Hay tanto fan que rememora con deleite algún concierto mítico en el FIB que uno se pregunta si no ocurre como con el Mayo del 68, que hay más gente asegurando que estuvo allí que la que cabe en las grandes avenidas de París. Para Joan Vich, autor de ‘Aquí vivía yo’ esto ocurre por la «capacidad de leyenda» que tiene el Festival de Benicàssim y que no logran otros festivales: «Hay un montón de cosas que han sucedido ahí y que han pasado al acerbo popular, de manera que puedes haber visto a Belle and Sebastian en otros sitios pero en ninguno habrá sido tan legendario como el de la carpa del FIB».

En la primera edición, la de 1995, Joan Vich despachaba bebidas en una barra situada en lo alto del velódromo de Benicàssim que solo abandonó para disfrutar del concierto de Supergrass. En la de 2019, la última celebrada hasta hoy, este músico mallorquín, periodista, hostelero y ahora mánager, ya era el codirector del festival.

Habrás ido a muchos conciertos, pero ninguno tan mítico como el de aquel FIB | J.V.

En ‘Aquí vivía yo’ Vich ha trazado una «crónica emocional» -pero no nostálgica, o al menos, no demasiado nostálgica- de sus 25 años de trabajo en el FIB, de sus encuentros y desencuentros con artistas, mánagers y guardaespaldas, políticos, promotores, jefes, fans y hasta «dealers» más o menos oficiales que se dejan la mandanga abandonada en una habitación de hotel. «Con la historia de Frida (la «dealer») lo que he querido es mencionar el elefante en la habitación: hay drogas en todas partes y como los artistas se van a drogar, lo mejor que puedes hacer es recomendarles a alguien que no les va a dar basura».

Habrás ido a muchos conciertos, pero ninguno tan mítico como el de aquel FIB | C.RIPOLLÉS

El libro es una colección de vivencias particulares y privilegiadas pero contadas con un ánimo colectivo, dando paso a un montón de actores y actrices de reparto. «No es un libro intimista porque habla de un festival, y un festival es un disfrute en comunidad», confirma el autor. Quizá por eso, desde que Libros del K.O. lo publicó el pasado mayo, la respuesta del público está siendo «abrumadora, más positiva de lo que esperaba», asegura Vich. «El FIB -reflexiona- es más grande que la suma de sus partes y hay mucha gente que sigue manteniendo un vínculo emocional con él».

Las anécdotas que va desgranando son un gozo para cualquier aficionado a la música y otras materias relacionadas. Que si Lou Reed poniendo las cosas difíciles, que si Pete Doherty cobrando en efectivo y repartiendo los billetes entre sus colegas, que si Noel Gallagher disfrutando como un chiquillo del concierto de los Stone Roses, que si el tubo de metal que atraviesa de arriba a abajo el camión de los Kings of Leon en medio de un vendaval, que si Mendieta tocando la guitarra en un concierto realmente increíble, que si Carlos Fabra haciéndole la jugarreta maquiavélica a Francesc Colomer, que si Pedro Sánchez volando en avión presidencial para ver a The Killers…

«La polémica del Falcon me dio un poco de vergüenza ajena -critica Vich-. Hay muchos motivos para criticar a un presidente del Gobierno, y a Pedro Sánchez en concreto, pero que utilice el avión del Presidente no creo que sea el motivo».

Los recuerdos del autor surgen de las «entrañas» del FIB, lo que nos permite acercarnos a la personalidad de algunos ídolos, normalmente para bien -esa imprescindible reivindicación de Amy Winehouse-, aunque a veces también para mal, como ocurre con Morrissey y su famoso concierto cancelado a última hora sin que nunca quedaran claros los motivos. «Morrissey ha sido toda la vida una de cal y una de arena -reconoce-. Yo soy muy fan y sé que es una persona con un intelecto superior, pero a la vez me parece muy desagradable».

Pero además del anecdotario artístico, ‘Aquí vivía yo’ es una oportunidad de conocer cómo se monta, funciona y (casi) desaparece un evento multitudinario como es el FIB, que este año celebra su 26ª edición y que ya es un ejemplo de supervivencia en un mundo tan competitivo y abarrotado como el de los festivales en España. «La adaptación a los tiempos fue importantísima, aunque fuera a costa de tener que cortar las amarras con un público histórico que no se identificaba con la evolución que iba teniendo el festival».

Como público histórico se refiere a los dos tipos de indie -los «indietrágicos» y los «agroindies»- que poblaban las primeras ediciones y que se vieron poco a poco sustituidos por un público cada vez más heterogéneo y, sobre todo, «guiri». «El festival tomó la decisión de que tenía que seguir creciendo y sin los ingleses eso era totalmente imposible -afirma-. No hay público en España para tantos festivales».

Vich también reflexiona sobre si haberse situado en Benicàssim acabó perjudicando al FIB. «Al principio fue muy bueno por la relación que se creo entre el festival y la población. Pero luego se convirtió en un lastre. Mientras que en Madrid, Barcelona o Bilbao era fácil para el público encontrar zonas de alojamiento, en Benicàssim había que montar y desmontar un camping cada año».

De entre los cientos de conciertos que vio y, en algunos casos, disfrutó, Vich se queda con aquel de Björk de 1998 en el que acabó tocando la guitarra Raimundo Amador. «Me quedo con él por el aura mítica, por la leyenda. Ya hace casi 30 años y probablemente he visto conciertos mejores pero que no me han quedado tan marcados. Me sigue pareciendo escalofriante».

Y de entre los conciertos que no vio porque nunca se celebraron, Vich señala dos eternas apuestas que no resultaron -David Bowie y REM-, y añade a los Beastie Boys. «Para mí siempre fueron un objetivo clarísimo, pero nunca llegamos a ellos. Sí puedo decir que en 2013 o 2014 tuvimos a Prince confirmado y con el contrato cerrado, pero nos canceló antes de que lo anunciáramos».

Tal como cuenta Vich en ‘Aquí vivía yo’, cada año, cuando terminaba el último de los conciertos, sonaba de despedida el «Danubio azul». Reconoce que un poco sí echa de menos esa sensación de final feliz a pesar de los pesares que le provocaba aquella canción. «Lo identifico con tener un trabajo muy bonito. Pero pensar que para llegar allí en vez de estar contestando esta entrevista tendría que volver a hundirme entre emails y llamadas telefónicas, me quita las ganas».