En 1998 se publicó Tomorrow Comes Today, la primera canción de Gorillaz, banda cuyos componentes eran dibujos animados porque según Jamie Hewlett, co-creador del grupo junto al líder de Blur Damon Alban, «quiero que sea para niños. Ellos son los que no les importa quién está detrás. Creen que es Gorillaz, lo aceptan tal cual». Aunque a los seguidores del brit pop la propuesta les debió parecer de lo más novedoso, la idea era más vieja que el hilo negro. A finales de la década de 1960, ya habían aparecido The Archies, una banda cuyos miembros también eran dibujos animados aunque en esa ocasión, además de a los niños y adolescentes, estaba orientada a los padres que, preocupados por los contenidos culturales que consumían sus retoños, empezaban a reclamar un control sobre las letras de las canciones pop como ya habían hecho con las películas de Hollywood y los cómics a través del Código Hayes y la Comic Code Authority, respectivamente.

Siempre atento a la evolución del mercado musical, Don Kirshner, uno de los ejecutivos discográficos más relevantes de ese momento, creyó tener la solución: lanzar un grupo que satisficiera a los oyentes más jóvenes, a sus padres y que no pudiera escapar nunca del control absoluto de la industria. En definitiva, una banda formada por robots, marionetas o dibujos animados. Se decidió por estos últimos.

En todo caso, la idea de Kirshner tampoco era una novedad. Desde finales de los años 50, The Chipmunks (Alvin y las Ardillas en castellano), habían sacado varios discos con canciones destinadas al público infantil e incluso el propio Kirshner había probado una fórmula parecida cuando se le ocurrió lanzar una serie animada para The Monkees. Sin embargo, no era eso lo que buscaba porque, mientras que existiera una banda de carne y hueso detrás, el producto seguía estando fuera de su control absoluto. El mejor ejemplo de ello eran The Beatles que también habían tenido una serie de de dibujos animados para televisión y hasta una película, Yellow Submarine, en la que, entre otras canciones, sonaba Lucy in the Sky With Diamonds, toda una oda al LSD.

Nacido en 1934, Don Kirshner había sido uno de los pioneros de la música pop en Estados Unidos. Compañero de instituto de Bobby Darin, a principios de los años 50 se asoció con Al Nevins para fundar la editorial Aldon Music, para la que trabajaban muchos de los compositores del brill building. Músicos como Carole King, Cynthia Weil, Neil Sedaka o Gerry Goffin que firmaron clásicos como The Loco-Motion, Da Doo Ron Ron, Be My Baby, A Teenager In Love o It’s My Party. Entre esos músicos en nómina también estaba Jeff Barry, autor de clásicos como Who Put The Bomp, canción basada en onomatopeyas, a medio camino entre el doo-wop y la canción novelty que posteriormente derivaría en el bubble gum sound, o lo que es lo mismo, el sonido chicle por lo pegadizo del mismo.

En 1961, fecha de aparición de Who Put The Bomp, la estricta política de la Comic Code Authority ya había retirado de los quioscos de Estados Unidos todos aquellos tebeos que, por su contenido violento, sexual o relativo a las drogas, no cumplían con su código moral. Entre los títulos que habían sobrevivido a la criba estaban los cómics de Archie, un joven estudiante de secundaria de la localidad de Riverdale cuyas inocentes aventuras giraban en torno a sus estudios en el instituto y el triángulo sentimental que mantenía con su novia Verónica Lodge y su ex, Becky Cooper.

«Lo importante es la imagen de Archie, que todo el mundo sabe que es buena, limpia y sana. Sin esa imagen, no somos nada», declaró en 2004 a The New York Times Michael I. Silberkleit, presidente de Archie Comics Publications.