Que dice gente más entendida que yo que lo nuevo de Petit Mal va para disco del año regional. Respetados periodistas musicales con caletre así me lo han hecho saber, así que yo también le he dedicado unas horitas al asunto para comprobar tales afirmaciones. Les cuento. Páramo es el tercer disco de la banda comandada por Suso Giménez. En 2005 publicó su primer largo, Finlandia, que tuvo una gran acogida. Después, 14 años sin dar demasiadas señales de vida. Y, de repente, dos discos más en apenas tres años. «Desde 2019 los ensayos han venido más seguidos y, fruto de esa dinámica de trabajo, que continuó durante el confinamiento, me encontré con que tenía material suficiente para grabar un disco», justifica Giménez.

Los tres son muy recomendables, fantásticos. Pero es que este último es algo especial, sobre todo por el lenguaje libre, original y personal que emplea para lograr una obra realmente hermosa y con sabor a clásico, que pide escuchas repetidas en las que descubrir nuevos matices cada vez. Es obvia la querencia por el country fantasmal y el gótico sureño, con ambientes cinematográficos que remiten a caminos polvorientos y a retratos en sepia, pero quizá lo sea menos las influencias de cantautores folk con adornos pop como Nick Drake, Bert Jansch, John Martyn y otros artesanos similares. Tipos que manejaban la acústica con una soltura espectacular y con una técnica que ha calado en Suso, eso sí, después de dedicarle al instrumento muchas horas, según reconoce. «Me fascinaba ese sonido de guitarras ricas, pellizcadas, que también hacen el ritmo del bajo, al estilo de Dylan y Young. Mientras practicaba esa manera de tocar, me di cuenta de que las canciones iban saliendo solas y de que los guiños al folk se convertían en tendencia».

Con el esqueleto tan sólidamente armado, y la ayuda del productor Paco Morillas, Suso vistió unas letras que, como en «Me pregunto en qué te basas» encierran un amable pesimismo y una tierna crudeza, con dobros, cuerdas, mandolinas, vientos, banjos y teclados según sus necesidades. Así, «Otro sábado» o la eléctrica «Sembrando una duda» corren libres por la pradera, mientras que las delicadamente barrocas «Ahora lo hemos entendido», «Nadie sabe cómo acabará» o «Nuevo orden mundial» piden atención y recogimiento.

No se pierdan el disco, pero tampoco las actuaciones de Petit Mal. La presentación de hace unos días dejó un gran sabor de boca, con una sala abarrotada por gente interesada, entendida y comprometida. La retroalimentación de público con los músicos, una banda morrocotuda, era descarada. «Flipé, lo pasé como muy pocas veces. Impresionaba el respeto de la audiencia, sus ganas de disfrutar y el sonido excelente del local. Se notaba que allí todos estábamos por la música», explica Suso. Momentazo para Gilberto Aubán, que abandonó el piano y el ukelele, para cantar «Corazón peludo», haciendo suya la composición más marciana de Giménez, que reconoce haber pasado aquellos ratos «como en una nube».

Disco local del año, probablemente, pero yo soy más prosaico. Esa botella de whisky que me tenía despistado por su aroma a turba ha encontrado en Páramo su compañero perfecto para pasar el invierno.