«Me llaman el asesino del cante o algo así, estupideces de esas». Enrique Morente, en 1973, con 30 años y una carrera incipiente en el flamenco, contaba así al periodista José María Velázquez-Gaztelu, en la serie documental Rito y geografía del cante de RTVE, cómo le describían los sectores más conservadores del flamenco. «Tú has llegado a un punto que de alguna forma cambias el sentido tradicional del cante. ¿Qué futuro le ves, si sigues así?», continúa el periodista. «Pues en realidad yo canto también muchas cosas muy tradicionales todavía, y quiero algún día dejar de cantarlas y cantar músicas mías, a mi forma, a mi manera», respondía el joven cantaor.

Aún quedaban cinco años para la grabación de Despegando, el disco que contenía Estrella, un cante que supuso un punto de no retorno para Morente. Pero todavía tendrían que pasar varias décadas hasta que publicase Omega (1996) junto al grupo de rock Lagartija Nick, que hoy se cita como referencia y que ha acercado al flamenco a muchos jóvenes ajenos a lo jondo, pero que en su día ni se vendió ni fue valorado.

Nadie duda hoy de que Enrique Morente es un pilar del flamenco de finales del siglo XX. Tampoco que lo fue Camarón de la Isla, imitado hasta el hartazgo, creador de un cante, la canastera, y protagonista de otro disco citado constantemente como referencia, La leyenda del tiempo, publicado en 1979. Ambos cantaores fueron capaces, a través de una búsqueda personal que daba salida a sus propias inquietudes, de introducir maneras de hacer el cante que supusieron una revolución y hoy son consideradas clásicas. Abrieron así las puertas al flamenco que se hace en la actualidad. Hoy, las técnicas de grabación y la puesta en escena del flamenco han cambiado mucho. El ropaje sonoro que envuelve al cante, también. Pero, ¿qué pasa con el propio cante? ¿Quién va a liderar la revolución del siglo XXI? ¿Hay alguien que lo esté haciendo ahora y vaya a suponer un nuevo camino?

Niño de Elche, Rosalía, Rocío Márquez, Rosario la Tremendita o Tomás de Perrate son algunos de los nombres que surgen cuando se habla de otra manera de hacer las cosas con la voz. Todos están desarrollando un discurso artístico que parte del flamenco pero que pretende colocarlo en otros lugares, mezclado y enriquecido con otras disciplinas artísticas. «Es curioso», dice Pedro G. Romero, estudioso de la genealogía del flamenco, asesor de artistas flamencos y miembro fundador de la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos, «porque las primeras críticas a Rosalía decían de ella lo mismo que se decía en los años 70 de Lole y Manuel: que eso no es flamenco, por entender que el flamenco es sólo la manera en que se ejecuta la voz desde el campo que ha acuñado finalmente el canon, que viene del Concurso de Cante Jondo de Granada de Lorca y de Falla de 1922, y que se caricaturiza casi con el mairenismo. Pero al flamenco se llega de muchas maneras».

A Chema Blanco, director de la Bienal de Flamenco de Sevilla y director artístico del Festival de flamenco de Nimes, sin embargo, le cuesta reconocerlos como precursores de una revolución en el cante. «Yo desde Enrique Morente creo que no ha habido nadie», sostiene. «Lo que hace Niño de Elche tiene que ver más con lo performático, por ejemplo, aunque se alimenta de la voz, pero también mucho de la escena. A Rosalía, si le quitas el ropaje sonoro, que es lo verdaderamente innovador, te queda cante tradicional. Morente era pura construcción del cante».

¿Y qué hizo tan especial Enrique Morente? En Rito y geografía del cante, tras las declaraciones reivindicando su propio camino, el cantaor interpreta, acompañado a la guitarra por Manolo Sanlúcar, una seguiriya. Vista hoy, esa seguiriya no implica ninguna novedad: es una seguiriya canónica, recreada una y un millón de veces. Pero la manera de hacerla sí supuso un cambio. «Entonces se consideraba que la seguiriya era un cante casi libre -cuenta Romero-. Enrique Morente le incorpora los tonos de los cantes de Andalucía oriental: el taranto, la malagueña, los cantes de levante. Esto hoy lo damos por hecho, pero fue una novedad enorme». Respecto a Camarón, el estudioso explica que «Camarón imprime cierta velocidad a algunos cantes. Sigue la escuela de Manolo Caracol, pero incorpora todo eso que estaba un poco en la periferia del flamenco y estaba naciendo en su tiempo: la rumba catalana, la rumba de Caño Roto o de Las Grecas, y eso le da velocidad a su manera de cantar algunos palos».

«Estos cantes de ahora, cada uno tiene sus pegas», decía en 1973 la cantaora jerezana Tía Anica la Piriñaca a las preguntas de José María Velázquez-Gaztelu en Rito y geografía del cante. «¿El Camarón ese? Ese no sabe cantar por seguiriyas con lo cantaor que es».

¿Quién dice qué es?

El flamenco nace mestizo en el siglo XIX, consecuencia de una amalgama de folklores y estilos musicales que conviven en las periferias de la sociedad, en la zona de la Baja Andalucía. En eso hay pocas dudas. Es un arte que pervive y crece gracias, en primer lugar, a la tradición oral y esto, que a menudo se olvida, es lo que permite que sea un arte vivo, que se vaya transformando a través de sus propios intérpretes. «Lo que ocurre con la tradición oral es que funciona, por exagerar un poco, como un teléfono escacharrado. Uno va diciendo una cosa y esa cosa se va transformando». Pero el flamenco «puro» que reivindican algunos, el canon actual del flamenco, se genera un tiempo después. «Lo que fija de forma radical lo que hoy en día todo el mundo entiende como el flamenco son las grabaciones», afirma rotundo Romero.

Con la generalización de las grabaciones, a partir de los años 50 se impone una manera de hacer las cosas. El cantaor Antonio Mairena, que defendía ser un investigador de cantes perdidos u olvidados y fue una de las figuras más importantes del flamenco, tendría un papel fundamental en la fijación del canon. Muchas de las antologías que se grabaron desde entonces recogían formas de hacer el cante que se habían transmitido de viejos a jóvenes, pero en esa grabación, que tenía algo de creación, quedaron fijadas esas formas para siempre. «Por muy extraño que parezca, ha seguido dominando la teoría de que el flamenco viene ya hecho desde la eternidad, pero que había estado escondido», se queja Zoido. «Bueno, esto es mentira. El flamenco lo ha tocado todo el que ha podido y se le ha puesto en la cabeza tocarlo. Antonio Chacón lo tocó todo y lo tocó muy bien».

El siguiente momento clave, considera Romero, es la aparición de YouTube.