Hoy, como hace cinco siglos, tendemos a creer que, una vez muertos, dispondremos de algo parecido a la eternidad, a una segunda vida, a través de las imágenes que quedarán de nosotros. Y en el futuro, como hace cinco siglos, esas imágenes no evitarán que la mayoría de nosotros no pasemos de ser unos curiosos personajes anónimos para las próximas generaciones. Esto es lo que nos viene a contar “Ánima”, la exposición que desde esta tarde ocupa las dos salas temporales del Museo de Bellas Artes de València. Se trata de la más ambiciosa de las exposiciones comisariadas por el director de la pinacoteca, Pablo González Tornel, y seguramente la que mejor ha sabido aprovechar en los últimos años los enormes fondos del museo.

“Ánima. Pintar el rostro y el alma”, reúne 80 esculturas, fotografías, maquetas y, sobre todo, pinturas realizadas entre los siglos XV y XX. En ella encontramos obras de Ribera (su espectacular “Santa Teresa”), Joan de Joanes, Orrente, Ribalta, Vicente López, Murillo, Vicente López, Vergara, Antonio Stella, Mariano y José Benlliure, Pinazo, Madrazo, Manuela Ballester o Sorolla.

De este último, el museo ha incluido en "Ánima" el retrato de la tiple Isabel Bru que la Generalitat adquirió el pasado año por 61.000 euros. También se ha incluido en la exposición “La mujer, el bufón y el gato”, un óleo del siglo XVII pintado por Jacob Jordaens cedido por la colección Epiarte y que habitualmente se muestra en las instalaciones de Levante-EMV.

"La mujer, el bufón y el gato", de Jacob Jordaens. Voro Contreras

"La tiple Isabel Bru", retratada por Joaquín Sorolla. Voro Contreras

Una inclusión "comprometida"

Pero uno de los retratos que más llama la atención de los que se han incluido en la muestra es el que el valenciano José Segrelles le hizo a Francisco Franco en 1957. El retrato del dictador da la bienvenida a los visitantes junto al de otros dos militares, uno de Ramón María de Narvaez pintado por Vicente López y otro de Alfonso XIII de Pedro Ferrer Calatayud.

Pero el único que tiene una cartela explicativa -o justificativa- de la obra es la dedicada a Franco. En ella se recuerda que “un físico no es solo un físico” y que el espectador “es capaz de cargar una imagen aparentemente neutra con multitud de matices emocionales, caracteriales e intelectuales de modo que esta produzca simpatía o antipatía”.

Durante la presentación de “Ánima”, González Tornel ha reconocido que la inclusión de este retrato del dictador “es comprometida” pero ha insistido en que ha de ser el espectador el que lo interprete y le dé “un contenido distinto” por el que fue concebido. En este caso, subrayó González Tornel, la pintura de Segrelles es un “objeto colgado” en un museo para que el espectador le dé un significado.

Del color a la oscuridad

“Ánima. Pintar el rostro y el alma” podrá visitarse en las salas de exposiciones temporales del Museo hasta el 5 de febrero de 2023, se organiza en seis secciones de desigual tensión narrativa: la primera, “Cuerpo y alma”, introduce el objeto de la muestra a través de una reflexión entre los dos extremos que animan el género del retrato, la semblanza física y la emocional o intelectual.

“Pasado y futuro”, por su parte, medita sobre el mecanismo fundamental a través del cual el individuo intentó trascender la fragilidad de su soledad: la pertenencia a un linaje. En esta parte centrada en las estirpes pueden observarse los recién recuperados retratos de la familia Vich pintados por Antonio Stella, que fueron dañados en la histórica riada de 1957. También se puede ver a la reina Isabel II de niña, que dejaría el trono sin heredero masculino, o a Carlos II a caballo.

