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"Doña Concha", viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

«Probablemente, era más moderna que su público»

«Doña Concha», viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

‘Doña Concha. La rosa y la espina’ (Reservoir Books) es una historia de dignidad de principio a fin. Literalmente. El cómic escrito e ilustrado por Carla Berrocal que repasa gran parte de la vida de Concha Piquer, se inicia con la artista valenciana plantándose ante un empresario teatral que le da largas para pagarle. «Que no madre, que yo no me fío. Que yo quiero mi dinero ahora mismo», dice Conchita con los brazos en jarras mientras el público abuchea porque el espectáculo no empieza. Y en la última viñeta del cómic, sobre un gran fondo negro, leemos: «Tras unas molestias en la garganta, Doña Concha Piquer anuncia a su compañía que se retira y deja a España sola».

«Doña Concha», viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

«Es una de las cosas que más define al personaje: la dignidad, la profesionalidad y la bravura -explica la autora de ‘Doña Concha’-. El hecho de que no quisiera cantar en un teatro si no le pagaban es muy representativo de ella. Y esa última actuación en el Teatro Isla Cristina en el que decide retirarse porque su voz ya no es la de antes representa un respeto al público y un amor al canto precioso. Son dos momentos, uno al principio y otro al final de su carrera, que dicen mucho de quién fue Concha Piquer».

«Doña Concha», viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

Carla Berrocal no le cogió afición a la copla hasta que empezó a escucharla junto a su abuela. «Ell tenía una demencia senil muy severa y con la música que más reaccionaba era con la copla. De todas las cantantes, con la que me sentía más afín por su forma de interpretar era con Concha Piquer. Empecé a ver su recorrido vital y ahí me di cuenta de que era un personaje muy interesante y muy desconocido».

«Doña Concha», viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

Fue entonces cuando decidió escribir la biografía de aquella hija de un albañil y una costurera que, desde el barrio de Morvedre, alcanzó la fama primero en Estados Unidos y después en España y toda Latinoamérica.

«Doña Concha», viñetas para una mujer digna, valiente y empoderada

‘Doña Concha’ cuenta cómo fue descubierta por el maestro Manuel Penella, cómo éste se llevó a Conchita y a su madre a Nueva York y cómo siendo aún una adolescente triunfó allí cantando «El florero» en el entreacto de ‘El gato montés’. Mientras que en España era una desconocida, ya giraba por Cuba y México y en Estados Unidos grababa para Odeón Records «Suspiros de España». El libro nos muestra también su relación sentimental con Penella -que ella corta cuando descubre que era un hombre casado- y su regreso a España con un espectáculo propio de Broadway que no recibe la acogida que esperaba.

«Probablemente era más moderna que su público», señala Berrocal. Y no solo en cuestiones artísticas. El cómic también cuenta cómo se enamora de otro hombre casado, el torero Antonio Márquez, y cómo tiene que marcharse de España para poder casarse con él y tener a su hija. «Era alguien que ha crecido en la época de esplendor cultural norteamericano, en los felices años 20, donde había una libertad sexual y en todos los aspectos de la vida… Era como estar 20 años en el futuro de lo que podría haber sido España».

Pero Doña Concha’ no es una biografía normal. Sin dejar la viñeta, el relato se ocupa también del contexto histórico y sociológico del mito, y reivindica a la cantante como mujer empoderada y la copla como género a rescatar de la jaula ideológica del franquismo. Berrocal acepta que no se puede hablar de la Piquer como una feminista, «pero sí le podemos dar a su historia una crítica feminista». «Era una mujer de carácter y la historia le ha juzgado con dureza por una cuestión de misoginia», añade. El libro nos desvela cómo la mujer fuerte y segura era calificada por ello como una «tirana». En un mundo dominado por los hombres, era una empresaria moderna y clarividente -tal como demuestra el estreno en 1942 de su espectáculo «Ropa tendida» con el triunvirato Quintero, León y Quiroga-, y eso era difícil de aceptar.

«Es hija del modelo de espectáculo americano -recuerda la ilustradora-. Creció en los teatros de Broadway y eso condiciona su forma de afrontar el espectáculo. Estaba siempre pendiente de que todo estuviera bien porque tenía un culto y un respeto enorme hacia el público». Mucho antes de que James Brown estableciese un sistema de sanciones para los músicos de su banda que se presentasen en escena mal vestidos, la Piquer ya había multado a Manolo Caracol (cuando éste era miembro de su compañía) porque le faltaba un botón de la camisa.

En uno de los «cameos» que encontramos en ‘Doña Concha’, el historiador musical Martín de la Plaza cuenta la mala o nula relación de la valenciana con el «star system» de la época y asegura que nunca ha encontrado a nadie en el mundo del espectáculo que hablara bien de ella como persona. «Solo en su círculo íntimo la cosa era distinta, pero incluso ahí era brava a veces», añade. «Estaba por encima de muchas cosas, en el sentido más diva -reconoce Berrocal-. Pero si triunfas en los teatros de Broadway, te labras una carrera internacional e incluso tienes éxito en el cine que recorre toda Europa, es muy normal que te sientas por encima del mundo».

Otro aspecto fundamental del que ‘Doña Concha’ no rehuye es el de la relación de la Piquer en particular y de la copla en general con el franquismo. La investigadora y divulgadora Lidia García y la hispanista Stephanie Sieburth defienden en el libro un género que reivindicó aspectos de la feminidad mal vistos en pleno franquismo y dio voz a las mujeres ocultas. Así lo demuestran canciones del repertorio de artista como «Yo soy esa» (sobre una prostituta), «Romance de la otra» (sobre la amante de un hombre casado), «Lola puñales» (sobre una mujer vengadora) o «Compuesta y sin novio» (sobre una mujer orgullosa de su situación sentimental).

«Es hora de darle una lectura distinta a la copla, la izquierda tiene que reapropiársela y darle una visión distinta y feminista. Lo de copla es igual a fascismo es una asociación demasiado fácil».

Igual que no se puede decir que Concha Piquer fuera feminista, tampoco se puede afirmar que fuera franquista ni antifranquista. «Desgraciadamente, le tocó trabajar y hacer su vida en una dictadura, y dentro de esas posibilidades hizo lo que buenamente pudo», apunta Berrocal. Pero incluso ante el franquismo, impuso su carácter. En ‘Doña Concha’ vemos como la diva valenciana no dudaba en aceptar pagar las multas que le imponía la autoridad antes que aceptar una letra tocada por el censor de turno.

«Doña Concha» es el resultado de tres años de dedicación de Carla Berrocal, ilustradora y diseñadora que debutó en el cómic en 2004 con «Hire: el terrible vampiro samurái». En 2016 publicó el cómic experimental «Epigrafías», dedicado a la poeta Nathalie Clifford Barney.

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