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Obituario

Muere Miguel Gallardo, cocreador de Makoki y pionero de la novela gráfica

El autor de 'María y yo' muere a los 66 víctima de un tumor cerebral

El dibujante Miguel Gallardo, en 2019, cuando presentaba ’Algo extraño me pasó camino de casa’, en Barcelona. RICARD CUGAT

María ya no tendrá quien le dibuje como lo hacía su padre. Aquel "boniato despreciable" que le creció "en la azotea", como él mismo bautizó al tumor cerebral que le diagnosticaron a principios de 2020, haciendo gala de su proverbial y desdramatizador sentido del humor, ha ganado el pulso que mantenía con Miguel Gallardo, uno de los dibujantes de cómic más queridos desde que en los años 70 cocreara junto al guionista Juan Mediavilla, a partir de un relato de Felipe Borrayo, el icono definitivo del cómic 'underground' de finales de los años 70 y principios de los 80, nada menos que Makoki, aquel quinqui fugado del frenopático que desde las páginas de la revista 'El Víbora' se convirtió en un símbolo de la otra transición, la de los marginales. Nada comparable, sin embargo, al éxito y el orgullo que le reportó 'María y yo' (Astiberri, 2007), álbum sobre su relación y su día a día con su hija con el que sacó el autismo del armario social. Ahí es nada.

Gallardo (Lleida, 27 de diciembre de 1955) falleció este lunes en Barcelona a los 66 años dejando atrás una trayectoria reconocida, entre otros, con el Gran Premio del Salón del Cómic de la capital catalana, con el Premi Ciutat de Barcelona, que le concedía el ayuntamiento hace apenas una semana, y con el Premi Nacional de Còmic 2008 de la Generalitat de Catalunya.

Un tumor cerebral

El artista (Lleida, 1955), hace un año, contaba en 'Algo extraño me pasó camino de casa' su experiencia tras conocer que tenía un tumor en el cerebro, justo antes de la pandemia, y cómo se lo extirparon. Volvía a casa desde el hospital en pleno confinamiento para empezar un tratamiento con el que estaba esperanzado. Pero el cáncer reapareció. Hace apenas tres semanas, a finales de enero, se casaba con su compañera de estos últimos años, Karin du Croo. Él mismo colgaba una divertida foto de ambos, recién casados, en su cuenta de Instagram. 

Para el dibujante descubrir la enfermedad fue como vivir “en un guion de ciencia ficción de los malos”. “Cuando desperté de la operación, para huir del miedo, la muerte era una amiga, casi la deseé para escapar de todo aquello, igual que un niño llama a su madre, buscas alguien que te dé la mano y te saque de ahí -confesaba a este diario-. Como con la pandemia, vemos que no podemos decidir sobre nuestras vidas". "Los miedos siguen ahí. Cada día es nuevo. Igual que con el coronavirus, que intentamos recuperar una normalidad que no existe. No te puedes permitir el pasado porque todo es nuevo. Yo me obligué a recuperar mi curiosidad natural por ver cómo serán los próximos años y el apetito por la vida", se sinceraba entonces quien siempre tenía un pensamiento positivo, una broma, una forma animosa de afrontar lo malo. Él intentó ir "'p'alante', siempre 'p'alante'", como le enseñó su padre. 

Memoria paterna

A la memoria de su progenitor sobre la Guerra Civil, callada durante 40 años de dictadura, dio precisamente voz en 'Un largo silencio' (Astiberri). Publicado en la segunda mitad de los años 90, fue pionero en España en contar en una novela gráfica unas vivencias familiares del conflicto, en la línea del 'Maus' de Art Spiegelman, mezclando viñetas con los diarios del padre, Francisco Gallardo Sarmiento, quien sobrevivió a una infancia más que humilde en su natal Linares, a una orfandad prematura, a las bombas, los frentes del Ebro y de Teruel, el hambre y los campos de concentración en el exilio del sur de Francia, y el miedo a ser fusilado por republicano al volver a la España de Franco.

