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Camba, maestro definitivo

Acostumbrado a trabajar sin disciplina horaria, en las mesas de los cafés y en las camas de los hoteles, el escritor gallego se revela como un precursor del periodismo en la obra de Francisco Fuster: "Era el hombre que mejor sabía vivir en España"

Julio Camba, fotografía en su madurez, en una imagen de archivo. Levante-EMV

"Su método de escritura consiste, precisamente, en no tener método alguno, pues lo que data de chispa y espontaneidad a sus artículos, que no están escritos en una oficina o en una biblioteca, es que surgen en la ruinosa mesa de un café, en contacto con ese material (las personas que están allí y sus vidas)", escribe Francisco Fuster en "Julio Camba, una lección de periodismo", la biografía definitiva del escritor nacido en Villanueva de Arosa (Pontevedra).

Y es que a Julio Camba le gustaba escribir en cualquier lugar menos en su despacho de la única vivienda estable que tuvo a lo largo de su vida, situada a espaldas del Parque del Retiro. Y eso que en 1949, cuando tenía 65 años, se retiró a una habitación del Hotel Palace de Madrid hasta su muerte, 13 años después.

Estaba acostumbrado a trabajar tumbado en la cama de las habitaciones de hotel, sin ninguna disciplina horaria: "No podría trabajar nunca de una forma metódica. No puedo leer en una biblioteca, que es, sin embargo, un establecimiento organizado para la lectura (…) y me entran ganas de fumar. Tampoco puedo fumar en un smoking-room, donde me entran ganas de leer, así no puedo tampoco escribir en un escritorio. Mi trabajo, una vez organizado, perdería toda espontaneidad".

Julio Camba defendía que la música de café debía ser como la literatura de café, esa que él practicaba, es decir, la literatura de periódicos: "Debía ser fácil, amena y digestiva. Un poco mejor que el café; pero nunca completamente genial. Debe acompañar a la conversación sin interrumpirla y no debe expresar jamás grandes ideas, porque las grandes ideas están fuera de lugar en el café".

Fuster, Profesor Titular de Historia Contemporánea en la Universitat de València, se revela a lo largo de 175 páginas como un erudito de Julio Camba Andreu. Este segundo apellido fija, como su biógrafo, un origen valenciano. El profesor hace una vigilancia minuciosa en todas y cada una de sus etapas vitales. De su vida tumultuosa y agitada. De su recorrido por campos y ciudades. Desde Buenos Aires, lugar al que marchó de adolescente, hasta París, Londres, Berlín, Roma o Nueva York.

Francisco Fuster, el autor de "Julio Camba, una lección de periodismo" Levante-EMV

Precisamente, su despegue profesional vino cuando decidió ser corresponsal: "Llevó la crónica a la máxima expresión porque ponía la lupa sobre el hombre corriente y el suceso cotidiano", defiende Fuster. Como corresponsal de El Sol se convierte en el segundo colaborador mejor pagado del momento, solo por detrás de Ortega y Gasset, quien cobraba 200 pesetas por artículo: "Camba aprendió a vivir en los continuos viajes y era el hombre que mejor sabía vivir en España", detalla.

"Mis ideales no me permiten ser cura", dijo a sus padres ante la idea de entrar al seminario. A sus 15 años, en la redacción del Eco de Marín, descubre la necesidad de aprender un periodismo comprometido. Su paso por la prensa anarquista con El Rebelde a la republicana con El País marca el proceso de su maduración ideológica: pasa de militar en las filas del anarquismo a defender un republicanismo laico y moderado para, cuando trabaja en ABC, mostrar un pensamiento claramente conservador.

La obra, publicada por la Fundación José Manuel Lara, ha sido galardonada con el Premio de Biografía Antonio Domínguez Ortiz, el mismo que recibió en 2011 la semblanza de María Isabel Cintas Guillén dedicada a Manuel Chaves Nogales.

La publicación, como dice su título, es una auténtica lección de periodismo, esclarecedora, de la que se deslinda un buen porcentaje de datos para apreciar el tejido autobiográfico de sus escritos. Aquí entiendes que el escritor no solamente se retrata en sus artículos sino en lo que cuenta sobre su vida, lo cual constituye el entramado generador de su obra.

A través del minucioso planteamiento de Fuster, se llega a la conclusión de que Julio Camba tiene una de las más solventes y saludables capacidades testificadoras. Su experiencia narrativa y su pericia crítica también atraparon a los más grandes. Fue amigo de Juan Belmonte, Domingo Ortega, Pérez de Ayala, Marañón o Sebastián Miranda. Josep Pla dejó escrito que fue "el mejor escritor de artículos de este país" y Miguel Delibes también aseguró que fue un maestro de periodistas porque "las facultades de un escritor de periódicos deben medirse antes que por su retórica y por lo que dice, por el número de palabras que utiliza para decirlo". En ese sentido, Camba fue un precursor. Un maestro definitivo.  

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