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Crítica

Inmensa Pires

 Asistir a un recital de la gran pianista María Joao Pires (Lisboa,1944) nos enfrenta una suerte de conmoción sonora que sacude desde los primeros compases. Y de la que no hay manera de librarse. Ella es una de las ultimas grandes del piano mundial. Muy joven, desde que en 1970 obtuviera el Primer Premio del Concurso Beethoven, en Bruselas, avanzó en una carrera sin imposturas, basada en una sabia elección de su menú musical sin concesiones. Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann y Chopin se convirtieron en sus compositores de cabecera, con puntuales incursiones en Bach, Scarlatti o Debussy. Y de todos ellos queda constancia en sus grabaciones para Denon, Erato y Deutsche Gramophon.

Debutó en Valencia, en 1977, invitada por la SFV y a las pocas semanas revalidaría, allí mismo, su magisterio. Volvería en los 80 y 90, tanto para los socios filarmónicos como para el nuevo Palau de la Música. Por todo ello, no cabe imaginar una mejor inauguración del II Festival Iturbi, dirigido por Justo Romero, que recuperar, en el zenit de su carrera, a esta inmensa artista.

Dos sonatas de Schubert entregadas sin más pretensión que la de hacer música (y qué música!) con naturalidad, respirada desde la ponderación del color sonoro proyectado con el mayor celo. Ella lo disfruta y lo hace disfrutar: ahí radicaría su magnético secreto. Con la técnica precisa, que ella pone siempre al servicio de la vida interior de cada obra, el oyente queda cautivado por la elegancia de su legato o el uso prudente de los pedales. Asombroso como recurre a cada modulacíón schubertiana para iluminar momentos que parecieron extintos y encauzar la obra hacia su final.

Más, sino mejor, fue su mágica lectura de la Suite Bergamasque, de Debussy, de cuya grabación del Clair de lune, se vendieron, solo en Estados Unidos, mas de un millón de copias en 1953. Pires sacó de la cuadrícula métrica, con toda audacia y respeto, cada uno de los movimientos, cortando la respiración del auditorio.

Recibió enormes ovaciones del público valenciano volviendo a una de piezas míticas de Iturbi: la Arabesque nº 1, de Debussy que desató el entusiasmo valenciano. A los recitales de Pires hay que acercarse a encontrar. De buscar ya se encarga -y se basta- ella solita.

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