Fuera de compás

Versioneando, que es gerundio

La banda Pink Floyd en sus inicios

La banda Pink Floyd en sus inicios / Pink Floyd realizó un legendario concierto en Pompeya.

Fernando Soriano

Fernando Soriano

Pues nada, titis, un bombón de concierto el que ofreció hace unos días Remi Carreres en el 16 Toneladas con esto del Syd Barrett Songbook que se lleva entre manos. Apoyado entre otros musicazos por Pau Miquel Soler, de Arthur Caravan y Las Víctimas Civiles, sumió a la sala, que presentaba una muy buena entrada, en una ceremonia psicodélica, fracturada, misteriosa, potente y quebradiza. Algo oscuro y brillante al mismo tiempo, igualito que el cerebro del genio que movía a los primeros Pink Floyd. Con un repertorio asequible, la banda produjo una atmósfera tan real y auténtica como pueda ser una muy digna réplica de algo que ocurrió tan solo unas pocas veces 55 años atrás. Casi nada. Ninguno estuvimos en el UFO en 1967, por lo que agradecimos a Remi que nos acercara a lo que pudo ser aquello.

Después de aquella magnífica horita, que supo escandalosamente a poco, me puse a pensar en lo maravillosa que es una versión bien hecha, pero también en lo duro que resulta enfrentarte a ella para no dañarla. Ya no para copiarla, sino para añadirle algo tuyo sin caer en la desvirtuación de un material que, en principio, es oro puro. Mejorar el original es todo un arte, se me ocurren «Mr. Tambourine Man» de los Byrds, «Hoy no me puedo levantar» por El Niño Gusano, «Hurt» de Jonnhy Cash, el «Halelujah» de Jeff Buckley o Cake y su «I will survive». Algunos dirán que Nilsson lo logró con el «Without you» de Badfinger, pero jamás Mariah Carey.

Y es que ese es el peligro de hacer versiones de otros artistas cuando estos ya las han llevado a la perfección, sobre todo, cuando no estás capacitado para ello, porque quod natura non dat, Salmantica non praestat. Es ahí cuando la cagas irremediablemente, metes la pata hasta el corvejón, te sale el cochino mal capado y quedas como Cagancho en Almagro. Que se lo digan a Ramoncín, cuando atropelló inmisericorde «Come as you are», de Nirvana. Al menos pidió disculpas, no como Pitingo, que asesinó «Smells like teen spirit» y aún dijo que la original era una mierda. Qué ruina de nota.

En ciertas ocasiones el asunto se relee con otras intenciones, como la parodia, el humor, la transgresión cachonda o la rabia deformante. Pero tiene que ser desde el principio, hacemos esto para reírnos. Los hay que van a rendir un sentido homenaje y al final provocan hilaridad y estupefacción a partes iguales sin pretenderlo. Me refiero a lo de Barón Rojo con el «Tommy» de los Who, una monumental recreación en castellano, con las 24 canciones del tirón. Pese a todo, les confieso que a veces tiene su puntito.

La versión risible tiene en Richard Cheese a uno de sus más hábiles campeones. En sus discos se dan la mano la finura del jazz, el encanto del crooner y el escarnio del humorista más grotesco. Además de conocer las canciones originales es necesario saber inglés para gozar de la experiencia, lo mismo que con «Weird Al» Yankovic, que saltó a la fama con aquellas brutales parodias de Michael Jackson, «Eat it» y «Fat». En España tenemos al epatante Manolo Kabezabolo con «Véndemelo», de los Judas Priest, a Los Nikis con la colosal «No vuelvo a ir a Benidorm» y a los impresionantes Azucarillo Kings, que rumbeaban en castellano temas de Blur, Pixies o Jane’s Addiction con un arte que no se podía aguantar. En este sentido, lo que hicieron Los Hermanos Calatrava con Bowie en «Curiosidad del espacio» raya el engendro repulsivo y la abominación sonora, porque para meterse con el Duquesito Blanco hace falta ser, por lo menos, Kurt Cobain.

El mismo Bowie grabó en 1973 «Pin Ups», un fenomenal elepé lleno de versiones de las bandas que lo petaron en el Reino Unido en los años 60, hecho desde la admiración y el respeto. Yo La Tengo y Teenage Fanclub aprovechaban siempre que podían para hacer sensacionales homenajes a sus bandas de cabecera, descubriéndonos un montón de música a los adolescentes noventeros. Por aquel entonces, algunos grupos se liaron la manta a la cabeza y decidieron versionar discos enteros. Pussy Galore lanzó en una casete el «Exile on Main Street» de los Rolling Stones, Beck regrabó «The Velvet Underground and Nico» y Camper Van Beethoven el «Tusk» de Fleetwood Mac, pero los que se llevan la palma en esta marcianada son The Flaming Lips, que replicaron el primero de los Stone Roses, el «Sgt. Pepper’s» de los Beatles y el «Dark side of the moon» de Pink Floyd. Qué dignos herederos del Sombrerero de Cambridge.

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