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Kike Tarrasó Cantante de Girasoules

Kike Tarrasó: "En la música hay mucha gente mayor que sigue hablando como si aún fuera adolescente"

«En la época de Girasoules vivía de cara a los resultados, al público. Ahora no perdería por nada del mundo el contacto conmigo mismo»

El cantante de los Girasoules.

Curioso caso el de Girasoules. Empezaron a principios de los 90 en València como grupo de rock, que picoteaba en la rumba, el cha cha cha o el reggae. Traspasaron barreras continentales, acabaron tocando ante miles de personas en Puerto Rico, Miami o Ecuador y convirtieron su canción «Sin trabajo» en un pequeño éxito para las emisoras americanas de música latina. Ficharon por EMI, grabaron un disco (’Rompe tu silencio’) en Los Ángeles con KC Porter (Santana, Los Fabulosos Cadillacs…) de productor, tuvieron aún más éxito y se lo jugaron todo a un disco (’Mundo feliz’) oscuro y conceptual, más cercano a Radiohead que a Radio Futura. La apuesta salió regular, volvieron (más o menos) al viejo cauce latino y se disolvieron. Tras un par de conatos de reunión con sus compañeros, el cantante de Girasoules, Kike Tarrasó, reaparece este sábado sobre un escenario para presentar Heardandless su primer proyecto en solitario.

Es su vuelta al rock, porque la música ha seguido siendo su oficio durante todo este tiempo.

Sí, la música india. Doy clases de raga, también daba de tabla y danza, doy clases de yoga y shiatsu. Cuando dejé Girasoules empecé a estudiar estas técnicas y en 2011 descubrí los mantra y saqué tres discos que dieron la vuelta al mundo. Tuve medio millón de visitas por canción. Nunca lo he monetizado, lo dejé libre por la red y la gente le iba poniendo vídeos y ha ido rodando de forma salvaje.

Y pese a esta vocación oriental, Hearendless suena muy anglosajón, como aquel «Mundo feliz» de Girasoules.

Sí, la parte más conocida de Girasoules es la de los 90, cuando el rock latino era predominante, pero habíamos empezado como una banda de clara ascendencia anglosajona, casi postpunk. Con ‘Mundo feliz’ hubo una voluntad de cambiar de ambiente sonoro, de dar otras posibilidades, e investigamos en nuestros propios orígenes. Pero eso chocó con la multinacional, con los intereses que había sobre nosotros.

Es decir, a sus 55 años ha vuelto de alguna manera a los orígenes.

Sí. Es la primera vez que estoy solo, componiendo y arreglando, sin cumplir ningún objetivo de multinacional ni de nadie. Y eso me ha permitido una libertad creativa y una búsqueda de sonido personal.

¿Por qué este regreso al rock?

Por varias razones. Primero porque cuando Girasoules nos reunimos en 2018 había una canción, «Volver a empezar», que era como que me retaba a componer de nuevo. Así que primero fueron las ganas y después tener la impresión de que hay un espacio que puedo ocupar yo. Creo que no hay tantos autores hablando con una voz más madura desde una perspectiva madura. Hay gente mayor haciendo música pero habla como si aún fuera adolescente. Yo quería contar la experiencia de un tío de 55 años a gente que ha envejecido como yo.

¿Hay mucho «petarpanismo» en el rock?

Sí, pero es obligado. No es que la gente no haya madurado, pero el personaje o los intereses del mercado te obligan a tener ciertas claves de enganche con públicos más jóvenes. Yo no tengo esa necesidad.

¿Qué gana uno volviéndose a subir a un escenario?

La ganancia, primero, es personal. La música te da un vehículo para expresarte y llegar a quien te quiera escuchar. Yo con canalizar esa expresión tengo suficiente, pero si te subes a un escenario y la gente responde es suficiente.

¿Confía en que, además de los viejos fans, podrá atraer a los fans de su hijo (miembro de la banda Tenda)?

La gente más joven, cuando ven a alguien como Tenda reciben más el mensaje que conmigo. Hay unas claves naturales generacionales, como verme a mí con el pelo blanco, que son muy difíciles de saltar. Si ven mi imagen con el pelo blanco se produce una brecha que es difícil de saltar.

¿Cómo llevó la época de fama internacional de Girasoules?

A mí me encantó. Fue una época muy bonita de mi vida. Estuvimos tocando en Miami, en Ecuador, en Puerto Rico; grabamos en Los Ángeles y en Inglaterra… fue una época de viajes, de reconocimiento de trabajo y en la que aprendimos muchísimo sobre el mercado. Acabe agotado, pero fueron años estupendos. Ahora, hay discos que no fueron bien valorados, como ‘Mundo feliz’, que creo que se adelantó años a lo que se hacía en España, pero las compañías querían un rendimiento más inmediato. Eso fue más difícil de entender.

¿Aprendió algo entonces que le sigue sirviendo como músico?

En aquella época vivía muy de cara a los resultados, al público. Ahora no perdería por nada del mundo el contacto conmigo mismo. Eso es fundamental, esa sensación de estar en comunión con lo que quiero hacer y lo que quiero trabajar.

¿Una música como aquella lograría ahora un éxito así?

No creo. Los gustos han cambiado demasiado. Desde mi punto de vista, el mercado a nivel global se controla por un grupo más reducido que entonces y concentrado en la costa de Miami. La música que se apoya y se quiere que triunfe es muy de baile y con un contenido lírico que no puedo calificar. Deja poco margen a propuestas con más contenido social y crítico, con más exploración.

Usted ya ha regresado. ¿Lo harán los Girasoules?

Siempre tiene la posibilidad de volver. De hecho, he hecho música inglés por dejar esa vía abierta. Lo que pasa, fundamentalmente, es que Javi Vela, el guitarrista, está con Seguridad Social y era imposible reservarnos fechas para tocar porque si venía contrapropuesta de Seguridad Social, tenía preferencia. Además, no veían este proceso de grabación y publicidad, les daba un poco de pereza.

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