El Capullo de Jerez: "Aprendes a cantar con fatiga cuando trasnochas"

La voz de Miguel Flores, en la corta distancia, se pierde en las oscuridades de esa ronquera auténtica de Jerez: "Las calles forman parte del sentido de mi vocación y de mi manera de estar en el mundo", asegura

El Capullo de Jerez en un concierto reciente.

El Capullo de Jerez en un concierto reciente. / Levante-EMV

Jaime Roch

Jaime Roch

Miguel Flores Quiroz "Capullo de Jerez" canta desnudando su voz hasta el corazón. Y esa voz, en la corta distancia, se pierde en las oscuridades de esa ronquera auténtica de Jerez de la Frontera, donde nació hace 69 años: "Las calles de Jerez forman parte del sentido de mi vocación y de mi manera de estar en el mundo", asegura.

No importa perder retazos de su conversación en la grabadora cuando la palabra se le oscurece totalmente en su deje jerezano. Esa pronunciación solamente aporta misterio y riqueza a lo que está diciendo, que siempre es rico, misterioso y majestuoso. Es un hombre que vive peligrosamente al borde. Lo que más le importa es vivir, asistir a esa tremenda aventura humana y crecerse en la noche como Charles Baudelaire, dándose de frente con las estrellas.

¿Qué es el flamenco?

Canto flamenco para vivir. He mantenido mi familia gracias a mi arte. Y, además de eso, me he criado en un barrio donde el flamenco es santo y seña. Por lo tanto, el flamenco es todo par a mí.

Nació en el barrio Santiago de Jerez de la Frontera.

Es un barrio muy flamenco. Aprendí a ganarme la vida como cantaor en bodas y bautizos. Tenía muchos amigos y me invitaban y nos poníamos a cantar.

¿Qué aprendió?

Lo que hago hoy en día en los escenarios. Vi que la gente entendía mi arte y de ahí salí a flote para hacer el trabajo de ahora en los teatros, los festivales y en el Festival del Cante de Las Minas de La Unión. Formaba juerga con el cante tradicional y obtenía una buena respuesta por parte de la gente. Era la gloria porque también había mucha comida y bebida, especialmente pescaito frito.

En esos días, ¿tenía libertad para cantar?

Había cierta libertad, sí, pero también había que tener fuelle para responder encima del escenario. Porque el único que cantaba era yo. Esas bodas y comuniones gitanas son, sobre todo, una fiesta de amistades, pero nadie se ponía a cantar, así que también tenía una gran responsabilidad.

Usted también aprendió el flamenco en la calle…

Las calles de Jerez de la Frontera forman parte del sentido de mi vocación y de mi manera de estar en el mundo. Sobre todo, ahí aprendía de la gente que vivía por las noches, con la que me relacionaba siempre, y cómo había que emocionar al público. Eso es lo que me lanzó a un escenario. Tenía 20 años y ahora tengo casi 70, imagínate los artistas que he conocido y de los que he aprendido.

Decía El Sordera que para saber de flamenco hay que trasnochar mucho…

Claro, aprendes a cantar con fatiga, con verdad, cuando trasnochas. En el sur de Andalucía se vive la fiesta por la noche porque el flamenco tiene un tiempo, como todas las músicas, pero esta es especial.

¿Por qué aprendió la fatiga?

Porque a las ocho de la mañana, cuando tu cuerpo ya no puede más, es cuando te hiere el cante. A esas horas, un cantaor canta un fandango y surge el flamenco fue la primera música que se surgió en Andalucía. Lo primero de todo. Entonces, es lo primero que escuchas de niño y lo primera que intentas aprender.

Paco de Lucía le admiraba mucho…

Sí, era buen amigo. Ha sido el mejor de todos los tiempos. Lo conocí en Jerez, en los garitos, como antiguamente se conocía a todo el mundo. Cuando él me tocaba, me decía que yo era uno de los que mejor afinaba. Recuerdo que también le decía lo mismo a Camarón. Cuando afinaba su guitarra y yo cantaba sobre esa misma nota y la clavaba, se sorprendía.

El Capullo de Jerez en un concierto reciente.

El Capullo de Jerez en un concierto reciente. / Jose Albaladejo Ros

¿Y qué aprendió de Camarón?

Yo no canto por Camarón porque siempre he pensado que tengo mi propia personalidad. Pero cuando estaba junto a él en un garito, entendí que era un genio. Sobre todo, lo que aprendí de él es su comportamiento como cantaor. Tenía un mecanismo musical único en su voz. Hablaba muy poco con la gente, pero siempre estaba presente. Era un gitano muy fino y muy elegante y tenía un gran magnetismo.

El Torta decía que no sabía cantar, que lo que hacía era transmitir…

Es una definición maravillosa. Lo más importante en el flamenco es el efecto que crea en la gente, esa emoción. Puedes cantar muy bien, pero por encima de todo hay que trasmitir, llegar a la gente con tus canciones.

¿Cómo se transmite?

Con el sentimiento que sale por tu boca cuando cantas. No lo puedes provocar, tiene que salir de forma natural.

El Terremoto era su ídolo.

Nadie lo ha igualado al cantar por seguiriyas. De niño estuve en su casa y me fijaba en sus movimientos, en su manera de ser, como hacía los tercios... Chocolate y Mairena también fueron ídolos míos.

¿Cómo era Paquera de Jerez?

Era una “monstruo” cantando. Vivía en mi barrio, tomaba café con ella y, de repente, se ponía a cantar en pleno salón. Ahí empezaba una fiesta que tardaba en acabar. como Paco Laberinto Tío Borrico, El Sordera...

¿Ha cambiado el flamenco?

Sí, antes se cantaba mejor que ahora porque había más artistas. Había muchísima potencia en los cantaores. El cante de antes era el flamenco puro, el martinete, la soleá, la seguiriya… Ahora hay mucho mucho pachangueo.

¿Por qué ha ocurrido eso?

Porque cada vez quedan menos aficionados al flamenco. Cada vez se siente menos. Por eso saqué una letra en la que decía que “la música la están matando”.

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