Una de las claves de la venta de la colección Lladró a la Generalitat ha sido la intención de la familia de que este legado formado por 71 piezas no se disperse en diferentes propietarios. Este objetivo ha permitido que el gobierno valenciano haya adquirido la colección por casi la mitad del valor con la que fue tasada (de 6,8 millones a 3,7) pero también obliga al Museo de Bellas Artes a «repensar» su futuro Plan Museológico para darle cabida.
La ejecución de este plan estaba prevista para 2022, aunque ya a finales del pasado año el propio director del Bellas Artes, Pablo González Tornel, admitió que su ejecución se retrasaría. «El museo está ahora en proceso de adaptación al siglo XXI y vamos a ver de qué manera integramos la colección», señaló ayer el director a Levante-EMV.
González Tornel admitió que el destino de algunas piezas en el museo «tendrá que ser pensado en su individualidad», como es el caso, por su tamaño, de El pan de la vida, uno de los Sorolla que forman parte de la colección. «Pero el resto es pintura de caballete, que es más fácil de integrar».
Aun así, el responsable de la pinacoteca recordó que la operación ha consistido en una venta y no de una donación, con lo que no existe obligación por parte del museo de exhibir colgar todo lo adquirido. «De todas formas, ese puente ya lo cruzaremos», añadió González Tornel en referencia a que el futuro acomodo de las obras de la colección se realizará una vez hayan concluido los trámites burocráticos que hagan efectiva la adquisición.
Sea cual sea la selección final de obras a mostrar, González Tornel destacó ayer para Levante-EMV algunas de las más importantes como el Retablo de la Virgen María del Maestro Cubells «porque está íntegro y en un estado de conservación excepcional para ser del siglo XIV y porque ayuda a completar la narrativa de la primera pintura del gótico en el museo».
También resaltó como «piezas indiscutibles» la Virgen con el Niño que Alonso de Berruguete probablemente pintó durante su estancia en Italia a finales del siglo XV, y el bloque de obras de los Masip, especialmente el Ecce Homo pintado Vicent o la Sagrada Familia con San Juanito y el Pentecostés de Joan de Joanes. «El Bellas Artes tiene que hacer hincapié en este tipo de obras porque tiene que ser la institución de referencia en la escuela valencia», advirtió.
De la época barroca, subrayó que los «puntos más fuertes» de la colección Lladró son los dos Ribera, en especial el San Andrés, y los Zurbarán, sobre todo la Virgen de la Meditación, que «congeniará perfectamente con los Alonso Cano, Velázquez o Murillo que ya tenemos». Y del siglo XVIII destacó la incorporación de los Vicente López, con especial atención al Retrato de doña Ana Cabañero, por ser una pieza tardía con la que el autor valenciano conecta con el romanticismo.
De los Sorolla, destacó la «variedad» de épocas y estilos que reunieron los Lladró, y aisló dos piezas: El pan de la vida «porque hoy es muy difícil comprar un Sorolla de ese tamaño», y Labradora valenciana, «que tiene un tono modernista».
Por último, indicó dos pintores «brutales»: el José Mongrell de A los toros, «unlienzo con un encuadre modernísimo que parece el de una instantánea tomada en plena calle», y el Julio Vila y Prades de Mujeres en procesión, «que también parecen estar mirando a una cámara y coqueteando con el fotógrafo».