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Entrevista
Juan Mayorga Dramaturgo, premio de las Letras 2022

"Palabra y silencio son fundamentales, pero lo que nos hace falta es voluntad de escucha"

"El poder quiere controlar el lenguaje, pero no solo para censurar, sino porque continuamente realiza actos de educación para reconducirnos"

Juan Mayorga. Ricardo Solís

Juan Mayorga (Madrid, 1965) es, sin lugar a dudas, uno de los dramaturgos contemporáneos que trascenderá a la categoría de clásico. De hecho, ya lo es: sus obras son materia de estudio para escolares y se representan por todo el mundo. Autor, director, fundador del grupo de escritura teatral "El Astillero" y de la compañía "La Loca de la Casa", también de la Academia de las Artes Escénicas de España; en 2007 recibió el Premio Nacional de Teatro y en 2019 ingresó en la Real Academia Española (RAE); a principios de este año asumió la dirección artística del Teatro de La Abadía y el Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Filósofo y matemático –es socio de honor de la Real Sociedad Matemática Española–, Juan Mayorga es el ganador del premio de las Letras de la edición del "Princesa de Asturias" de 2022. El 28 de octubre, en la ceremonia de entrega en el teatro Campoamor, tomará la palabra; no quiere pecar de indiscreto, aunque adelanta que durante la Semana de los Premios su agenda está repleta de actos en los que tiene puesta mucha ilusión.

El 28 de octubre se estrena "Silencio", con Blanca Portillo, en el teatro Palacio Valdés, un texto basado en su discurso de ingreso en la RAE. ¿Cuál es la función del silencio en el teatro? ¿Es el silencio la culminación de una obra?

Mi discurso quiere ser, de algún modo, una respuesta a esa pregunta sobre el valor del silencio en el teatro. En un momento del discurso digo que el silencio más importante es el del espectador y puede que llegue después de la puesta en escena, cuando el público ha recogido toda la experiencia que contiene la representación y la reconduce a su propia vida, y puede ser que una obra lleve a un espectador al silencio. Hay espectadores que se quedan en silencio, y que necesitan ese tiempo de silencio después de ver una obra.

¿Hay silencios más poderosos que cualquier palabra?

Yo, una y otra vez, me enfrento a la insuficiencia de mi palabra, a la impotencia para recoger la experiencia en palabras. El silencio es fundamental en nuestras vidas y en la mía lo es también. Hay una frase que resuena especialmente en los espectadores cuando la pronuncia Blanca Portillo, de pequeño me citaron la frase de Kempis: "Mil veces me arrepentí de haber hablado y nunca de haber callado", que yo convierto en "mil veces me arrepentí de haber hablado y mil veces y una de haber callado". El silencio tiene muchas caras y hay silencios valientes y cobardes, nobles e innobles. Ni mi discurso ni la obra son un elogio del silencio, hay silencios detestables y otros dignos de elogio.

El silencio da miedo. ¿El arte, y el teatro lo es, sirve para llenarlo?

Parece que domina un horror vacui según el cual hay que llenarlo todo y proscribir el silencio, y llenarlo todo no solo de palabras sino de ruido. Es muy importante reivindicar el silencio, custodiarlo, darse a uno tiempos de silencio, cuidar esos tiempos de silencio, hablar con uno mismo.

¿De qué estamos más necesitados, de la palabra o del silencio?

Son fundamentales ambas, pero lo que nos hace falta es voluntad de escucha. Es urgente, necesario ante todo, que antes de decir una palabra nos mostremos hospitalarios a las palabras y las razones del otro. La escucha es una cualidad extraordinaria cuando no es forzada ni impuesta por el soliloquio del poder. Cuando uno elige la escucha y elige atender la palabra del otro está realizando una maravillosa acción de humanidad. La humanidad se constituye en buena medida en la escucha del otro y requiere el silencio propio, no interrumpir al otro, escuchar sinceramente al otro, no escucharlo para vencerlo, para buscar la posición más débil de su argumento.

En una de sus últimas visitas a Asturias mantuvo un encuentro apoteósico con jóvenes. ¿Hay público joven en los teatros? ¿Hay que escribir pensando en ellos?

Recuerdo aquella mañana en Avilés... He tenido dos encuentros con jóvenes muy gozosos en teatros de Avilés, uno en el Niemeyer y otro anterior en el Palacio Valdés. Fueron experiencias muy bonitas para mí y en ambos aprendí cosas, muchas cosas, que aquellos jóvenes habían encontrado en mis piezas. Solo he escrito una obra para niños, "El elefante ha ocupado la catedral". El teatro que escribo es para adultos, para personas formadas, para personas a partir de los 13 años. Sé que obras como "La tortuga de Darwin", incluso "Himmelweg", han sido leídas, incluso interpretadas, por chavales. Precisamente en estos días, reflexionando sobre los Premios, he recordado mi llegada al teatro como espectador adolescente y que me encontré con un teatro exigente, precisamente porque era respetuoso conmigo. Nos equivocamos si intentamos adaptar formalmente y rebajar contenidos para acercar el teatro a los jóvenes. Los jóvenes agradecen que nos relacionemos con ellos con respeto.

