Cuando Toni Tordera te cuenta una historia, antes de llevarla a ningún escenario, es como si la estuvieras viendo en su versión definitiva. Y disfrutando. Me ha contado muchas de esas historias muchas veces. Un día me habló, con un entusiasmo casi adolescente, de un descubrimiento. Y ese mismo día supe que antes o después ese descubrimiento sería una obra de teatro. Digo así, una obra de teatro, porque vengo de esa tradición antigua. Mi padre dirigía el grupo artístico de Gestalgar. Y también era el actor principal. Dicen que era bueno, incluso cuando podía escaparse de alguna noche en el horno actuaba con poco diálogo -imagino- en algún montaje profesional de los que llegaban al pueblo. Tendría que haber mucho escrito sobre aquellos grupos que iban por los pueblos en los años 50 del pasado siglo. O antes. Como en la película ‘El viaje a ninguna parte’, pero en más pobres todavía. Igual los hay, esos escritos, y yo los desconozco. La historia que me contó Toni tenía que ver con la memoria y el olvido. Con la música y la cárcel. Con la República y la guerra civil. Con la victoria fascista y la derrota republicana. Ya ese día -creo que fue por teléfono- creo que vi ese relato metido hasta las entrañas en el monasterio de Sant Miquel dels Reis.

El final de la guerra estuvo lleno de cárceles. Muchos conventos y otros edificios religiosos se convirtieron en prisiones. El de Sant Miquel dels Reis es ahora la sede de la Direcció General de Cultura i Patrimoni de la Generalitat Valenciana. Y de la Biblioteca Valenciana. También fue cárcel. He conocido a gente que la sufrió en sus celdas, hoy convertidas en despachos oficiales. He estado allí varias veces, con mis libros, con los libros de los amigos. Y nunca me dejo en casa la memoria de lo que fue ese sitio cuando acabó la guerra.

Aquel día me contó el amigo la historia de un olvido. Escribí muchas veces que somos el país con más olvido a cuestas del planeta. Y ahí seguimos. Como si todavía hoy nos diera miedo recordar. En esta ocasión se trataba de músicos de banda encarcelados en el monasterio por haber defendido la República. La obra teatral, con texto de Juanjo Prats, se completa con la referencia a compositores que fueron represaliados después de la guerra, como, entre otros, José R. Moreno Gans, Rafael Rodríguez Albert, Felipe Belda, Àngel Bernat, Abel Mus, Carlos Palacio, Vicent Garcés Queralt… Con ellos, también sus obras vieron cómo la libertad se convertía en una sombra, como casi siempre se convierte en una sombra la derrota. En el relato telefónico de Toni Tordera esa música surgía por encima de todos los olvidos, levantaba el polvo siniestro de las prisiones, sacaba, para respirar otro aire distinto, las vidas de quienes habían hecho posible esas músicas, unas vidas que forman parte de la más imprescindible memoria de la dignidad.

El espacio para la representación no podía ser otro que Sant Miquel dels Reis. La historia real, con las necesarias aportaciones de la ficción, se convertía en material dramático para que los nombres de sus autores y las músicas nos llenaran de un emocionado placer cultural y sobre todo, al menos para mí, de un inmenso orgullo. La producción es de la Dirección General de Cultura i Patrimoni, el propio Tordera se encarga de la dirección escénica y lo acompaña, en la dirección musical, el profesor Pasqual Pastor. Con el título de Música empresonada, inició su andadura este fin de semana y será el próximo cuando llegue la despedida. La música es en directo, interpretada por músicos la mayoría de los cuales procede de la Unió Musical de Llíria. La vida, con el alma o lo que sea que un artista lleva dentro, nos la ofrecen Pilar Martínez, Resu Belmonte, José Montesinos, Dani Tormo, Ainhoa Cebrià y Ernesto Pastor.

«El teatro se parece a un sueño», escribía Robert Walser. Demasiadas veces ese sueño fue un sueño confiscado. Por eso son imprescindibles propuestas como esta Música empresonada de la que les hablo este domingo. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, desde que la cultura pasó a ser una inacabable lista de resistencia machacada, de palabras ocultas en la fanfarria de los himnos de la Patria, de silencios y de olvidos que aún no hemos conseguido desvelar del todo. Los viejos cómicos que recorrían los pueblos de la Serranía con sus obras de teatro se juntan en mi memoria con aquellos músicos que en los suyos alegraban con sus bandas la vida de la gente. Si pueden, no falten al espectáculo que les acabo de contar. Será como sacar a respirar un tiempo habitado por el desasosiego. Si pueden no falten, ¿vale? No falten.