En 1968, un año después de la muerte de su representante Brian Epstein, los Beatles decidieron crear un sello discográfico para publicar sus propios álbumes y dar a conocer a nuevos artistas. John, Paul, George y Ringo formaban la banda más famosa del mundo y querían aprovechar su poder para que otros músicos demostraran su talento sin depender de managers y empresarios desalmados. Así los Beatles impulsaron la carrera de James Taylor, Badfinger, Mary Hopkins, Modern Jazz Quartet o Billy Preston, pero poco después de su separación en 1970, Apple dejó de publicar a otros artistas.

Un año después, otro artista llamado Luis Manuel Ferri Llopis y conocido como Nino Bravo decidía independizarse de su representante, el empresario José Meri, y tomar las riendas de una trayectoria cada vez más exitosa gracias a la repercusión de canciones como «Te quiero, te quiero» o programas de televisión como «Pasaporte a Dublín».

Cuando Nino Bravo tuvo el mismo sueño que los Beatles y quiso abrir una discoteca de ciencia ficción |

Lo primero que hizo Nino Bravo fue cederle a su padre, Luis Manuel Ferri, el control de su economía. Lo segundo, abrir en un piso del número 6 de la calle Isabel la Católica de València una oficina propia desde la que gestionar su carrera.

Cuando Nino Bravo tuvo el mismo sueño que los Beatles y quiso abrir una discoteca de ciencia ficción | Voro Contreras. València

Así lo cuenta Darío Ledesma en Nino Bravo. Voz y Corazón, una completa biografía sobre el cantante valenciano que acaba de publicar la editorial Milenio. «Aquella oficina iba a ser el principio de una escalada que a todas luces se antojaba imparable -explica Ledesma-. La idea era perfectamente realizable. El caché de Nino acababa de aumentar a cien mil pesetas por gala, lo que le permitía pagar el sueldo de las diecisiete personas que necesitaba a su cargo, incluyendo a los músicos».

Nacía así Producciones Artísticas Brani para ocuparse de organizar las giras de Nino por España y Latinoamérica, promocionar sus discos -que seguía publicando Polydor- o manejar su club de fans.

Cuando Nino Bravo tuvo el mismo sueño que los Beatles y quiso abrir una discoteca de ciencia ficción |

Pero además, Nino quería ayudar a los artistas valencianos a sobresalir en el panorama musical español como lo estaba haciendo él. «Deseaba -escribe Ledesma- hacer por otros lo que nadie había hecho por él: ofrecer una representación justa, confiable y sin engaños. De esta forma, las cosas empezarían a cambiar y València se convertiría en uno de los epicentros del mundo de la canción sin necesidad de que sus artistas tuvieran que desplazarse a Madrid o Barcelona en busca de una oportunidad profesional».

Con este fin Nino empezó a planear la construcción de un estudio de grabación en València y a hacerse cargo de la representación artística de grupos como Modificación, quinteto de rock progresivo que ya había grabado un single con EMI y que contaba con la impresionante voz solista de Juan Bau. Y aunque Bau dejó Modificación poco antes de entrar en Brani, la promotora de Nino Bravo siguió manejando la carrera del conjunto «de una forma profesional, sin trampa ni cartón», subraya Ledesma.

Brani también se ocupó de otras bandas valencianas de corte progresivo como Out y Control. Tal como recuerda el dibujante Ortifus, que fue bajista de Control, Nino empezó incluso a trabajar en la producción del segundo single de esta formación, pero el proyecto quedó truncado el lunes 16 de abril de 1973 cuando un accidente de tráfico segó la vida del artista.

Una voz al final del pasillo

Pero fue en un dúo llamado Humo -formado por dos jóvenes empleados de banca que en sus ratos libres componían sus propias canciones- donde Nino Bravo volcó sus ilusiones. Fernando Romero y Miguel Ciaurriz -los dos miembros de Humo-, habían quedado en las oficinas de Brani con Suco, el gerente de la promotora, para presentarle una maqueta. No sabían quién estaba detrás de Brani, pero mientras esperaban en la entrada de la oficina escucharon una voz que les resultó familiar.

«Sorprendido, le comenté a Miguel: “Esa es la voz de Nino Bravo”. Nos dijo que había estado escuchando las maquetas y le habían gustado mucho, y que quería hacer por nosotros lo que nadie había hecho por él. Su deseo era empezar a producir y ayudar a la gente de València».

Nino no escatimó en gastos para impulsar la carrera de Humo. «¿Tenían que realizar un reportaje de fotos para promoción? Llamaba al mejor fotógrafo de Barcelona para que se desplazara hasta València. ¿Debían vestirse adecuadamente para afianzar su imagen artística? Compraba su ropa en Gamborino, la mejor boutique del momento. ¿Era necesario que pernoctaran en Madrid durante las grabaciones? Se reservaban habitaciones en el Meliá», escribe Ledesma.

Y fue en uno de estos viajes con Humo a la capital de España cuando el BMW de segunda mano que conducía Nino se salió de la carretera a la altura de la localidad conquense de Villarrubio. Fernando, Miguel y el guitarrista Pepe Juesas sobrevivieron al golpe. Pero Nino falleció pocos minutos después en la ambulancia que le llevaba a un hospital en Madrid.

Resulta inútil imaginar qué hubiera sido de la pujante carrera artística de Nino Bravo si ese accidente no se hubiera producido. Tampoco sirve de nada pensar a cuántos artistas valencianos hubiera ayudado o grabado en su estudio y si alguno de estos podría disfrutar ahora del mismo cariño y reconocimiento que sigue despertando el músico de Aielo de Malferit casi 50 años después de su muerte.

La discoteca del futuro

Pero el del sello discográfico cien por cien valenciano no fue el único proyecto truncado por la muerte de Nino Bravo. Cuenta Darío Ledesma en su biografía del artista que en una de las habitaciones de la casa que Luis Manuel se había comprado en la calle Bachiller de València destacaba entre discos, instrumentos y premios la colección completa de novelas de Julio Verne, el escritor preferido del cantante.

Tan preferido era que Nino había decidido bautizar con el nombre del autor francés otro de sus ambiciosos proyectos: el de una discoteca que compitiera con otras salas ya consolidadas en València como Victor’s, Stop o Bony, pero con un concepto mucho más innovador y moderno. «Contaría -escribe Ledesma- con cuatro pistas y la decoración de cada una de ellas estaría basada en las novelas 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra, La isla misteriosa y De la Tierra a la Luna. En cada pista se escucharía un tipo distinto de música lo que, sumado al entorno exótico y misterioso, supondría un soplo de aire fresco en el ambiente musical valenciano».

Para bosquejar los detalles del proyecto deseaba contar con su diseñador de confianza, Alfredo Cot. «Quería hacer una discoteca “en plan bestia”, con mucho acero inoxidable, mucho cristal... muy futurista -recuerda Cot en el libro-. Me habló del tema, incluso me pidió que me pusiera a trabajar con unos planos que me proporcionó. Yo me puse a ello, estuve aproximadamente un mes y algo trabajando. Nino llegó a ver alguno de los bocetos pero, desgraciadamente, no pudimos culminar el proyecto».