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Tuéjar

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Las mujeres pioneras en el deporte que han conquistado Tuéjar NLM

Las palabras escritas en un muro son a veces como pequeños milagros que sacuden las conciencias. Gritos de libertad contra las tiranías. Mensajes de amor cuando el amor no se escribía con emoticonos y la pantalla era una pared entera abierta a la tranquila mirada de los parques. Goterones de pintura roja sobre un cuerpo acribillado mientras gritaba, precisamente, por esa libertad que para alguna gente es disfrutar de una birra mientras el mundo se hace pedazos. Me gusta ver cómo el arte ha superado fronteras y no sólo está en los museos, aunque sea cierto que dentro y fuera de los museos hay obras que me suenan a cachondeo o tomadura de pelo más que a otra cosa. Pero es eso un asunto demasiado complicado para que lo meta aquí, en esta columna de domingo, primera de agosto y con unos calores que por las noches disfrutan convirtiendo el sueño en una sudorosa pesadilla.

Hace mucho que no recorro los pueblos de la Serranía. Hubo un tiempo en que no hacía otra cosa. Los momentos difíciles de hace unos años nos juntaban para que la vida fuera digna y no un atraco. Cada día era un sobresalto. La naturaleza era como una selva amazónica amenazada por lo que algunos desvergonzados llaman progreso, como si el progreso consistiera en cambiar los caminos del monte por una senda donde hacen de su capa un sayo las excavadoras. Somos lo que la resistencia hizo de nuestras vidas. Los pueblos se están quedando vacíos. Pero sabemos que vivir en el culo del mundo es también una forma de coraje. Saber de dónde venimos es un compromiso que no podemos olvidar, y menos aún las generaciones que han venido luego. Ahora es verano y todo será fiesta por las calles y las noches. Es lo que toca. Pero no estaría mal que entre tanta alegría veraniega nos diésemos cuenta de que hay luminosos gritos de libertad escritos, desde hace muchos años, en las paredes de nuestra tierra. Y que «Había que proteger esta luz, / guardarla», como escribe Ida Vitale en un poema que habla de preservar la belleza de las cosas como una más que necesaria sobrevida.

TUÉJAR

La belleza de las cosas. Imaginar una realidad distinta, sorprendente, llena de nobleza. Lo acabo de ver en este periódico. Con la colaboración del ayuntamiento, las paredes del Complejo Deportivo Municipal de Tuéjar se han convertido en una biografía de mujeres pioneras del deporte. Miro las magníficas imágenes de la artista Nayra López Martos, los retratos y los breves textos explicativos de esas biografías. Y siento un orgullo grande al saberme cerca de ese pueblo, al saber allí, como si no hubiera pasado el tiempo, tanta gente amiga que ya forma parte imprescindible de mi vida. Nos conocimos cuando todo era una emboscada y fuimos dejando pedazos de nosotros mismos incluso mientras sonaban incansables las alegres orquestas del verano. Los pueblos y las gentes de la Serranía crecimos corazón adentro a pesar de que menguaran los censos porque vivir en según qué sitios es cada día más difícil. Ahora veo cómo las mujeres llenan los muros del polideportivo municipal de Tuéjar para gritar bien alto que la palabra es suya, que la historia del deporte también se escribe con nombre de mujer, que, ahora que está en auge el fútbol femenino, hubo una futbolista llamada Conchi Amancio que en 1971 era la capitana de la selección española y consiguió marcar en una temporada la friolera de seiscientos goles.

Pequeños gritos que surgen de donde habitan los sueños que nunca hemos visto corrompidos. La belleza de la que hablaba Ida Vitale es como un puzle cuyas piezas hemos de ir reconstruyendo cada día. Hace tiempo que no voy carretera arriba para detenerme un rato por los pueblos de la comarca y los abrazos. Y eso no es bueno. La vida está llena de revueltas y me conozco de memoria las que, incansablemente, ha tenido que dar la Serranía para no morirse de asco. El futuro es a veces un cuento chino que nos cuentan para que no nos ocupemos del presente. Por eso cuando encuentras una pared llena de historias que honran el lado más hermoso de lo humano sientes que ese presente no se va a pique, que la imaginación es también una manera de rendir homenaje a una realidad comprometida con el tiempo que nos toca vivir, que conocer lo bueno que hubo antes nos hace seguramente mejores entre tanto descrédito moral que nos ofrecen, como si fueran dioses o simples caraduras, algunos siniestros personajes que confunden lo público con sus intereses particulares.

Uno de estos días subiré a Tuéjar. Como tantas veces hice por toda la Serranía antes de que la vida y los libros que escribo me llevaran por sitios demasiado lejanos en los mapas. Las raíces están ahí, siempre han estado ahí. A pie de calle me esperan los amigos de siempre. Y esos abrazos que nos debemos para que, en los calendarios del afecto, hasta los seiscientos goles de Conchi Amancio nos parezcan pocos. El grito en las paredes de nuestra tierra va a seguir donde siempre. Y nunca lo vamos a borrar. Nunca.

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