Julio César, centro del mundo romano

Hay mucha pasión, muchos anhelos y algún secreto entre las páginas de Roma soy yo. El personaje de César siempre me cautivó desde niño, pero la magnitud del personaje, su épica casi inabarcable, me abrumaban. Sentía que necesitaba armarme de muchos conocimientos sobre Roma, del antes y del después de Julio César, para entender los matices de un personaje destinado a cambiar el curso de la historia. Escipión me enseñó los acontecimientos que conducen a César: una Roma que derrota a Cartago, se transforma en una potencia a la que llegan inmensas riquezas, pero éstas no se distribuyen de forma equitativa y surge la tensión entre le pueblo y unos senadores que se transforman en una oligarquía opresora y corrupta. Julio César se alza contra esa oligarquía represora. Luego, mis novelas de Trajano y Julia Domna me enseñaron que después de César, todos los gobernantes romanos se miraban en él. Ahora ya podía empezar a narrar a César.

Primer secreto detrás del relato: Hitchcock

Pero, ¿cómo empezar? Mucho se ha escrito, y bien, sobre César. ¿Cómo acometer un nuevo relato sobre el personaje, cómo iniciarlo de forma original? Hitchcock decía que una película debía empezar como un terremoto y de ahí para arriba. Esto es aplicable a la novela y yo quería un gran terremoto para empezar mi saga sobre Julio César.

Recordé entonces que César, en sus primeros años de vida pública, actuó como abogado en los tribunales de Roma. Es una etapa relativamente desconocida y muy poco novelada. No era extraño que un ciudadano romano con aspiraciones políticas se diera a conocer en los tribunales.

Y así llego al año 77 a.C., al juicio contra el senador corrupto Dolabela. Este senador estaba acusado por los ciudadanos de la provincia romana de Macedonia por corrupción generalizada durante el tiempo en que éste fue gobernador allí, pero un macedonio, esto es, un no romano, no podía denunciar directamente a un ciudadano romano como era Dolabela, de modo que se buscan de un abogado que esté dispuesto a aceptar ser el fiscal acusador en la causa que quieren iniciar contra este senador. Pero Dolabela es millonario y ha contratado ya a los mejores abogados, ha comprado al tribunal de 52 jueces y es, además, muy violento. En este contexto, los macedonios no encuentran a nadie lo suficientemente loco. Hasta que aparece Julio César, inexperto abogado de 23 años, convencido de que hay que terminar con la corrupción senatorial.

Segundo secreto: ‘El padrino II’

Y así arranca Roma soy yo, pero ahora viene un segundo secreto: un juicio puede ser un muy apasionante hilo conductor, pero mis novelas se han caracterizado siempre por desarrollarse en múltiples escenarios, tener muchos personajes y grandes escenas de acción. ¿Cómo introducir todo eso en una sala estática de un juicio? Una vez más el cine me dio la clave, concretamente la película El Padrino II. Aquí se cruzan dos historias en paralelo: Michael Corleone y, una serie de brillantes flashbacks, la de su familia en su emigración desde Italia a las calles de Nueva York. Decidí emular esta estructura narrativa, de modo que en Roma soy yo el juicio es hilo conductor de la trama central, pero el lector viajará a la Galia. De este modo, desfilarán por estos saltos atrás en el tiempo Aurelia, la madre de César, Cayo Mario, su tío, quien lo instruye militarmente, Cornelia, su amada esposa, el propio Dolabela y su mentor, el terrible Sila, enemigos mortales de César y, por fin, Labieno, el leal amigo del protagonista. Historias que nos van a hacer entender mejor quién es quien en ese juicio en donde Julio César se jugó la vida y se transformó en un líder al que los senadores intentarán detener o asesinar.