Cuando este país era decente las rebajas empezaban el día siete. Ahora, cada empresa las inicia cuando le da la gana, diluyendo el efecto sanador que contra la cuesta de enero tenía ver a todas aquellas señoras agolpadas contra la puerta de Galerías Preciados, buscando algo barato, ansiosas por correr raudas a por su gran ganga. Poca risa. En la república del rock and roll los más fanáticos hacían lo mismo en los accesos a los grandes recintos para copar las primeras filas en muchos conciertos y festivales. Ahora nos amogollonamos en centros de salud, puntos de vacunación, urgencias y farmacias.

Este mes miramos mucho cada centimillo y añoramos en nuestros dirigentes políticos las agallas de los Clash en 1979 cuando, en medio de la crisis que azotaba el Reino Unido y con la Thatcher afilando sus colmillos para merendarse lo que quedaba del estado del bienestar, se plantaron delante de CBS para forzarles a cobrar su último trabajo, que era doble, a precio de disco sencillo. Acababan de parir ‘London Calling’ uno de los mejores discos de la historia, y hasta el más avaro de los ejecutivos sabía que tocaba agachar la cabeza, dejar de ganar algo de dinero, que no perderlo, y subirse al carro de la leyenda. Igualito que ahora el tinglado de las eléctricas.

En 1964, los Beatles estaban en el polo opuesto de los punks. Agotados tras aquellas brutales giras que los machacaban, publicaron un cuarto elepé que parecía sacado de los cajones del Centro Comercial Cotanda. ‘For Sale’ venía repleto de versiones y paraba algo soso. Elton John dijo de ellos que tenían algo de vendedores de saldos. En cierto modo era así. Lo que pasa es que aprovechaban muy bien unos retales que, por otra parte, eran sublimes. Recuerden aquella maravillosa suite que hay en la segunda cara del ‘Abbey Road’, confeccionada con sobras de la época del «White Album». O de cómo han ido estirando hasta hoy el, para mí, ramplón «Let it be». Hicieron puchero y le sacaron los tres vuelcos, la ropa vieja, caldo para congelar, arroz al horno, croquetas y pringá.

Vender por vender, los Who lo vendieron todo en 1967 con su fabuloso álbum ‘Sell out’. Pomada contra el acné, cuerdas para guitarra, desodorante, judías con tomate… Además de las canciones propiamente dichas, en aquel disco intercalaban cuñas publicitarias interpretadas por ellos mismos anunciando un sinfín de productos y servicios, a la manera de la programación de las radios piratas de la época.

Más barato que los saldos y las rebajas lo voceaban Radiohead en el mercadillo del solar que dejó el Britpop. ¡Regalado, rubia! O casi, porque cuando pusieron a la venta ‘In rainbows’ en formato digital pidieron por él la voluntad, convirtiéndose en la primera banda musical mendicante desde los sopistas. Lo más triste del asunto es que nos tendrían que haber pagado por escuchar aquel bodriazo. Peor lo hizo Mikel Erentxun en su, por otra parte, espectacular versión de Morrissey «Todo es igual siempre», donde dice haberse puesto en venta a mitad de precio. Por el morro, sin esperar a las rebajas. Eso sí que era devaluarse, y no lo que hacía Solchaga con la peseta.