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Fuera de compás

Cosas que Les Arts me enseñó

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Si has ido al Festival de les Arts, búscate en nuestra galería de fotos Germán Caballero / Eduardo Ripoll

Respondo al teléfono en medio del estupendo concierto que están dando Las Ginebras, sobre la una de la madrugada del domingo. Es una amiga que está dentro del recinto del Festival de Les Arts junto a veinte mil personas más. La algarabía es infernal. Arrecia la sepia. El globo ya es, francamente, ingobernable. «Fernando, que se me han follado los Lori Meyers». Madre del amor hermoso, pienso. Imposible, debe de estar hablando de manera figurada. Hace tan solo unos minutos que acaban de bajarse del escenario, no les puede cundir tanto. Igual solo se lo ha montado con Noni, el cantante. Ante mi estupefacción, Lola aumenta de manera alarmante el número de participantes en el acto sexual. «A todos, se nos han follado a todos». Me acuerdo de Janis Joplin cuando decía que durante sus espectáculos les hacía el amor a 25.000 personas diferentes y luego se iba sola a casa. Obviamente, se trata de una metáfora. Le doy las gracias por la información y la enhorabuena por irse satisfecha a casa. Una que se va arregladita. Cuelgo y se lo cuento a mis acompañantes. Están de acuerdo. El concierto del festival. Sólo por esa actuación ha valido la pena el precio del abono. Destellos orgásmicos en las miradas juguetonas.

El cantante de Miss Caffeina, Alberto Jiménez, en el concierto del sábado. | EDUARDO RIPOLL

Me alegro de que Les Arts todavía pueda proporcionar estas experiencias. Instalado en la estrategia de la sota, el caballo y el rey, el cartel es repetitivo y carece de figuras internacionales. Siempre tocan los mismos. Son grupos conocidos, con un sonido muy parecido, que gustan a casi todo el mundo y fomentan el buen rollo. Las entradas tienen un coste asequible. Se trata de un negocio. Personalmente no me gusta el festival, no existe una conexión emocional o generacional con lo que representa y la oferta musical me deja frío. Pero por mucho que rezongue no van a aparecer Nick Cave, Primal Scream, Pavement o Yo La tengo sobre el escenario. Quejarse es antieconómico. Ponerse exquisito en este tinglado es fatuo, absurdo. Por el amor del Dios, si hay varias despedidas de solteros y solteras alrededor mío. Se trata de una festividad más de las que tiene València, como las Fallas o la Feria de Julio. Estás aquí y lo tienes que contar. Diez horas fuera de casa con la cara de ajo a cuestas no te va a ayudar en nada. A disfrutar, nano. A ver si se te follan a ti también y, en la eyaculación, acabas expulsando esa barrera invisible pero pesada que te hace separar el arte y el entretenimiento, esos dos contrarios inmiscibles. Los críticos de cine ya lo consiguieron hace años.

En realidad, cambié el chip hace unas horas gracias a estos razonamientos y no a una sesión de sexo comunal. Después del primer litro de cerveza busqué mi mejor sonrisa y me dediqué a lo que todo el mundo. A vivir Les Arts. Pierdo a mis amigos, hago unos nuevos, vuelvo a encontrar a los viejos, les presento a los nuevos, me tropiezo con ex novias, compañeros de la facultad, padres del cole de mi hijo, me pinto el careto de mapache psicodélico, me peleo con la cobertura del móvil porque no me deja subir fotos al chat de compis de EGB, unos chupitos de Jagger al horroroso ritmo machacón que marca Delaporte, unos cristalitos para adonarme la barba. Donde fueres…

Recuerden que también hay música. Más allá del sublime concierto de los granadinos y su maestría para crear un pop clásico de estrofa, puente y estribillo, limpio y con querencias sesenteras, me quedo con la actuación de Miss Caffeina. Me sorprendió la capacidad de poner a bailar al personal con su rock potente y electrónico, con patrones rítmicos interesantes y fracturados y una gran guitarra. El diseño del show, espectacular. Decoración, proyecciones y trajes. Y qué actitud magnética la de su cantante Alberto Jiménez bordando el papel de frontman canónico.

Justo antes, la jovencísimas Cariño pusieron ilusión y agallas para entretener a miles de personas con su pop saltarín, urgente y chorreante de mala baba, recordando una de las máximas no escritas del festi: Puede que no sean las bandas de tu vida, pero si vienes lo pasarás bien.

Y es que existen eventos que no resisten un mínimo análisis intelectual o sociológico. Tampoco estoy seguro de que todos sean merecedores de recibirlo, porque no arrojan ninguna conclusión definitiva o interesante. Un cumpleaños, un festival, una paella familiar, una boda, los vives, los disfrutas y a otra cosa. Se relatan, se critican de manera constructiva, pero ya saben que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía, así que para qué renegar tanto. Renunciar a las expectativas te aleja de la decepción. A lo que no renuncié fue a comerme una suculenta hamburguesa a las tantas para combatir el hambre fulera. Comer es otro placer, como follar, pero te desbarata la operación bikini.

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