Impresionante velada del celista Pablo Ferrández (Madrid, 1991), quien ya no es un artista emergente sino emergido y asentado en el catálogo internacional de su instrumento, haciendo honor a Casals, Cassadó, Cervera o Claret.
Junto a 13 primeros atriles de la OV, entendimos el por qué de sus premios y éxitos en Estados Unidos y Europa. Su sonido arrebata por la intensidad y su capacidad de seducción, junto al inteligente fraseo que compite con una absoluta afinación. De ahí el magnetismo que atrapó al público en la entrega del famoso Septeto Op.20, de Beethoven, junto a 6 primeras espadas de la OV, prácticamente hipnotizados por el arco del celista madrileño.
Desde el esmerado violín de Esther Vidal hasta el envolvente clarinete de Herrera, la lejana profundidad de la trompa de María Rubio, la línea subrogada de la viola de Cantó, la firmeza del contrabajo de Catalá y la vivacidad salpicada del fagot de Sapiña, todo destiló un noble halo artístico que fue recibido con una enorme, intensa y efusiva ovación. Interpretar este septeto pone a prueba no solo la musicalidad sino la humildad corporativa de cada músico.
Con el Preludio/Mondinha, de las “Bachianas braliseiras nº 1”, de Villa-lobos, los siete decididos celistas de la OV y Ferrández elevaron la temperatura del gélido Almudín con la conmovedora melodía del gran compositor brasileño. Arropados con mimo, fascinación y hasta estupor, por las cuerdas emocionadas de M. García, I. Balaguer, D. Forés, S.Beltrán, M.J. Santapau, M. Martí, y G. Nardi, todos ellos volcaron el tono elegante y meditativo que desprendía el sentir de Ferrández. Quiso el artista añadir el Vocalise Op. 34, de Rachmaninoff que puso al público en pie. Tarde como pocas.
Cambra al Palau
El Almudín
Intérpretes: Pablo Ferrández y Profesores de la Orquesta de València