Volviendo a lo de los soliloquios del poder, en su discurso de ingreso en la RAE decía que la expropiación de la palabra por el poder es el tema político fundamental del teatro.

La cuestión política por antonomasia es el lenguaje. El poder quiere controlar el lenguaje y no solo porque realice actos de censura, sino porque continuamente realiza actos de educación, para reconducirnos, para guiarnos hacia lo que le es útil. Como escritor y ciudadano intento preguntarme cada día quién escribe mis palabras, quién escribe el texto que escribo. Es significativo que, una y otra vez en la historia del teatro, observemos como aparece el conflicto en tono a las palabras como conflicto político decisivo. En el discurso de la RAE llamo la atención sobre "Antígona", una obra en la que el qué se puede decir y qué no constituye el corazón de la obra. Creonte no solo prohíbe a Antígona enterrar al hermano proscrito, sino que, fundamentalmente y además, le advierte contra la publicidad de ese acto, y Antígona no solo quiere enterrar a su hermano sino hacerlo de forma pública para romper el monólogo de Creonte, quiere que aparezcan voces disidentes. Se trata de cómo el poder intenta expropiar a todos los demás de palabra y de la pelea por la palabra, que es la lucha por alcanzar una voz y que se oiga.

Dicen que nunca da por acabados sus textos, que está continuamente retocándolos.

No es que los reescriba, es que estoy escribiéndolos permanentemente. Voy a tener el gusto, con motivo de la Semana de los Premios, de volver a poner en escena en Avilés "La lengua en pedazos". Esa obra se estrenó en Avilés y fue mi primer estreno como director, pues quien fuera testigo de aquella representación se encontrará con que el propio texto se ha ido transformando, y aparecen frases nuevas. Hay una que me importa mucho: "La oración nadie puede tacharla", dice Teresa a su antagonista, el Inquisidor, que quiere acotar lo que ella escribe y le da a leer. Lo que Teresa está diciendo es que hay una escritura interior, la más importante, que ningún censor puede tachar.

Una obra sobre Teresa de Jesús.

Es una obra sobre una mujer extraordinaria y lo es también sobre el lenguaje y sobre lo que se puede y no decir, sobre los límites del lenguaje, sobre lo inefable. La mística nace como paradójico esfuerzo de alcanzar lo inalcanzable, por eso siempre acaba en el silencio. Y también trata sobre el poder de las palabras y del poder frente a las palabras. El Inquisidor visita a Teresa para que cierre el convento de San José y para limitar las palabras de Teresa.

No le faltan premios y ahora recibe el "Princesa de Asturias" de las Letras. ¿Aún le importan?

Un premio ha de tomárselo uno no por lo que ha hecho, sino por lo que ha de hacer, es una exigencia. Para mí es importante que venga de Asturias, es importante la calidad de los miembros del jurado, la calidad de los premiados este año y en ediciones anteriores. Y me ilusiona que venga de Asturias porque, no siendo de ahí, la vida me ha ido acercando a ella, desde que estrené aquel primer espectáculo en Avilés. Asturias ha sido muy generosa conmigo y sigue siéndolo. Y con este premio se ha querido premiar la literatura dramática, a la que a menudo se le niega el reconocimiento que merece.

¿Pronunciará un discurso durante la ceremonia del Campoamor?

Me han invitado a hacerlo, y será un honor hacerlo en un marco tan bello y en una ocasión tan relevante.

Antes tiene una agenda apretada, de estrenos y compromisos con el Teatro de la Abadía.

Hace unos meses asumí la dirección artística del Teatro de la Abadía y me ilusiona mucho. Dirigir un teatro es uno de los trabajos más bellos del mundo, pocas cosas hay más hermosas como imaginar ocasiones de reunión, y además me permite acompañar el trabajo de otros compañeros y la creación de otros creadores. Queremos hacer algo importante allí, que sea un espacio en el que cuánto hagamos este marcado por esas cualidades que el jurado del premio "Princesa de Asturias" ha querido ver en mí: acción, emoción, poesía y pensamiento.

¿Y proyectos?

Estoy trabajando en una obra que se titulará "María Luisa" y la estrenaré en primavera. Antes se estrenará en El Matadero "Amistad", dirigida por José Luis García Pérez, y "Silencio" y "La lengua en pedazos" son giras que siguen vivas, "Silencio" hasta marzo. Además, hemos estrenado "El chico de la última fila", dos montajes de "Himmelweg" y en el extranjero se está haciendo mi teatro, y mucho.

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