Crítica

El tío vivo en el tiovivo

Don Giovanni en les Arts.

Don Giovanni en les Arts. / Miguel Lorenzo/Mikel Ponce

Justo Romero

Justo Romero

DON GIOVANNI. “Dramma giocoso” en dos actos. Libreto de Lorenzo Da Ponte. Música de Wolfgang Amadeus Mozart.

Repar­to: Davide Luciano (Don Giovanni), Riccardo Fassi (Leporello), Elsa Dreisig (Doña Elvira), Ruth Iniesta (Doña Anna), Giovanni Sala (Don Ottavio), Gianluca Buratto (Commendatore), Andrea Carroll (Zerlina), Fabio Capitanucci (Masetto).

Dirección de escena: Damiano Michieletto. Escenografía: Paolo Fantin. Vestuario: Carla Teti. Iluminación: Fabio Barettin. Cor de la Generalitat Valenciana (Francesc Perales, director). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Direc­ción musical: Riccardo Minasi.

Lugar: Lugar: Palau de les Arts. Entrada: En torno a 1.350 espectadores (prácticamente lleno). Fecha: Jueves, 2 marzo 2023 (se repite los días 4, 7, 10 y 12 marzo).

Que don Giovanni es un tío vivo, incluso un vivales, lo saben hasta en Sevilla, la tierra del más célebre burlador de la historia. El director de escena Damiano Michieletto, en la producción estrenada el jueves en el Palau de les Arts, envuelve personaje y ópera en una escenografía clásica y previsible, a base de gigantescos paneles palaciegos que no paran de dar vueltas hasta confundir y marear al espectador tanto como al propio desarrollo dramático.

Tan cansina imagen está en permanente movimiento y cambio, y se siente oprimida por su origen, La Fenice de Venecia, cuyo escenario no cuenta con el enorme espacio del del Palau de les Arts ni con sus avanzados recursos técnicos. Michieletto -o sus asistentes, a él ni se le vio- mueven hábilmente los actores con hábil sentido y evidente dominio teatral. Don Giovanni en las redes del laberinto de sus propios enredos. El tío vivo en el tiovivo de la vida. Nada nuevo bajo el sol.

Musicalmente todo o casi todo fue bien o casi bien. No más. El director Riccardo Minasi, un historicista de la música mozartiana, aplica tiempos muy vivos, dinámicas extremas en los fuertes y acentos contundentes hasta la sorpresa. Lo evidencia desde el primer momento, ya en el acorde inapelable que abre la partitura. Sobre la la efusión o lirismo que falta en los momentos “mágicos”–como “Il mio tesoro”-, que invaden los dos actos de la ópera, se imponen certezas categóricas, afirmaciones sin espacio para la duda. Quizá demasiadas evidencias inapelables.

El director y violinista romano transfiguró, sí, el sonido de la siempre estupenda Orquestra de la Comunitat Valenciana con un lenguaje corto de vibrato y ampulosidades, seco y escueto, a tono con las nuevas corrientes y en las antípodas, por ejemplo, del Mozart escuchado a Lorin Maazel (2006) y Zubin Mehta (2012) en las funciones de Don Giovanni que dirigieron sobre el mismo podio. Incomprensible que la orquestina de la cena tocará desde el foso y no en escena, como indican dramaturgia, sentido común y los genios de Da Ponte (libretista) y Mozart.

Don Giovanni en Les Arts.

Don Giovanni en Les Arts. / Miguel Lorenzo/Mikel Ponce

En el reparto vocal hubo de todo, como en botica. El barítono Davide Luciano (Don Giovanni) luce una bellísima voz que sirve con agilidad y fácil respuesta al vivaz discurso de Minassi. Deambuló en la movediza escena como Pedro por su casa, entre paneles, puertas y un palacio -todo es igual- que es espacio único. Cantó con gusto, intención y frescura el famoso duettino con Zerlina -Là ci darem la mano- y cargó la noche de vitalidad y altanería con un arrollador “Fin ch'han dal vino”. Junto a él, impactó y hasta sobrecogió la imponente voz del bajo Gianluca Buratto, un “Comendador” que recuerda a los grandes, desde Talvela a Salminen, Cappuccilli, Greindl o Edelmann.

Menor enjundia vocal y teatral reveló el Leporello correcto de Riccardo Fassi, quien defendió con ajustada intención la famosa aria del Catálogo y culminó su actuación ensombrecido por la poderosa presencia escénica de Davide Luciano. El Masetto de Fabio Capitanucci pasó sin plena ni gloria, tan anodinamente como el personaje. A su lado, cumplió y punto la Zerlina de la estadounidense Andrea Carroll, que ya abordó -con más acierto- este pizpireto papel en la Scala de Milán, bajo la dirección de Pablo Heras Casado, en marzo del año pasado.

Don Giovanni en Les Arts.

Don Giovanni en Les Arts. / Miguel Lorenzo/Mikel Ponce

Ni Doña Anna ni Doña Elvira alcanzaron la gloria en València. La zaragozana Ruth Iniesta fue una Doña Anna herida, humillada y vengativa en un papel inesperado que defendió con profesionalidad y tablas, y culminó con notabilidad creciente, mientras que la apropiada Doña Elvira de Elsa Dreisig pasó momentos de evidente apuros y otros en los que la afinación no era precisamente ideal. Su Doña Elvira resultó tan destemplada como su Fiordiligi salzburguesa (2021).

Ninguna de las arias maravillosas que Mozart regala a ambas sufridoras -la despechada burgalesa Elvira y la huérfana Anna- quedarán en los anales del canto. Ídem de los tesoros de Don Ottavio, personaje discretamente encarnado por el tenor Giovanni Sala, que reemplazaba al inicialmente previsto, el donostiarra Xabier Anduaga. El Cor de la Generalitat lució pálpito en sus contadas intervenciones. Éxito en una sala que rozó el lleno. ¡La fuerza de Don Giovanni! Corrían ya las once de la noche, pero la cabeza del crítico seguía perdida en el vacuo tiovivo de Micheleto.

Suscríbete para seguir leyendo