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MÚSICA CRÍTICA

Saariaho, cara y cruz

La Orquestra de la Comunitat Valenciana ha puesto sus calidades y profesionalidad al servicio de la música de la finlandesa Kaija Saariaho, que a sus 72 años es desde hace ya tiempo icono de la creación sonora del último medio siglo. Lo ha hecho en un programa monográfico que aglutinaba dos obras tan diferentes como ‘Circle Map,‘ estrenada en 2012 por la Orquesta del Concertgebouw con Susanna Mälkki, y el coreográfico concierto para clarinete y orquesta ‘D’Om le Vrai Sens’, página de mayores quilates, que contó con la imprescindible colaboración solista del virtuoso y siempre juvenil Kari Kriikku (1960), un as del clarinete contemporáneo, mezcla de Woody Allen, la Pantera rosa, Antonio Gades o cualquier gran clarinetista. En el podio, una vez más el alavés Juanjo Mena (1965), muy cerca siempre a la partitura para sacar adelante un programa que hubiera sido ciertamente un comprometido reto para cualquier maestro no familiarizado con la contemporaneidad.

Tampoco la Orquestra la Comunitat Valenciana frecuenta pentagramas contemporáneos. De ahí, de esta falta de familiaridad sinfónica con el universo saariahiano, que los extensos seis números que configuran el ciclo ‘Circle map’ se percibieran como un monocorde retablo ayuno de los perfiles, capas y colores que pueblan la cuidada partitura, para la que la compositora se basó en místicos poemas del escritor persa del siglo XIII Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī. Los versos se escucharon lejanamente recitados, manipulados electrónicamente, cruzadas sus sonoridades con unas texturas orquestales más correctas que indagadoras o sutiles. A pesar de la cercanía de Mena con esta obra -fue él quien la estrenó en Estados Unidos, con la Sinfónica de Boston-, la versión distó de los «caleidoscópicos» matices y «tamices del espíritu» a los que se refiere Marina Hervás en las breves y precisas notas al programa.

Más miga, atractivos e inspiración encontró ‘D´Om le Vrai Sens’, el particular concierto para clarinete que Saariaho da a conocer en 2010, cuando es estrenado por la Sinfónica de la Radio Finlandesa, Sakari Oramo y su destinatario, Karl Kriikku, quien desde la invisibilidad en penumbras iniciales, desplegó en València sus poderosos talentos instrumentales e histriónicos para llenar el espacio acústico y físico del Auditori del Palau de les Arts con la singularidad de una pieza que tiene mucho también de escenificación y ligereza. Juanjo Mena, que conoce bien el concierto -lo ha dirigido incluso con el propio Kriikku, junto con la Filarmónica de Bergen-, pudo y supo conciliar el virtuosismo volátil y creativo del solista con los registros de una orquesta que por fin pareció entrar en materia en esta actuación de cara y cruz. El bis del solista, un inesperado zapateado con clarinete en mano que nunca llegó a sonar. Desde luego, lo del baile no es para el genial y simpático virtuoso, quien fracasó en su guasón intento de emular al mismísimo Antonio Gades. Arrancó, sí, carcajadas, aplausos y simpatías del público. Pues bueno.

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