“Comunidad e individuo” explora la dificultad del ser humano para sobrevivir al olvido en soledad y su necesidad de la colectividad para reivindicar un papel en la historia. Entre las obras que se encuentran en esta sección, González Tornel el retrato de Gaspar Aguilar realizado por Juan Ribalta, "una de las mejores pinturas de este museo". Aquí también encontramos los autorretratos de Mariano Benlliure (en escultura de bronce), Joaquín Agrasot, José Benlliure Gil y José Benlliure Ortiz, Ignacio Pinazo y Manuel Ballester. Los autorretratos, ha dicho González Tornel, "son un acto de afirmación por parte del artista" y "un paso más" en su autoconciencia.

Por su parte, “Nosotras y el recuerdo” explora la tradicional marginación de la mujer a mera comprimaria en los procesos de creación de la memoria visual. "Anima" nos muestra como las mujeres solían ser plasmadas en los retratos como "procreadoras y de garantes de la estirpe", como es el caso de Úrsula Germana de Foix, Ana Vich o Hipólita María Sforza, un papel del que pocas pudieron escapar incluso en época altomoderna.

Pero hay excepciones, como se ve en dos de las pinturas más importantes de las incluidas en esta exposición. Una es Santa Teresa de Jesús, una de las mujeres más importantes, rompedoras y poderosas de la edad moderna, señaló González Tornel. Hasta el punto que ella misma fijó cuál debía ser la imagen de ella que iban a plasmar los artistas como el valenciano José de Ribera o Antonio Villanueva: la de una intelectual elegida por Dios.

La otra excepción es la cantante de zarzuela Isabel Bru, que, tal como apuntó el director del Bellas Artes, se hizo retratar por el pintor español más importante del momento (Joaquín Sorolla) de una forma "orgullosa y consciente" con la que sigue mirando a los espectadores del siglo XXI.

"Santa Teresa de Jesús", de José de Ribera. Voro Contreras

Hasta aquí, la exposición se desarrolla entre colores claros, como dando la esperanza al espectador de que el retrato sí logra el fin por el que fue concebido: que el retratado sea algo así como inmortal. Pero la siguiente etapa de la muestra, “Muerte y olvido”, se llena de oscuridad, actúa como clímax de la exposición, niega el planteamiento anterior y constata cómo la muerte cercena cualquier pretensión de trascendencia.

Aquí encontramos pinturas tan espectaculares como “Retrato de señora vestida de negro” de Raimundo de Madrazo, pintada en 1887 y, pese a ello, de protagonista desconocida. Igual que son desconocidos el resto de protagonistas de las obras de esta sección. Solo la célebre “Calavera” de Joan de Joanes que habitualmente se exhibe en la colección permanente del museo, nos resulta familiar.

Varios retratos con protagonista anónimo, como el "Retrato de señora vestida de negro" de Madrazo. Voro Contreras

Por último, ‘Fama y memoria’ actúa como anticlímax final y muestra, a través de una construcción alegórica -cuatro “de la fama” pintados por Pedro Orrente- y dos retratos -el de Antonia Roca pintado por Cortellini y el de Manuel Comas, pintado por Ignacio Pinazo-, cómo el olvido pudo y puede ser vencido gracias a la fama, a la acumulación de méritos en vida capaces de sobrevivir a la muerte física.

“Reflexionar sobre el arte es reflexionar sobre el ser humano, y esta exposición permitirá al púbico asomarse a la manera de entender el mundo y de entenderse a uno mismo en siglos no tan distintos al nuestro”, ha señalado González Tornel.

Los retratos de Antonia Roca (Cortellini) y de Manuel Comas (Pinazo) con el "Cristo yacente" de Carmelo Vicent Suria. Voro Contreras

Restauración de obras

Con motivo de la exposición, se han restaurado ocho pinturas que figuraban en los depósitos del Museo, tarea que ha sido llevada a cabo por el Departamento de Restauración del Museo de Bellas Artes y por los técnicos del Institut Valencià de Conservació, Restauració i Investigació (IVCR+i). Entre estas, destacan los magníficos retratos de la familia Vich, de Antonio Stella, pintor italiano de la segunda mitad del siglo XVI, afincado en Valladolid, y la serie barroca de retratos de ilustres valencianos procedentes del monasterio jerónimo de la Murta.