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Fuera de compás

Vespa es libertad

Vespa es libertad

Perdonen el tono, pero comprendan que esto es una declaración de amor. Un loco enamoramiento de una señora de metal, que se alimenta de gasolina y aceite. Es ágil, resistente, tiene unas atractivas y cómodas formas redondeadas y, como decía Marinetti de un automóvil de carreras, es más bella que la Victoria de Samotracia. Lo explica Alberto, un pequeño tritón en la fenomenal Luca, la película de dibujos animados que Disney estrenó hace unos meses: la Vespa es la cosa más increíble que han hecho los humanos. Y en 2021, esta preciosidad cumple 75 años.

En esta maravillosa peli, un cartel publicitario revela que la Vespa es libertad. Libertad para ser tú mismo, para no esconderte, para que no te hagan la vida imposible, para crecer como persona, para cambiar, para vivir tu vida a tu manera como monstruo o como humano. Para reclamar el derecho a ser diferente. La producción, vitalista, colorida, mediterránea, pinta con detalle un recoleto pueblo pesquero en claro homenaje a la Italia de los 60, que abandonaba la tenebrosa posguerra neorrealista a lomos de la alegre motoneta, objeto del deseo de los protagonistas de una cinta en la que aparecen buenos platos de pasta, pescado fresco, helados, ciclismo, bellos paisajes y la simpar geografía humana de aquellas latitudes, prima hermana de la nuestra.

Más allá de su valor como un vehículo simple, funcional, limpio y económico que ayudó en la recuperación de la Italia devastada por la posguerra, este pequeño ciclomotor ideado por el ingeniero Corradino D’Ascanio y fabricado por Enrico Piaggio se ha convertido en un icono de la cultura popular moderna. Justo en aquella década que refleja Luca, la bella moto que parecía una avispa coprotagonizó junto a Gregory Peck y Audrey Hepburn la fenomenal Vacaciones en Roma. Algo más tarde se rodó Jessica, comedia que cuenta la revolución que en un pueblo siciliano causa la presencia de una motorizada y exuberante Angie Dickinson y que está adornada con una magnífica banda sonora en la que no faltan los pitidos del claxon de nuestra metálica protagonista.

También pintura y literatura se dieron la mano en la castiza aventura de dos valerosos manchegos, Antonio Veciana y Santiago Guillén, que escribieron «En 79 días. Vuelta al mundo en Vespa» tras pasar las de san Amaro durante su odisea en 1962. Después de la machada, hasta Salvador Dalí se rindió a sus pies y pidió decorar con sus pinceles a Dulcinea, una durísima 150 que se portó como una jabata.

En todo esto pensaba yo paseando con el Valencia Sooter Club junto a casi 50 escúteres clásicas más cuando vi aparecer de repente el mismo mediterráneo luminoso y brillante de los dibujos animados, subiendo al faro de Cullera camino de la Punta Negra, tras atravesar la Devesa, las golas, el humedal albuferenco y los puentecitos de El Palmar, envueltos en la épica humareda de los motores de dos tiempos, que se agarra fieramente a la faringe como el picante all i pebre de los bravos. En todo eso y en Luca, un niño raro, inquieto, valiente e inteligente que acabó encontrando su lugar en el mundo gracias a enamorarse de una Vespa.

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