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Publica «Todos al infierno».

Fernando Delgado: "Soy un cristiano sin iglesia y un socialista ahora con partido"

El autor sostiene que el libro «es un espacio novelístico con escenarios prudentes que me permiten cierta cercanía»

Fernando Delgado, el jueves en su casa de Faura. d.tortajada

Con una galería de personajes reconocibles, pero de carácter universal, Fernando Delgado desnuda la sociedad de Vallina, la capital mediterránea donde la corrupción provocó una gran putrefacción. El título de Todos al infierno es un guiño a su gran amigo Luis García-Berlanga, otro visionario que retrató los peligros del clientelismo partidista en Todos a la cárcel, rodada en la antigua Modelo, precisamente el centro penitenciario originario donde luego acabaron algunos de aquellos gobernantes del Partido Blanco de la novela.

¿Existe el infierno?

El infierno es un espacio incendiario donde entran todas esas figuras putrefactas, envidiosas y tiránicas.

¿Es peor el infierno o la cárcel?

La cárcel tiene infierno.

¿Cómo construye una novela de actualidad política como «Todos al infierno»?

Es una novela que he traspasado en los últimos años, donde los políticos no salen nada bien, como en este tiempo también van a salir mal.

El narrador es un antiguo confesor con un halo místico. ¿Nos ha confesado?

Sí, tengo un ámbito de confesión, soy una especie de sacerdote laico, y me he liado con un personaje putrefacto.

¿Sabe que España es la sociedad menos religiosa del mundo, pero con las elites más católicas?

El nacionalcatolicismo tuvo un verdadero nubarrón. Los curas no han vivido su religiosidad interna, sino que de repente han entrado en los amoríos de todos.

Me ha colapsado la escena del mitin en la plaza de toros.

En Canarias no había toros, pero luego viví esta vida taurina de una manera funesta.

Luego vienen páginas llenas de hedor y lluvia de barro. Todo muy apocalíptico.

Pues sí.

¿Los políticos actuales son los peores que ha conocido?

La política va a ser una especie de cofradías, donde quienes la frecuentan pueden tener incluso una cierta religiosidad interna, pero ya no social.

Fernando Delgado también ha estado en la política.

He tenido siempre una aventura política en el sentido social. Como he dicho, siempre soy un cristiano sin iglesia y un socialista sin partido. Aunque ahora con partido, pues he ingresado en el partido socialista. Pero estoy viendo en este tiempo que nos falta de aquí al día, y podría tener mi propia cofradía socialista, participar en ella de un modo activo, pero no putrefacto.

También se acuerda en la novela de los que venían a asaltar los cielos.

El cielo está perdido. Por eso esa participación en Todos al infierno es fundamental.

Aparecen personajes muy reales e incluso noticias, como la del empresario de Gandia que dejó a un operario a las puertas del hospital desangrándose.

Aquello fue tremendo.

«Habían descubierto ya que la democracia en Vallina constituía un paripé en el que éramos invitados de piedra, y que entonces los golpistas no eran militares, sino traficantes dispuestos a impedir que gobernara quien les pudiera estropear sus chanchullos».

¿Ha cogido el testigo de Chirbes?

No, a Chirbes lo he querido mucho y lo traté cuando estaba en Radio Nacional de España.

Había mencionado a Chirbes por sus novelas «En la orilla» y «Crematario» donde también retrata la corrupción.

He vivido la narrativa de Chirbes como lector.

¿Qué la parece la polémica por sus diarios?

Creo que Chirbes no los hubiera querido ver publicados porque son muy íntimos, y él siempre fue de una limpieza serena.

¿Por qué el sistema de representación política se ha corrompido tanto?

Al principio de la Transición se llegó a tener una cierta derecha equilibrada con Adolfo Suárez, y una izquierda bien erigida. Pero en este último momento todo parece roto.

En el libro se queja como incluso conociéndose los casos de corrupción, la gente los continuaba votando.

Una cosa es el centro-derecha y otra el PP. Aquellos casos de corrupciones fueron terribles, mientras en la UCD había gente mucho más limpia.

«Neus había llegado a la conclusión de que a la sociedad de la información puede pasarles inadvertido lo más inmediato».

«Todos al infierno» es un círculo con políticos, eclesiásticos, empresarios, dónde también quedan retratados los periodistas.

El periodismo está más equilibrado, con periodistas vigorosos y firmes, mucho mejor que en otros tiempos, tanto en los periodistas de izquierdas como los de derechas.

Hay muchos pasajes del libro que recuerdan su etapa de articulista.

Nunca me cansó el articulismo. Era una prosa más personal.

Cierra «Todos al infierno» con una mención íntima a su padre, a su madre y a la virgen. Muy bíblico.

Creo en mi madre, fundamentalmente. No hay padre alguno, ni iglesia ninguna.

La firma final es Casa del Carmen, Faura, Valencia, 14 de abril de 2021.

Es un libro pensado aquí en casa, pero yendo a las Corts iba ultimando la novela.

¿Cuál es su personaje favorito?

Son personajes muy diferentes y vividos.

¿Tuvo relación personal con algunos?

Uno de esos personajes intentó que Polanco me echará de la radio. Y la otra quiso insultarme cuando estaba con García-Berlanga, Fernando Vizcaíno Casas y Brines, que me defendieron.

¿El título lo tenía pensado antes del centenario de Berlanga?

Sí, lo tuve decidido mucho antes.

Es una novela que desde lo local nos lleva a lo universal, con el papel que juega la iglesia y la política.

Es un espacio novelístico con escenarios prudentes que me permiten cierto enriquecimiento y cercanía.

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