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Fuera de compás

Fito, un cadáver entre la multitud

FITO, UN CADÁVER ENTRE LA MULTITUD Fernando Soriano

La tarde del sábado quedó perfecta para inaugurar la temporada de conciertos multitudinarios al exterior en la ciudad de València en su rockódromo por excelencia, el Auditorio Marina Sur. Unos 18.000 seguidores de Fito Cabrales no quisieron perderse el reencuentro con su ídolo que, después de siete años de silencio, ha publicado un disco nuevo titulado «Cada vez cadáver» que está presentando en una gira por toda España. Ambientazo en las inmediaciones del gigantesco recinto, con gente de toda edad, presencia y condición apurando sus meriendas-cenas sentados en trozos de césped, bancos y bordillos, bajo un cielo raso, una hermosa puesta de sol y el alucinante paisaje que mezcla el plácido vaivén de los mástiles de los veleros a un lado del escenario y el agitado trajín de contenedores y grúas futurísticamente iluminadas al otro.

Impresionaba la cantidad de personal que iba llenando la explanada y lo intergeneracional del asunto. Un público absolutamente transversal que acudió masivamente a la cita con el rock amable, agradable, pulcro, profesional, radiable y honrado del bilbaíno y sus Fitipaldis. Un sonido limpio de Stratocaster pellizcada, sabrosos solos de saxo y estribillos para corear sin complejos, con un bocata en una mano y una birra en la otra. Celebrando cada primer compás como un gol en el descuento y cantándolo todo de corrido con los ojos puestos en las tres pantallas gigantes, ante la imposibilidad de contactar visualmente con el escenario. Tal era el mogollón, que las colas para sacar tiques, pedir cerveza, comprar camisetas o ir a los baños se mezclaban, cruzaban y confundían de manera cómica pero desesperante.

Durante las casi dos horas y media de concierto dio gozo ver a Fito de vuelta, emocionado, divirtiendo divirtiéndose, recibiendo el cariño del público y regalando minutos en «Soldadito marinero», «Entre dos mares» o «Acabo de llegar», prolongando el placer de los presentes con invitaciones a la participación emotiva, con el duelo instrumental entre las cuerdas de Raya y los pulmones de Javier Alzola o subiendo a los teloneros Morgan para tocar juntos «Quiero gritar».

Cabrales puso, no obstante, especial atención en su último disco, posiblemente el mejor de su carrera. Un artefacto valiente, sombrío y descarnado en el que explora asuntos como el bloqueo del escritor, la pérdida de la confianza en uno mismo, la depresión, la tristeza, la angustia o el miedo al vacío creativo. Esta fue la parte del evento que más me gustó, personalmente. El Fito resucitado que puntea tremendo en la híper tensionada «Las palabras arden» o esa «Cielo hermético» que tiene de Tom Petty bastante más que la Rickenbacker de Carlos Raya, qué musicazo. Temas y temáticas que piden calor, cercanía y espacios más recogidos, como «A morir cantando», cuyo blues doliente se pierde entre la muchedumbre, al igual que la magnífica slide de «Cada vez cadáver» o la antigua «Abrazado a la tristeza», con su renovado e inquietante sabor a gótico sureño gracias a la voz y el sentimiento de Nina de Juan, vocalista de Morgan. El sábado por la noche quedó claro que Fito es un muerto cada vez más vivo, pero también que velatorios tan masificados podrían acabar matando ciertos aspectos interesantes y novedosos de su propio arte.

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