A pesar de su popularidad, el reguetón es, probablemente, el género musical actual más maltratado y controvertido. Si bien esas críticas podrían estar justificadas a la luz de un repertorio que acostumbra a cosificar a la mujer a través de unas letras extremadamente explícitas, también lo es que muchos de esos ataques proceden de un sector en el que abundan los prejuicios. Principalmente, aquellos relativos al origen latino de esta música, al empleo de variedades no normativas del español que mezclan jerga barrial con spanglish o al empleo de estructuras repetitivas que se perdonan en otros géneros musicales, como el rock o el blues, pero se critican con vehemencia en este caso concreto. Por otra parte, tampoco ayuda a la buena prensa del reguetón el que este sea un género musical que durante mucho tiempo ha operado al margen de una industria musical que, todo hay que decirlo, está en manos de compañías estadounidenses.

Para aportar sensatez a este debate en el que predominan las emociones exacerbadas de partidarios y detractores, el periodista argentino Pablito Wilson acaba de publicar Reggaetón. Una revolución latina (Liburuak, 2022), un ensayo repleto notas, listas de canciones y referencias que no se circunscriben al reguetón, sino que se extienden a diferentes ámbitos la cultura pop. "No voy a negar que hay un componente de marketing en el libro. Hay que vender ejemplares y el reguetón es un buen reclamo para ello, pero mi trabajo habla de muchas otras cosas para las que, de otra manera, nadie me habría puesto un micrófono delante", comenta Wilson que, en la siguiente entrevista, explica algunos aspectos de este complejo tema, con sencillez, humildad y una ausencia de dogmatismo muy de agradecer.

P. ¿Podría explicar brevemente qué es el reguetón?

R. Desde mi punto de vista, es un género musical portorriqueño con raíces en Panamá, Jamaica y hasta en África, como, por otra parte, casi todos los géneros musicales contemporáneos. Lo que hoy en día llamamos reguetón nace con el movimiento underground portorriqueño de los años 90. Ahí ya es posible encontrar cosas que suenan a reggaetón o que, sin sonar tanto a esa música que ahora conocemos, forman parte de esa escena que, a principios de los años 2000, comienza a dispararse con Tego Calderón, el artista al que los portorriqueños consideran el gran propulsor del reguetón, y al que siguió Gasolina de Daddy Yankee, que fue el primer parteaguas en ese estilo musical.

P. Históricamente, Puerto Rico y Panamá se disputan la autoría del reguetón. ¿Por qué se inclina usted por el primero? ¿Se debe a que, como comenta en el libro, Panamá no tiene el apoyo de la industria musical estadounidense que sí tiene el primero como Estado libre asociado?

R. Además de la influencia de Estados Unidos, en mi decisión ha tenido que ver el hecho de que en Panamá se hable de "reggae en español panameño". Personalmente, me cuesta pensar en el reggae en español como un género independiente. Aunque valoro su labor de pioneros y por más respeto que uno quiera tenerle a los panameños, lo que parece haber ahí es una escena en formación semejante a la de Puerto Rico en los 90, pero no un género musical como tal, sino, simplemente, otra forma de hacer dancehall jamaicano.

P. ¿Existe una conexión que una el reguetón con la tradición musical latina como la salsa, el merengue, el son, la bachata, la cumbia… o es un género original y nuevo?

R. No creo que haya nada original y nuevo hoy en día. Ni siquiera con el rock podríamos decir eso. Todas las músicas del Caribe están conectadas de alguna manera, hasta el punto de que los músicos de reguetón y los salseros se saludan de abrazos en los aeropuertos, incluso cuando no se conocen, porque vienen de realidades parecidas. En mi caso, soy un gran fan del soka de Trinidad y Tobago y las producciones de los artistas actuales del soka trinitario también tienen muchos puntos en común con el reguetón.

P. Por cierto, ¿qué sería lo correcto? ¿Reguetón, como reconoce la RAE, reggaeton o reggaetón? Usted opta por la tercera grafía, cosa que le afea Víctor Lenore en el prólogo del libro porque, según él, el movimiento es tan eminentemente latino, que también hay que españolizar el nombre.

R. Está muy bien eso de que Lenore me contradiga en el prólogo con un argumento súper válido y que me permite dedicar tiempo a discutirle. Evidentemente yo no tengo la última palabra, pero, cuando elegí «reggaetón», lo hice pensando en el respeto a los portorriqueños, que escribían reggaetón, pero sin la tilde. Yo sí se la pongo, pero si luego dijeran que la tilde no va, son ellos los que tienen la última palabra. Por lo que a mí respecta, me limité a abrir el debate y tomar mi postura, que no tiene que ser la de nadie más.