Tras estudiar en la Escola Massana de Barcelona después de no lograr entrar en Bellas Artes, creaba Gallardo a Makoki junto con el guionista Juanito Mediavilla a todo un referente de la escena ‘underground’ de los 70 y 80. Aquel personaje, con bata y un casco con cables en la cabeza, era un símbolo de la Barcelona más lumpen, bañada en delincuencia, sexo, drogas y rock 'n roll, en la orgía transgresora de la incipiente transición, que recorría con su pandilla, la Basca de piltrafas del arroyo: Emo, Morgan, Cuco y el Niñato. La primera historia corta apareció en 1977 en la revista ‘Disco Exprés’, bajo el título ‘Revuelta en el frenopático’, pasó por las de 'Star' y reaparecería en las páginas de ‘El Víbora’ con la historieta ‘Fuga en la Modelo’. Una serie, que el propio Gallardo reconocía que si la hubieran hecho hoy les habrían caído demandas de “feministas, argentinos, jubilados, discapacitados...”. Su éxito lo atribuía a que aquellas historias locas, de un Makoki salido del manicomio, “retrataban la realidad” del país al poco de la muerte de Franco y "la vida de muchos jóvenes: fumar canutos, escuchar música, ligar y disfrutar de esa nueva libertad. Las generaciones de entonces no tenían ningún medio de expresión ni altavoz de lo que ocurría en la calle y estaban deseando que se lo contaran. Y nosotros, sin saber dibujar ni saber nada de técnica de cómic, lo expresamos en ‘El Víbora’ y con Makoki”, explicaba.

Pero no acabó en ese 'underground' kamikaze, que a tantos se llevó por delante, la carrera artística de Gallardo, ni mucho menos. Auténtica centrifugadora de estilos y referencias, creó los personajes Pepito Magefesa, Perico Carambola, sin olvidar al Buitre Buitker, especie de 'spin off' de la saga Makoki que se le parecía mucho. Su visión transgresora surgió también en 'Los casos de Perro Nick', serie que empezó a publicar en ‘El Víbora’ en 1984, reunida y reeditada recientemente por La Cúpula, una colorida y experimental visión pop del género negro, protagonizado por un detective. 

María

Su otro gran hito fue ‘María y yo’, título seminal que, junto a ‘Arrugas’ -donde el dibujante Paco Roca se acercaba al mundo del Alzhéimer- abrió en 2007 la puerta a muchos lectores para mostrarles que el cómic era mucho más que los tebeos de Bruguera y que con él se podían contar historias de temática social y autobiográfica. "Salimos a la par, cada uno con su historia, y de pronto la prensa descubrió que se podía hablar de cómic más allá de decir 'Superman ha muerto' y que el cómic podía tratar temas importantes, de la vida real y con sensibilidad", contaba. A aquel libro, que mostraba cómo era la cotidianidad de unas vacaciones junto a su hija autista, le seguiría el documental homónimo (2010, de Félix Fernández de Castro) y el álbum ‘María cumple 20 años’, donde recuperaba el día a día de María ya adulta. Lo explicaba en viñetas Gallardo con las premisas que luego se aplicaría a sí mismo ante la enfermedad y la muerte. “No quiero dramatismo ni pena ni compasión. Mi vida es dolorosa porque tengo a María, pero quería expresar que a pesar de todas sus dificultades ella es una campeona y tira adelante como una moto”. Como su padre.  

Los últimos dos años Gallardo no ha parado de darle a los lápices. Deja un cómic póstumo, que firmaba con su compañera Karin, y que no ha podido ver publicado. Saldrá el 10 de marzo en Astiberri, titulado ‘El gran libro de los perros’. En él cuentan, en clave de humor, cómo en 2019 adoptaron a su perrita Cala, que había sido abandonada, y cómo eso les cambió la vida y les abrió la puerta al universo de los canes. "En el hospital, lo primero que hice tras la operación fue levantarme y ver si había perdido movilidad y lo más valioso para mí, la capacidad de dibujar". Seguía ahí. Como toda su obra.

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