ido aportando a la historia de nuestro instrumento”.

Zarzo, recuerda Bonet, tuvo el valor de salir de España cuando eso estaba reservado únicamente a mentes avanzadas, “a los valientes que como él querían cumplir sus sueños”. Los consiguió todos, menos estudiar con su admirado Dennis Brain, ya que, como Zarzo cuenta en su propia biografía, “cuando en 1957 llegué a Londres, Brain acababa de fallecer”. En sus largos viajes en coche a Holanda, paraba de vez en cuando bajo los pasos elevados de las autopistas, para sacar la trompa, allí, resguardo de la lluvia o del sol, calentar labios y practicar un poco para mantener siempre en forma la embocadura. El instrumento era una prolongación de él mismo. O, quizá, viceversa.

Solista y concertista con importantes orquestas y directores, desde Ferdinand Leitner al compositor Carlos Chávez, de Hans Vonk a Jean Martinon, fue también un prolífico autor literario -sus tratados de trompa son referencia y abecé de estudiantes- y fecundo compositor, con obras estrenadas a ambos lados del Atlántico. También en Japón, donde era particularmente apreciado. “Sin su ejemplo”, concluye Javier Bonet, “muchos de los que hoy están tocando por el mundo no serían lo que son, y estoy seguro de que ahora estará sentado al lado de esos otros grandes ídolos, ¡con Dennis en la cabecera de la mesa tomando una buena cerveza!”.

Vicente Zarzo, valenciano universal, es desde hace años leyenda de la trompa. Pero su recuerdo y maestría pervivirá, más allá de los que le conocieron y escucharon en vivo, a través de sus múltiples grabaciones, libros y métodos de estudio. Un personaje único, de figura espigada y apuesta. Algo quijotesca. Inolvidable. Elegante y amable, como su sonoridad. Imborrable quedan sus versiones de los conciertos de Mozart, Strauss o la Serenata de Britten para trompa y tenor. “Cuando se la escuché por última vez”, recuerda un discípulo, “no podía imaginar que aquello fuera posible hacerlo con una trompa”.