J. Balvin en concierto. SASHENKA GUTIÉRREZ

P. Otra de sus teorías recogidas en el libro es que, en su momento, ya el rock, el tango o el blues fueron criticados, tanto por el machismo y la violencia de sus letras, como por la lubricidad de sus bailes o de la actitud de sus artistas en el escenario. ¿Por qué tanta inquina entonces con el reguetón?

R. Aunque es cierto que, en los últimos años, ya hay artistas que han sido padres y que están haciendo un reguetón mainstream un tanto blanqueado, los chicos de siete y ocho años siguen escuchando canciones súper porno que se publicaron hace cuatro o cinco años. En ese sentido, creo que se tenían que haber regulado algunas cosas, pero no porque se trate del reguetón, sino como sucedería con cualquier otra música con letras tan explícitas. Aunque se intentó que las radios solo pudieran pasar determinadas canciones a las diez de la noche, al final no se hizo. Por eso, resulta hipócrita culpar ahora a los artistas por algo que no resolvió la gente que tenía que haberlo hecho en su momento. Si queremos solucionar esto, como sociedad debemos dar un debate mucho más serio.

P. Hasta el momento, las soluciones han sido las habituales en este tipo de asuntos: instar la prohibición, como hizo la senadora portorriqueña Velda González en 2002.

R. Y esa fue la segunda vez. El primer intento de prohibición fue a mediados de los noventa. La solución que yo propongo es un libro. Es decir, aportar la información para que debatamos de la forma más seria posible y con todos los elementos disponibles. No pretendo justificar lo que es injustificable pero, si lo que vamos a hacer es condenar el machismo, hagámoslo en todos los géneros musicales, no solo en el reguetón, porque también sucede en las baladas, la salsa, el rock o con cualquier otro estilo musical.

P. Aunque suele calificárselo de machista, su libro explica que, actualmente, ya hay reguetón feminista e incluso lésbico.

R. El reguetón lésbico nace cuando Chocolate Remix se abandera como una banda feminista y lésbica. Me encariñé con ese proyecto porque supone construir un nuevo mensaje a través de las letras ingeniosas que escribe Romina Bernardo, que es muy brillante y a la que han pegado muy duro porque le dicen que no son las formas, que sexualiza los cuerpos… Casualmente hace unos días, Guaynaa, antes de cantar su tema Rebota en un concierto, dijo: "voy a pedirles permiso a las mujeres para sexualizar sus cuerpos", la gente reaccionó bien y luego cantó la canción. Eso es muy simbólico porque tenemos que ser conscientes de que corremos siempre el riesgo de decir algo inapropiado, bien porque nos equivoquemos o porque la otra persona lo malinterprete. Por eso, lo mejor que podemos hacer como seres humanos es estar siempre con los ojos y los oídos bien abiertos para ver cómo podemos mejorar. Si luego la cagas, pues pides disculpas.

P. A pesar de la importancia cultural y económica del reguetón, parece que sus artistas estuvieran acomplejados por las críticas que se les hacen o que necesitasen obtener el reconocimiento de los sectores de la música erudita lanzando, por ejemplo, grabaciones con orquesta sinfónica. ¿No echa a faltar una actitud parecida a la del punk, donde no importaba el virtuosismo, el escándalo de la audiencia o las quejas de los medios de comunicación?

R. Puede ser, pero el punk, al menos el de clase media, es hasta cierto punto "progresista" si lo comparamos con el reguetón. Los reguetoneros son muy de derechas, muy conservadores en su forma de pensar. Mucha gente cree que Residente es socialista y yo no estoy para nada de acuerdo con eso. En lo que se refiere a la orquesta sinfónica, la idea ni siquiera salió de Don Omar, sino de Ender Vega, que fue el manager de Tego Calderón y de Fiel a la Vega, que es una de las bandas de rock más importantes de Puerto Rico. Como lo de la orquesta le funcionó con Fiel a la Vega, lo repitió con Don Omar. Al final, la idea de mezclar lo sinfónico con reguetón ni siquiera vino del propio género, sino del rock.

P. Para finalizar, ¿cómo cree que evolucionará el reguetón en el futuro?

R. Veo difícil que un artista de reguetón sea grande de aquí a cincuenta años. No por el reguetón en sí, sino por lo rápido que va todo actualmente. El locutor argentino Mario Pergolini dice que, hoy en día, es un disparate pensar la trascendencia de alguien a cinco años vista. A pesar de ello, sí hay artistas que han construido una imagen muy sólida. Maluma, por ejemplo, con su concierto en Medellín y la hazaña de haber llevado a Madonna allí, ha revitalizado su imagen. Incluso gente que fue muy ingrata con él en el pasado dijo: «¿cómo mierda no nos habíamos dado cuenta que teníamos un artista tan completo acá?». En mi opinión, ha llegado el momento de que Maluma grabe un MTV Unplugged. Sería una cosa increíble y es uno de los artistas que mejor lo podrían hacer.