No es habitual que el cine español se convierta en protagonista de la temporada de festivales. Ocurrió en San Sebastián, pero rara vez consiguen alcanzar una resonancia tan contundente en la sección oficial como este año, que acaparó gran parte de las miradas gracias a títulos como ‘La maternal’, de Pilar Palomero; ‘Suro’, de Mikel Gurrea; ‘La consagración de la primavera’; de Fernando Franco; o ‘Girasoles silvestres’, de Jaime Rosales.

Pasó lo mismo en Sitges, un festival en el que las propuestas españolas no suelen traspasar cierto estatus endogámico. Películas como ‘Cerdita’, de Carlota Pereda; ‘Mantícora’, de Carlos Vermut’; ‘Unicorn wars’, de Alberto Vázquez; o ‘La piedad’, de Eduardo Casanova, ofrecían miradas cinematográficas tan atrevidas como renovadoras.

No hay duda: este 2022 se ha convertido en un año glorioso para nuestra cinematografía, hasta el punto de que todos los festivales internacionales han tenido una contundente representación española, asignatura pendiente que siempre había sido motivo de queja y que, hasta el momento, solo habían logrado desbloquear muy pocos nombres, y siempre consolidados, tipo Pedro Almodóvar o Isabel Coixet. Pero en esta temporada no teníamos a un Almodóvar ni a una Coixet ni a un Amenábar ni a un Bayona, tampoco a un León de Aranoa, y sí a un gran batallón de autores de estirpe diversa y mirada renovadora que parecen destinados a dar un vuelco al panorama del cine.

De Berlín al Fantastic Fest

El idilio internacional comenzó con el Oso de Oro para ‘Alcarràs’, de Carla Simón, en la Berlinale, un certamen en el que también se presentaron ‘Un año, una noche’, de Isaki Lacuesta en la sección oficial, y ‘Cinco lobitos’, la ópera prima de Alauda Ruiz de Azúa’ en Panorama. En el Sundace inició su carrera la citada ‘Cerdita’. Y en Karlovy Vary alcanzaron el reconocimiento ‘Tenéis que venir a verla’, de Jonás Trueba, y ‘La piedad’, que también obtuvo premio en el Fantastic Fest de Austin junto a ‘Cerdita’ y el cortometraje ‘Alegrías riojanas’, de Velasco Broca.

«Voy a ser bastante categórico, y a lo mejor populista, pero el cine español es bueno, e interesa más allá de nuestras fronteras. Y la marca España no es solo el jamón o Rafa Nadal, también es nuestra cultura y nuestro cine», dice Eduardo Casanova.

María Zamora, productora de ‘Alcarràs’, lo refrenda: «Toca creérnoslo. El cine español es diverso y de calidad. Antes veíamos con admiración al cine latinoamericano, que entraba en las secciones oficiales de los grandes festivales, y a nuestro cine, salvo a los consagrados, le costaba acceder. Ahora vivimos en plena onda expansiva y, por suerte,creo que ha llegado para quedarse».

Berlín fue solo el principio y Cannes abrió también las compuertas al cine español: ‘Pacifiction’. de Albert Serra, en competición; ‘As bestas’, de Rodrigo Sorogoyen, en Oficial Première; y ‘El agua’, de Elena López Riera en Quincena de los Realizadores.

En Venecia tuvo su puesta de largo ‘En los márgenes’, de Juan Diego Botto, y en Annecy, el festival de animación más prestigioso se estrenó ‘Unicorn wars’. Toronto, finalmente, fue la puerta de presentación de ‘Mantícora’ y de ‘Venus’, de Jaume Balagueró. Y un remate, a modo de epílogo incuestionable: ‘As bestas’ acaba de engrosar la lista de éxitos con sus tres premios en el Festival de Tokio: mejor película, director y actor (Denis Ménochet).

Nueva hornada

¿A qué se debe esta explosión de buenos títulos con semejante proyección? José Luis Rebordinos, director del Festival de San Sebastián, asegura que en los 12 años que lleva en el cargo jamás había visto una situación igual. «Ni había habido tanta presencia española ni había sido tan protagonista. Desde que empezamos a valorar la selección, nos dimos cuenta de que la temporada era desbordante y que superaba cualquier expectativa».

Para Rebordinos, esta transformación tiene que ver con una renovación muy fuerte en el sistema de producción, en la aparición de una nueva hornada de productores (sobre todo mujeres) que han tomado conciencia de lo que significa apostar por otro tipo de cine de autor.

«Creo que empiezan a verse los frutos de un cambio de sensibilidad dentro de la política institucional, que tiene que ver tanto con el modelo de las ayudas selectivas como en lo que se refiere al impulso de las cuotas, algo fundamental para que muchas mujeres hayan podido dirigir sus primeras películas», añade Marisa Fernández Armenteros, productora de ‘Cinco lobitos’. María Zamora apunta al relevo generacional como una de las razones de este hipersalto, así como su elevado nivel de preparación y experiencia previa.