Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Raúl Arévalo

"En la vida real se tapan más los sentimientos que en las películas"

«‘El lodo’ habla de quien viene de fuera a imponer normas, que es como cuando fuimos a América a ‘liberar’ a los indios»

Raúl Arévalo en una escena de «El lodo», estrenada ayer en la Mostra. L-EMV

Raúl Arévalo protagoniza junto a Paz Vega ‘El lodo’, la película dirigida por el cineasta valenciano Iñaki Sánchez Arrieta que ayer inauguró la Sección Oficial de la Mostra. El actor madrileño interpreta a Ricardo, un biólogo que regresa con su familia al pueblo de su infancia para salvar sus humedales de la sequía, aunque sus métodos chocarán violentamente con los agricultores y la terrateniente del pueblo.

¿Qué le gustó de la historia de Iñaki Sáenz de Arrieta para decidir protagonizarla?

Me muevo un poco por intuición y por intuición me cayó bien Iñaki. Le conocía de antes pero solo de haber trabajado un par de días con él y me dio buen rollo cuando hablábamos. Y también vi lo de Albufera valenciana y que estaba basada en cosas que ocurren de verdad, y que estaba Roberto Álamo y que no había trabajado con Paz Vega... Una serie de factores que me llevaron a querer vivir la experiencia. No soy yo tanto de decir que me gusta el personaje o el guion.

Ricardo no es precisamente un tío agradable ni empático. Es alguien que tiene muy claro lo que quiere hacer, aunque le cueste muchas cosas.

Absolutamente, pero eso también es un reto. No intentamos que caiga bien y nos parece interesante jugar a eso. Es un tipo que va ahí por una serie de razones que no vamos a desvelar y que Iñaki no las cuenta al principio, por lo que estás un buen rato preguntándote porque este tío tan gilipollas se comporta así. Pero es un riesgo que me gusta y a mí las apuestas, en general, me gustan.

Ricardo tiene bastante miedo a mostrarse vulnerable, que es algo que nos suele pasar a todos. ¿Somos todos un poco actores en eso?

Sí, pero es propio de las personas. A Robert de Niro una vez le preguntaron por qué sus personajes nunca lloraban en sus películas y, si lo hacían, era en plan de broma. Y él decía que los personajes que le daban no pegaba que lloraran porque en la vida la gente no suele llorar ante los demás por muy lógico y humano que sea llorar. Quizá el cine se ha excedido en el melodrama, en mostrarte a la mínima con los ojos llorosos porque eso queda de gran escena de actor, cuando en la vida tendemos a tapar sentimientos y ser más herméticos.

Además de sobre miedos personales, «El lodo» habla sobre todo del enfrentamiento entre tradición y progreso y de lo que ocurre cuando ninguna de esas partes da su brazo a torcer.

Sí, y es algo que ocurre de verdad, que alguien de fuera intente imponer unas normas de lo que debe ser la sociedad, la ley o lo éticamente correcto, y la comunidad te dice que eso correcto será para ti, pero que ahí se lleva muchos años viviendo bien sin eso. Si tiras del hilo eso es lo que está detrás del conflicto con los nacionalismos o que si fuimos a liberar a los indios en América. ¡Cómo que liberar! Si hay escritos de la época que ya contaban como los conquistadores cogían a los bebés indios y los tiraban contra las piedras como se hacía en mi pueblo con los gatos hace 50 años. Eso liberar, liberar, Toni Cantó y compañía, no era.

¿Estamos hablando, pues, de una película con un fondo de denuncia social?

Yo diría que es un drama con tintes de thriller que cuenta temas sociales y de actualidad, aunque no se sepan mucho.

«La isla mínima», «El embarcadero», ahora «El lodo»... ¿Ha encontrado el cine español un filón en ese conflicto entre lo urbano y lo rural?

No me lo he planteado y, sinceramente, no lo sé... Mira, a lo mejor cuando a alguien le plantearon financiar ‘La isla mínima’ diría «uf, una película que transcurre en la Transición, dos policías en un pueblo, qué aburrido». Y después del éxito, ya mola irse a las Marismas o a l’Albufera y hacer un plano de dron... Sí, más que modas son corrientes.

¿Pero cree que en España sigue habiendo ese choque entre lo rural y lo moderno?

Sí, supongo que hay muchos ejemplos. Cuando nos pusimos a rodar en l’Albufera me contaron de cosas que ocurrían ahí, de reglas propias, de ojo con rodar aquí... ‘El lodo’ parece que retrata una época de los 90 pero cuenta cosas que también pueden pasar ahora. Y hay otra temática que no se agotará nunca, que es la del conflicto por el no me toques lo que es mío. Hablamos mucho de Cataluña o del País Vasco, pero si a los del pueblo de mi padre en Segovia les dijeras que les vas a quitar a la patrona y que no van a poder hacer la fiesta en agosto, lo mismo hay una guerra civil.

Me recuerda eso a una frase que dice uno de los personajes: «aquí lo que no nos gusta es que vengan a decirnos qué podemos hacer».

Si yo hiciera el trailer de la película, pondría esa frase porque la resume perfectamente.

Su primera película como director, «Tarde para la ira», fue también un thriller. ¿Su segunda irá también por ahí?

No irán por ahí los tiros, la verdad. Puede tener algún tinte de thriller, pero no.

¿Le abrumó mucho el éxito y el reconocimiento de esa película y por eso hasta ahora no ha vuelto a dirigir?

No, ¿sabes lo que pasa? Que me pilló una época un poco conflictiva personalmente, como que mi crisis de los 40 me llegó a los 35. El éxito lo he podido degustar más con el tiempo, porque en ese momento estaba un poco aturdido y atontado. Pero estaba entrenado y lo viví con naturalidad. Piensa que los actores estamos entrenados a estar siempre o en la mierda o disfrutando, en una montaña rusa de buenas críticas y malas críticas. En cambio el director que solo es director, que no era mi caso, es más sensible a lo que le digan porque su primera película suele ser la que lleva imaginando desde que empezó a hacer o incluso antes.

¿Se ve en el futuro más como actor o como director?

Me gustaría plantearme muchas cosas de mi vida y de esta profesión, pero eso es otra entrevista. Pero sí, me gustaría alternar.

Compartir el artículo

stats