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Crítica

Equilibrio y convicción

Volvió a su ciudad, la joven pianista Mar Valor Navarro (València, 2000) con un exigente repertorio alemán que evidenció que los dos años de estudio en Colonia, han empezado a dar sus frutos. Para alguien que ha finalizado su carrera, resulta fundamental salir y conocer otra escuelas, otros maestros, inclusos otros climas que, poco a poco, vayan conformando su talento y su personalidad estética.

Para ello, no se anduvo con medias tintas: escogió dos obras cumbre del repertorio romántico en las que la dificultad técnica es sólo superada por el compromiso que supone dominarlas en la expresión, el fraseo, el color y tantos otros matices.

Las Escenas de niños, de Schumann resumen una colección de cortas piezas, aparentemente sencillas, pero que hay que resolver con elegancia de estilo y seguridad en la ejecución. Ella supo modelar cada fragmento y de todos, Träumerei o Fürchtenmachen, bastarían para confirmar la claridad de su concepto global. Antes, las deliciosas Variaciones Abegg Op. 1 y sus diferentes contrastes, pondrían a solista y público en total predisposición, terminando con la Arabesque Op. 18, expuesta con aplomo y colorido.

Hay obras que precisan de una madurez artística de gran calado y por ello, no sólo asombra cómo Mar Valor enfrenta en este momento las Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel, de Brahms, sino cómo será capaz de hacerlo cuando pasado un tiempo, haya asimilado y reposado el aprendizaje que ahora la ocupa. Dotó cada momento de especial espontaneidad cantando en los pianissimi y llegando al alma de las cuerdas cuando así lo exigía la partitura, pero siempre con equilibrio y convicción.

Fue un retorno -esperado- brillante, sonoro y feliz. Ella correspondió la sincera ovación y bravos con dos bises de Chopin y Liszt-Schumann, cuya interpretación cortó el aire del Almudín. Debe volver pronto.

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