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Salvador… de Doña Concha

Salva Bolta.

Para Manuel

Nos conocimos a comienzos de los 80, gracias a un amigo común, el actor Ángel Burgos. Era un momento de ebullición cultural como nunca se había vivido aquí: en el teatro, la música, las artes plásticas, la danza, el cabaret, en el Micalet, la Escalante, los Ensems, la Parpalló, el Principal, la Institución Alfons el Magnànim, la Belle Époque, el Palau de la Música, etc. 

Salva Bolta terminó sus estudios en la ESAD y debutó en Flor de Otoño, dirigido por Díaz Zamora. Con tenacidad envidiable, su innata vocación lo impulsó a la búsqueda de otros desafíos. Estaba predestinado desde sus primeras vivencias en Alboraia

Después vinieron aquellas revistas magistrales: De perdidos al río y Hasta aquí llegó la riada, de Juli Leal. Siguieron La burbuja, Tutú Droguería, Barraca o el Palau de la Música. Y de ahí su decisivo salto al CDN, como mano derecha de Gerardo Vera o los trabajos líricos en el Liceu o en el Campoamor. Su carrera fue imparable e impecable. 

Pero mi vivencia profesional llegó cuando, desde el Ayuntamiento de València, le propusieron montar, de la nada, el Museo Concha Piquer, en su propia casa natal del barrio de Sagunt. Él sabía lo que quería, pero ansiaba conocer al detalle la historia de la cantante, sus orígenes, la aventura americana con Penella, su vuelta a España y su transformación en la gran figura de los escenarios de la postguerra. Ángel Burgos volvió actuar de correa de transmisión. Salva conocía la información (recortes, fotografías, entrevistas) que yo guardaba y en la calle Avellanas, «donde ya preparé una cena», empezamos a hilvanar el «rescate» de Doña Concha

Una estancia del Museo Concha Piquer.

Una estancia del Museo Concha Piquer. L-EMV

Salva se entrevistó en Madrid y en la finca de Ávila, con Conchita Márquez Piquer, heredera de la artista, para recabar información y logró que cediera objetos, vestuario, fotografías, afiches y por supuesto, varios baúles para exhibirlo y dar una base escrupulosa al aquel espacio de dos plantas. El ayuntamiento había comprado y reformado la casa original, deteriorada por el tiempo y el abandono. Darle vida fue todo un reto. Y Salva lo hizo, 

Más el mayor logro fue cubrir las paredes de cientos de paneles de 20 x 20 cms, tan fáciles de encajar como de quitar, y allí adhirió el material fotográfico y al lado, arriba o abajo, mis textos explicando la historia desde el bautizo en la Iglesia de Santa Mónica hasta que fallece en su piso de la Gran Vía madrileña. Varios de sus trajes más icónicos fueron dispuestos en vitrinas de tamaño natural y Salva recreó con un gusto exquisito una mesa y un espejo de camerino y amuebló el piso superior con total esmero.

El museo solo se puede visitar de 10 a 14 horas, y no abre el sábado por la tarde ni el domingo

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Pasamos muchas tardes en su piso de la calle Alicante, donde nos «esperaban» La niña de Puerta Oscura, Candelaria la del Puerto e incluso, La Lirio, auténticos hits de su repertorio, de más 300 canciones. Quisimos que las visitas al museo tuvieran el fondo musical de la propia Piquer y, asimismo, un televisor para mostrar imágenes de archivo, espectáculos y sus películas. Afortunadamente se logró.

A lo que no accedió el ayuntamiento fue a instalar una pequeña placa lateral con los nombres de los responsables de la instalación. Nunca supimos por qué. Solo en la revista Hello Valencia, de febrero 2002, Laura Torrado nos dio el crédito merecido. El museo se puede visitar pero únicamente de 10 a 14 horas. Increíble, pero cierto, ni sábado por la tarde ni domingo abren las puertas. 

Salva, amigo, amabas tu ciudad y su cultura. Por eso, hace menos de un año quisiste volver. Para quedarte.

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