Álvaro Pons, 20 años en su cárcel de papel

El experto en tebeos valenciano abrió a finales de 2002 un blog que sigue siendo un referente para los aficionados al género en España y Latinoamérica

25/01/19. Cultura. Alvaro Pons, experto comics. Álvaro Pons

25/01/19. Cultura. Alvaro Pons, experto comics. Álvaro Pons / JL BORT

Voro Contreras

Voro Contreras

El pasado 27 de diciembre Álvaro Pons publicó su vigésima y esperada lista de los mejores cómics del año (encabezada, por cierto, por ‘Hierba’, de Keum Suk Gendry Kim, autora coreana que estará en el próximo Salón del Cómic de València). Lo hizo en «La cárcel de papel», el blog que abrió hace ahora dos décadas, primero para recopilar los artículos sobre tebeos que iba colocando en diferentes revistas, periódicos y fanzines, y después como material hecho a propósito para este medio.

A día de hoy Álvaro Pons frecuenta poco su propia cárcel. Lo hace para ofrecer sus listas anuales -entre las más respetadas por los aficionados y profesionales del cómic en España y Latinoamérica- o colgar algún artículo especial como hizo el pasado octubre con la despedida de Cuttlas y -con unas semanas de adelanto- de Calpurnio, su autor. «Es el que más me ha costado escribir en estos 20 años -apunta Pons-. Sabía lo que estaba pasando. Me lo pidió él, no podía decirle que no, pero fue muy difícil».

CULTURA / Pintan un mural en la cafeteria del IVAM a cargo de Calpurnio.

CULTURA / Pintan un mural en la cafeteria del IVAM a cargo de Calpurnio. / GERMAN CABALLERO

Pero hubo un tiempo, entre 2004 y 2012, en el que Pons publicaba prácticamente a diario en «La cárcel de papel», desde reseñas de cómics que había leído a comentarios sobre la actualidad del conocido como «noveno arte». El éxito de su propuesta entre los fans del género y entre los menos expertos que buscaban en sus artículos una guía de seguimiento, desbordó a este profesor del Departamento de Óptica de la Universitat de València.

Dos mil comentario semanales

«En su momento recibía 2.000 comentarios semanales a mis artículos y eso era inmanejable para mí -recuerda-. Yo no podía controlar lo que pasaba en la cárcel y, como por entonces no había redes, se montaban unas broncas tremendas entre los lectores»

En 2010 la actividad de «La cárcel de papel» empezó a menguar por las sencilla razón de que el autor fue padre y eso, al igual que el trabajo docente, casaba regular con dedicar varias horas del día a escribir sobre cómics sin ningún fin comercial. «Me han ofertado mil veces poner publicidad, darme comisión por ventas o incluso publicar el blog en algún gran medio. Pero siempre lo he tenido como un espacio personal donde escribir lo que me daba la gana y compartir una pasión, la de los tebeos, que me parece extraño que no todo el mundo tenga».

Una pasión que Pons cultiva desde bien pequeño y que, además de a abrir «La cárcel de papel», le ha llevado a escribir cientos de artículos (como los que publica semanalmente en Postdata de Levante-EMV), organizar exposiciones, impulsar la cátedra del cómic de la UV o trabajar en el futuro Centro del Cómic de València. «Mis primeros recuerdos son con un tebeo entre las manos. Me los traía mi padre y desde entonces nunca he dejado de tenerlos a mi alrededor. Lo que pasa es que en un momento dado, supongo que por la vocación científica, intento ir más allá de ser un simple lector y me pongo a hablar de ellos. Y allá por 1987 empecé a escribir en fanzines y ahí empezó la historia».

También la aparición de las redes sociales llevó a Pons a reducir el tamaño de las celdas de su cárcel y emplear menos literatura y verborrea para transmitir sus opiniones y su sabiduría en los 280 caracteres que permite Twitter, el medio que ahora usa con más asiduidad: «Los gustos son los mismos y las ideas también, pero en Twitter soy más telegráfico que en el blog y eso me gusta porque te dejas de floripondios y vas más al meollo. Eso me reconcilia con mi yo científico».

CULTURA/// Alvaro Pons.

CULTURA/// Alvaro Pons. / FERNANDO BUSTAMANTE

Más de 7.000 páginas

En estos 20 años de «La cárcel de papel» -título que Pons tomó de una sección de La Codorniz y con el que, de paso, rinde homenaje a ‘Crazy kat’, su serie «fetiche»- el experto valenciano ha dado fe de la fascinante evolución popular que ha vivido el mundo del cómic en este tiempo.

«Ha habido un cambio radical -proclama-. Hemos pasado de un medio muy endogámico, con editoriales y distribuidoras que solo publicaban tebeos, con librerías que solo vendían tebeos y lectores que solo leían tebeos, a que cualquier editorial tenga sección de tebeos, que se encuentren en cualquier librería y que se haya ampliado el espectro de lectores y, sobre todo, de lectoras». Esta evolución ha llegado acompañada por un cambio en la «consideración social» del género, que, según Pons, «siempre se había visto el tebeo como arte de segunda, algo infantil». «Hoy en día estamos en un momento en el que, sin duda alguna, el cómic está de moda», se felicita.

En estas dos décadas de «La cárcel de papel», Pons ha tenido la oportunidad de conocer a algunos de sus presidiarios preferidos, como Carlos Giménez, Robert Crumb o Fred, el padre de su idolatrado “Philémon”. También ha reseñado prácticamente todas las obras «increíbles» que se han publicado en este periodo, pero, a petición de este periódico, se queda con tres: «Obligatoriamente con ‘Arrugas’, que no es seguramente el mejor cómic de Paco Roca pero marca la evolución del cómic en español, es el punto de inflexión total». También con ‘El arte de volar’ de Antonio Altarriba y Kim, «porque es una obra clásica y porque coge el espíritu de ‘Paracuellos’, que es el mejor cómic español de la historia». «Y por último -añade- me quedaría con ‘Estamos todas bien’ porque significa el futuro, hacia donde vamos, un cómic diferente, de ensayo, que busca otro tipo de referencias y hecho por mujeres. Ana Peñas está marcando el ritmo de lo que va a ser el futuro del cómic».

CULTURA/// Ana Penyas, autora de "Estamos todas bien".

CULTURA/// Ana Penyas, autora de "Estamos todas bien". / Fernando Bustamante

Cuando en 2016 publicó un libro en el que recopilaba sus artículos de su blog, Álvaro Pons volcó en un documento todo lo que había escrito hasta entonces: “Tardaba mucho en abrir y, cuando al fin pude, me di cuenta de que me salían 7.000 páginas después de quitarle novedades, noticias, etcétera. Yo mismo me di cuenta que qué enfermedad escribir así” Una enfermedad, por otra parte, la mar de agradable como también lo es su cárcel de papel. “¡Qué gusto estar encarcelado entre tanto cómic!”.

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