Pedro Almodóvar | Director de cine

Almodóvar: "Escribo como venganza contra los curas que me maleducaron"

Almodóvar presenta su libro más personal, un autorretrato en el que trata la muerte de su madre o la educación recibida de pequeño

Pedro Almodóvar

Pedro Almodóvar / NICO BUSTOS

Quim Casas

En el prólogo del libro escribe que si hubiera tenido dinero, habría debutado como director con los relatos de «Juana, la bella durmiente» o «La ceremonia del espejo». Uno mezcla «La bella durmiente» y Juana la Loca, y el otro vampirismo y misticismo, ¿le gusta el género?

Comparándolos con los relatos que he escrito en este siglo, en el XXI, aquellos son básicamente de género fantástico. Recuerdo uno, que no he incluido en el libro, inspirado en Blade runner, escrito al día siguiente de ver la película. Es sobre «replicantas» y unidades de placer, una historia que incluso llegué a desarrollar como guion, pero no terminé. Es lo que más escribía en los 70 y 80. Los hacía con una clara intención de tergiversar todo lo que había supuesto mi educación. Por eso «La visita» es una historia de venganza contra los curas que me maleducaron. «La redención», que es género bíblico, está escrita para desactivar la educación que me dieron. En este siglo me ha ido ganado la autoficción.

«Memoria de un día vacío» es muy confesional. Está ambientado en un jueves santo y escribe que es un solitario experto.

En este cuento me siento muy expuesto. Muchos de estos relatos no los había vuelto a leer, y algunos son de 1968. Una de las sensaciones gratas que tuve al terminar de editar el libro es descubrirme que ya era quien soy ahora, el que escribía esos cuentos a los 18 años. Otra sensación es la de sentirme más expuesto en los relatos que en las películas, y tendría que ser al revés, porque una película es una pantalla, está viva, son personajes, mientras que un libro se presta más a la imaginación del lector. Soy una persona pudorosa, y en los cuentos que hablan de mi soledad, me expongo más que en las películas. En Dolor y gloria, por ejemplo, aunque no dirijo a Antonio Banderas como si estuviera haciendo de mí. Le dirijo con distancia y no me siento interpretado por él. Sin embargo en este relato del jueves santo soy yo, lanzándome directamente a escribir sobre lo que estoy sintiendo en ese momento. Y el relato de la muerte de mi madre también es muy íntimo.

Cuando habla de «Un tranvía llamado deseo» y de la película de «Opening night», que está en la base de dos relatos, usted asegura que se las apropia. ¿No es un juego de espejos?

Mi filme está dedicado a Bette Davis, Gena Rowlands y Romy Schneider, que eran actrices que habían hecho de actrices en «Eva al desnudo», «Opening night» y «Lo importante es amar». No es una imitación ni un robo que le hago a Cassavetes o Mankiewicz, sino que lo hago mío porque parto de mi experiencia como espectador. Me sirve de inspiración, no lo oculto, le rindo homenaje y lo integro como una parte activa de mis películas.

En «El último sueño», escrito después de la muerte de su madre, desvela que ella le enseñó que la realidad necesita ser completada con la ficción.

Vivíamos en una calle muy precaria, con mucha gente analfabeta, y mi madre les leía las cartas. Yo después escribía las cartas de contestación. Me di cuenta de que al leerlas se inventaba cosas. Yo era muy niño entonces y llegué a reñirla por eso. Ella inventaba cosas muy pertinentes y que podían ser reales. Años después, cuando reflexioné sobre ello, pensé que era la mejor lección que se le podía dar a un narrador. La vida es imperfecta en sí y necesita de la ficción para llenar todos esos huecos y hacerla más grata.

No ha retocado ninguno de los relatos con la excepción de «Vida y muerte de Miguel»...

Creo que lo escribí en un pueblo de Cáceres, antes de irme a Madrid. Me sorprendió al volver a leerlo porque no recordaba que en él había esa reflexión sobre algo que me importa mucho, la memoria, y también la futilidad de las cosas, su desaparición como si no hubieran existido. Empieza con el hecho de nacer con dolor, que ya es una tragedia en sí misma. El relato explica lo mismo, pero necesitaba unos retoques formales.

Usted lo asocia con la película «El curioso caso de Benjamin Button», que partía de un cuento de Scott Fitzgerald.

Con este tipo de coincidencias me he encontrado mucho. Había escrito una historia de sirenas con aspecto humano mucho antes de que se estrenara 1, 2, 3… splash, y yo quería llevarla al cine. Evidentemente, el tiempo pasa y alguien llega a tener una idea parecida. En ¿Qué he hecho yo para merecer esto? me dijeron que había copiado el golpe con la pata de jamón del cuento de Roald Dahl y el episodio de la serie de Hitchcock, pero ni había leído el relato ni visto el episodio. En el cuento inspirado en Blade runner yo ponía todo tipo de mujeres extraordinarias, había una endemoniada, algo de «poltergeist», las replicantas hacían las faenas de casa y eran las que de un modo natural hacían el mejor techno y electrónica. Una estaba escrita para Chus Lampreave. En el relato tocaba muchos temas que décadas después se han tratado en el cine.

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