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"Guastavino tenía fama de golfillo"

Francisco Agramunt publica con la Diputació de València un libro sobre el arquitecto valenciano

El arquitecto valenciano Rafael Guastavino. Levante-EMV

Una biografía, una novela sobre su figura, un documental y hasta una estatua en la recién estrenada plaza de la Reina de València. Son algunos de los «homenajes» que el arquitecto valenciano Rafael Guastavino (València, 1842-Asheville, Carolina del Norte, 1908) ha recibido en los últimos años. «Ha sido un auténtico boom en los últimos 10 años», sostiene Francisco Agramunt, autor del último libro que se ha publicado del conocido como «el arquitecto de Nueva York».

Sin embargo, su libro L’arquitecte que va tabicar el cel -que publica la Diputació de València en la colección Bocins y que se ha presentado este jueves- no es fruto de ese interés repentino por Guastavino, sino que se remonta a hace más de dos décadas. «Hace 25 años que empecé a investigar sobre la obra y vida de Guastavino», explica el historiador y académico Francisco Agramunt. Fue el primero al que le publicaron, precisamente en Levante-EMV, un artículo sobre Guastavino. Y no sería el último pues le seguirían muchos más en otras muchas revistas científicas. 

Agramunt se muestra humilde respecto a su obra a la que no califica de biografía, sino más bien de «guía didáctica» ya que asegura que lo que ha hecho ha sido «diseñar un libro que recopila todo lo publicado sobre Guastavino. Servirá a los universitarios para elaborar sus libros», señala.

El libro de Francisco Agramunt que publica la Diputació de València. Levante-EMV

Su investigación le llevó a EE UU, donde Guastavino firmó algunos de los proyectos más significativos de su carrera. Viajó Agramunt a Nueva York (ciudad que le debe al arquitecto valenciano, entre otros, las entrañas de la imponente Estación Central), Boston y Asheville, donde Guastavino murió a los 65 años.

En sus investigaciones de hace 25 años, además, de leer y viajar, Agramunt se puso en contacto con estudiosos y familiares del arquitecto, «los pocos que quedaban ya». Y le fue más fácil encontrar datos sobre su obra que sobre su vida privada. «Tenía fama de mujeriego y eso la familia no quería que se resaltara», dice el historiador. En ese aspecto «tuve muchas dificultades, tuve que consultar mucha bibliografía sobre él», recuerda. «Hay pocos datos sobre su vida o tergiversados», lamenta.

En su afán por arrojar luz sobre la vida y obra de Guastavino, que tampoco era especialmente conocido ni si quiera en EE UU hasta hace relativamente poco, Agramunt ha podido incluso fotografiar por primera vez la cripta en la que está enterrado el arquitecto, en la basílica de San Lorenzo de Asheville.  

Agramunt destaca que la figura de Guastavino no ha sido conocida hasta hacer relativamente poco. «Ni siquiera en EE UU. Cuando visité la Biblioteca Pública de Boston [obra de Guastavino] te dan un folleto sobre su construcción y su nombre no aparecía por ninguna parte. Me ha pasado varias veces», lamenta Agramunt. «Guastavino ha sido un boom de los últimos 10 años. Antes nadie sabía quién era». 

El académico justifica ese repentino interés en el arquitecto valenciano en el trabajo de los investigadores porque «era un personaje ‘atípico’, con fama de mujeriego y de tener muchas amantes». De hecho, Agramunt asegura que Guastavino «ganaba mucho, pero también se lo gastaba, tenía fama de golfillo, de vividor. El que puso orden fue su hijo».

Agramunt asegura que «todavía queda mucho por investigar» sobre el ‘arquitecto de Nueva York’, el que tabicó el cielo con sus bóvedas, pero que murió en una ciudad de Carolina del Norte, en su cabaña de madera donde gustaba de agasajar a sus invitados, según Agramunt, «con un buen vino y un buen plato de paella valenciana».

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