El triunvirato del diseño valenciano de Daniel Nebot, Paco Bascuñán y Nacho Lavernia rompe desde hace décadas -en concreto desde 1986- con la monotonía gris de la A-7. Junto con el toro de Osborne (creado por Manolo Prieto en 1960), sus coloridas «salidas» alegran la vista de los conductores. Precisamente, el ramal 65 protagoniza la lámina que Levante-EMV entrega hoy en su colección «Iconos del diseño valenciano. Del 1930 al 2022», en colaboración con València Capital Mundial del Diseño y el Arxiu Valencià del Disseny. Hablamos con Nacho Lavernia sobre aquel trabajo convertido ya en icono.

autopista hasta el diseño valenciano

«Cuando recibimos el encargo, lo primero que hicimos Dani [Nebot] y yo fue coger el coche e irnos al sur de Francia y al norte de Italia a ver cómo habían señalizado sus autopistas. A la vuelta estuvimos un mes o dos trabajando en una solución correcta, pero muy convencional, hasta que llegó el momento crítico: un día antes de hacer la presentación al cliente. Nos dimos cuenta de que lo que teníamos era una vulgaridad. La presión, que es un motor indispensable para hacer saltar la chispa, hizo que Dani dibujara lo que podría ser (y lo fue) la señal de Benidorm. Cuando Paco [Bascuñán] y yo la vimos no tuvimos duda, dijimos: ‘¡Esto es!’ Ya sabíamos lo que teníamos que hacer. Pero había que hacerlo en muy poco tiempo», recuerda el Premio Nacional de Diseño.

autopista hasta el diseño valenciano

Para llegar hasta el diseño que hoy habita en la autopista se pasaron un día y medio, «sin parar, encerrados en La Nave [estudio que formaban], trabajando como locos. Decidimos la técnica gráfica, que sería el collage y nos pusimos en marcha. Yo buscaba el modelo a reproducir: paisaje, arquitectura, monumentos, deportes… y cuando lo encontraba le pasaba a Dani una imagen (entonces no había internet y tenía que echar mano de enciclopedias, revistas, memoria...). Entonces Dani hacía una ilustración a lápiz y rotulador y se la pasaba a Paco, y él, con la ayuda de Belén Payá, con papeles de color recortados, hacía la ilustración definitiva. Fue un trabajo frenético, estresante, pero disfrutamos muchísimo haciéndolo», añade Lavernia. Días después, con más calma, hicieron hasta 28 señalizaciones, que son las que se produjeron y se instalaron.

autopista hasta el diseño valenciano

En su imagen definitiva buscaron un lenguaje «desenfadado, alegre» con «aroma de vacaciones». «El diseño fue muy rupturista, insólito en una señalización de carretera, y como en aquel momento nos interesaba decir al mundo que éramos modernos, europeos, pues resultó muy adecuado». El proyecto que les encargó la Administración era crear un sistema de información turística para la A-7, que incluía las señales de autopista y paneles de información en las áreas de descanso. «Querían mostrar los encantos y monumentos relevantes del país, los atractivos turísticos», explica.

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Para Lavernia, «siempre es un orgullo ver tu trabajo por ahí, ‘viviendo’. En este caso reproducido en un medio que ve muchísima gente y que, además, en el que no es fácil poner un diseño que no sea una señal de tráfico. Es un poco insólito. Cuando paso por la A-7 me fijo sobre todo en cómo están, el sol las castiga mucho y requieren mantenimiento. De momento ahí siguen».

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Respecto a otro de los iconos de la carretera, el toro de Osborne, explica el diseñador que «esa fue la imagen que alumbró el proyecto. Vimos que ese era el lenguaje gráfico porque era muy sintético y expresaba lo que queríamos decir: imágenes sugerentes que comunicaran rápidamente y que contaran a los extranjeros lo que realmente les interesa. Eso es lo que cuenta la Salida de Benidorm: diversión, sexo y noches apasionadas junto al mar y bajo el cielo estrellado ¿Qué más quieres?», dice Lavernia.

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Los años de La Nave

Las señalizaciones de Nebot-Bascuñán-Lavernia vieron la luz en uno de los estudios más recordados del diseño valenciano: La Nave. «El trabajo en La Nave fue una etapa maravillosa. Aprendimos muchísimo, nos divertimos una barbaridad y, al final, resultó que hicimos un buen trabajo», explica Nacho Lavernia. Para él, todavía queda algo de aquellos años en los que formaron parte de esa ‘familia’. «Queda en los que aún estamos aquí dando guerra y en el recuerdo de los que se han ido. Queda, quizá, el ejemplo de un equipo que trabajaba pensando más en hacer un buen trabajo que en el dinero o en el cliente o en los colegas. Y posiblemente gracias a ese espíritu todavía quedan bastantes trabajos ‘vivos’. Teniendo en cuenta que se trata de marcas y objetos diseñados hace más de 30 años, se puede decir que han aguantado bien el paso del tiempo y las tendencias», asegura.

Respecto al legado de La Nave en nuevas generaciones señala que «no sé si de nuestra forma de trabajar, pero La Nave siempre ha funcionado como un referente. Además, casi todos nosotros hemos sido luego profesores y algo naviero habremos transmitido. Ahora hay diseñadores jóvenes magníficos y, desde luego, sería un orgullo haberles enseñado algo. ¡Ojalá!», concluye.