Opinión

El torro de Benidorm Fest

"Esa 'Eaea' de Blanca Paloma tan bien cantada, representada e intencionada, como fácil e incluso previsible en estos tiempos rosaliescos"

BENIDORM. BENIDORM FEST 2023. GALA DE LA FINAL. BLANCA PALOMA GANADORA DEL FESTIVAL

BENIDORM. BENIDORM FEST 2023. GALA DE LA FINAL. BLANCA PALOMA GANADORA DEL FESTIVAL / David Revenga

Voro Contreras

Voro Contreras

Benidorm, la ciudad más festiva de la Comunitat Valenciana, de España, del mundo, festiva de lo glorioso a lo ridículo, festiva por profesión y vocación, acogió ayer por la noche una cosa bastante soporífera que se llamó -así, para que nos haga perla el cerebro- Benidorm Fest. Quizá para los que estaban allí, en ese momento, como parte del público que jaleó a los artistas, se emocionó con ellos, se entristeció en sus derrotas y vibró con sus victorias, fue un Fest en toda regla. Pero el espectáculo que a mí me llegó a través de la televisión fue la mayoría de veces plano, soso, ortopédico, tan natural y apasionante como una señal de STOP. Por no haber, no hubo ni polémicas, con lo buenas que son las polémicas cuando no hay otros motivos para pasar un buen rato.

Entiendo que gran parte de la culpa de esta sensación la tuvieron las canciones. Ayer me enfrenté a la final del Benidorm Fest prácticamente virgen de conocimientos. Había escuchado algún fragmento de alguna canción, poco más. Eso sí, gentes entendidas en el asunto me las describieron de forma precisa y, en ocasiones, vehemente, ponderando con convencimiento y conocimiento los méritos y deméritos de cada composición, interpretación y coreografía.

La ciencia eurovisiva

Tengo para mí que esto de los concursos canoros -especialmente, el de Eurovisión y sus adyacentes- funcionan con una serie de mecanismos más o menos ocultos e ignotos que solo comprenden completamente los iniciados. Expertos que, más allá de los musicales, tienen en cuenta para realizar sus juicios y previsiones factores geopolíticos, identitarios, pirotécnicos e incluso metaeurovisivos. Que una canción o una interpretación sea buena o mala (en la medida que eso se pueda medir) tiene una importancia relativa y disoluble con todo lo demás.

Quizá por eso me ha sorprendido tanto que las canciones que vi y escuché anoche en el Benidorm Fest suscitaran tanto entusiasmo o tanto rechazo en vez de provocar un estado propio del que observa a una mosca volar en una tarde calurosa de verano. Empezando por la canción ganadora, esa “Eaea” de Blanca Paloma, tan bien cantada, convincentemente representada y bien intencionada, como fácil e incluso previsible en estos tiempos rosaliescos. Eso sí, como yo no tengo mucha idea de esto, seguro que cuando compita en Eurovisión quedará muy bien porque a los europeos (como a casi todos) esto del flamenco les mola siempre que sea digerible (que se lo digan a Azucar Moreno) y no demasiado racial (que se lo digan a Remedios Amaya).

Blanca Paloma.

Blanca Paloma.

En cuanto a las demás canciones, qué quieren que les diga que no sea que hubo dos o tres -incluida la de Agoney, uno de los favoritos- que me parecieron una castaña adornada con “toppings” y envuelta en celofán. No puedo decir lo mismo de la de Vicco, también facilona, oportunista y previsible pero, al menos, divertida. Que es lo mismo que diría de la valenciana Fusa Nocta, que empezó bastante bien y que se iba desplomando mientras se acercaba al final. La de Megara estuvo simpática y al menos ellos se veían convencidos de lo que estaban haciendo. Y la de Alice Wonder, siendo la aparentemente más aburrida de una gala bastante aburrida, fue la única a la que le vi un afán de emocionar sin recurrir a obviedades explosivas ni tendencias musicales. Pero ya se sabe que esto del “indie” es un poco nadar para no alcanzar la orilla.

El buen nombre de Benidorm

Supongo que, en conclusión, los valencianos tendremos que alegrarnos después de que una compatriota haya ganado el concurso y se vaya a Liverpool a intentar quedar en un buen lugar e, incluso, volver a saborear las mieles de la victoria. Ya que hemos invertido una buena panoja pública en el asunto, que sirva también para darle popularidad y empuje a los artistas que tenemos por aquí además de para llenar hoteles en febrero y darle al Molt Honorable la oportunidad de ser jaleado por la masa eurofanática. Pero, por favor, si el año que viene volvemos a acoger el Benidorm Fest, que sea un Fest de verdad, que nos divirtamos todos. El buen y el mal nombre de Benidorm están en juego.