En realidad, telefoneo a Juancho Alegrete para darle las gracias, porque su disco ‘Sentimental Jamboree’ fue lo más parecido a un rayo de sol que sentí en esos quince días en los que juntábamos una DANA con otra y los ánimos se nos escurrían por el sumidero de las emociones como las furiosas trombas desaparecían por las alcantarillas. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, pensábamos mientras mirábamos al cielo deseando el final de la tempestad como si ello dependiera de nuestra esforzada voluntad.

Decía Ortega que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía. El segundo elepé de Hank Idory no es inútil, desde luego. El arte nunca lo es. ¿Melancolía?, obviamente. Es un sentimiento que planea en este disco, como en las obras maestras de las que bebe y que firmaron Beach Boys, The Association, Big Star, Teenage Fanclub o Los Imposibles. Lo del esfuerzo, que lo cuente él mismo. «No te lo puedes imaginar. Costó mucho grabarlo, entre problemas técnicos, fantasmas digitales que borraron pistas enteras y la pandemia, que acabó de desbaratarlo todo. Al final lo acabé de grabar yo mismo en casa y Carlos Soler lo mezcló en el estudio para darle cohesión».

Pese a todo, reconoce que el esfuerzo valió la pena y se siente recompensado. «Me daba igual tardar más o menos, pero quería que el sonido fuera tan de verdad como lo que escucho cuando pongo a Burt Bacharach. Los violines sintéticos no suenan bien, por eso los instrumentos de las secciones de cuerda y viento son analógicos, es la única manera de recuperar aquellas sonoridades tan originales».

Y tanto. En una producción preciosista, con espléndidas guitarras campanilleantes, teclados resplandecientes, percusiones juguetonas, efectos relucientes y armonías vocales de ensueño, las canciones son instantáneas, coloridas y luminosas. Dignas de un auténtico orfebre del pop que busca la perfecta melodía, dulce, delicada, brillante y quebradiza como el caramelo. Adictiva como la alegría y entrañable como el primer amor. «Es un disco con un sonido familiar, acogedor, suena simpático porque quieres reconocer cosas que ya has oído antes. Remite a un lenguaje compartido por mucha gente que hemos escuchado el mismo tipo de música», explica.

Fans de Beatles, Byrds o Matthew Sweet, el que avisa no es traidor. Hank Idory presenta su disco el 6 de mayo en el Loco Club y hay expectación, porque se trata de uno de los mejores del año. «Será un concierto eléctrico, con banda y un montón de instrumentos», promete. «Necesito volver a sentirme normal y tocar delante de gente».

El sol es una Rickenbacker de 12 cuerdas. En los monzónicos días pasados, cuando peregrinábamos entre los establecimientos lavomáticos erigidos en nuevos templos, y adorábamos a las secadoras y nos postrábamos ante ellas, las canciones de Alegrete me salvaron de la locura inundándome el cerebro de calor y luz a través de unos auriculares que me aislaban de vergonzosas e inquietantes escenas en las que la peña discutía y luchaba por su turno para hacer la colada como gladiadores maleducados, pestilentes, húmedos y roñosos. «Con este disco quería llenar de pop el mundo a mi alrededor», revela. Por tanta belleza, gracias otra vez.