Las esculturas de Joan Cardells eran como dibujos en el espacio porque, para él, «la escultura era una excusa para seguir dibujando». Así lo señalaba ayer el comisario artístico Boye Llorens en la presentación de la exposición antológica sobre el artista de Meliana que desde hoy y hasta el 30 de enero se exhibe en la Fundación Bancaja.
La segunda planta del edificio de la plaza de Tetuán acoge doscientas piezas creadas por Cardells entre 1976 (cuando abandonó el Equipo Realidad) y 2019 (cuando falleció) procedentes de museos, instituciones y muchas colecciones privadas. Varias de estas obras, como los pliegos del libro de autor que le encargó Àmbit Galeria d’Art, o un relieve para una exposición en Estrasburgo que se depositó en el Reina Sofía pero no se exhibió.
En la muestra encontraremos los dibujos y esculturas de un «artista austero» que huía de los materiales nobles para centrarse en lo esencial: cartón cosido, uralita, hierro fundido, broce, cera o grafito sobre papel y mármol. Es la exposición más completa de un creador que ha sido clave en la historia del arte español de las últimas décadas que, como reivindicó el presidente de la Fundación, Rafael Alcón, «merece ser más conocido y más reconocido».
La de Joan Cardells en Bancaja es una exposición marcada por dos ausencias: la del artista fallecido hace dos años y la de Tomàs Llorens, organizador junto a su hijo Boye de la muestra, que murió el pasado mes de junio. «Fue Joan quien nos planteó la exposición, después de un texto que escribió mi padre para una exposición suya en 2005 y que le gustó porque era muy poético».
Este texto, añadía Boye Llorens, ha determinado el diseño de una exposición que no sigue ni un sentido lineal ni un sentido cronológico ni una separación entre disciplinas artísticas. «El dibujo lleva a la escultura y la escultura, al dibujo».
Referente del realismo social y el arte pop durante el tardofranquismo, el encuentro de Cardells con los figurativistas franceses en la década de los 70 le hizo replantearse su función como artista. Al separar su camino creativo del de Jorge Ballester, su compañero en el Equipo Realidad, «Joan buscó la intimidad del estudio como si quisiera aprender de nuevo el oficio desde la esencia».
Por eso abandonó los lienzos para regresar al grafito y el papel de su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios de València. «Cardells es un dibujante radical que cuando hace esculturas casi está dibujando en el espacio», apuntaba ayer Llorens. Para Mario Cardells, hijo del artista, su obra es «una celebración del dibujo, también como invitación a la escultura, y de la memoria como materia prima con la que se trabaja».
Sin un orden lineal ni cronológico, la exposición distingue dos grandes universos temáticos que Cardells cultivó casi de forma obsesiva, haciendo de sí mismo la referencia, creando, abandonando y recuperando cíclicamente los mismos motivos: la figura humana y el bodegón.
El mensaje social y la vocación popular (y también la fascinación infantil por la ilustración gráfica) que ya cultivó en el Equipo Realidad los mantuvo Cardells en solitario con el uso de los materiales «humildes» y con sus representaciones de operarios de oficios industriales o artesanales. «En solitario Cardells es un artista difícil de clasificar en una corriente artística -apuntaba el comisiario-. Cuando se distancia del Equipo Realidad gana en autonomía para reflexiones más íntimas pero sigue preocupado por la posibilidad de la transformación social del arte».
La segunda parte de la exposición recoge las obras de carácter estático, tratadas con la solemnidad y el aplomo de las naturalezas muertas y los bodegones. La figura se reduce a la huella de lo humano, de sus ropajes o del producto de su trabajo. En la sala podemos ver como los dibujos proponen composiciones con las propias esculturas, mostrando de la retroalimentación continua entre las dos disciplinas que conformaron la obra de Cardells durante cuatro décadas.
Tal como explicaba ayer Llorens, el uso de los materiales y la repetición de los motivos temáticos son consecuencia del continuo cuestionamiento de la actividad artística que el de Meliana mostró a través de su obra. «Tiene la voluntad de limitar la expresión a lo más elemental, repitiendo los temas en función del material con el que trabaja». Chaquetas, pantalones, bibelots, granadas, ollas, calabazas o mazorcas aparecían o desaparecían a lo largo de las series según los soportes con los que el autor trabajaba. «Son los materiales los que definen las series y apartan los dibujos y las esculturas de la grandilocuencia y las soluciones definitivas».
Con sus colores grises, sus dibujos de calabazas o sus chaquetas de cartón y uralita, Joan Cardells «es uno de esos artistas sólidos y singulares que quizá no tienen el resplandor de otros artistas y estrellas», concluyó ayer Llorens. La antología de la Fundación Bancaja es un magnífico motivo para la reivindicación.
Rafael Alcón, presidente de Bancaja, y el comisario Boye Llorens, con los hijos del artista, ayer en la muestra.