El prodigioso abismo de Lole Montoya

La cantaora de Triana se vale únicamente del poderío de su preciosa voz para recorrer su trayectoria musical en el Teatro Olympia

Lole Montoya

Lole Montoya / Levante-EMV

Jaime Roch

Jaime Roch

A Lole Montoya, la cantaora que se hizo famosa en la década de los 70, le bullía por debajo de su voz ese encanto apagadizo que la hizo grande junto a su antigua pareja, Manuel Molina. En València, cantó con la insaciabilidad de su historia vital, como si en el reverso de esa luz que proyectaba encima del escenario todavía perdurara la densa constelación de su flamenco. Ese en el que subsiste lo vivido, páginas de oro en la historia del cante que ya son recuerdo de aquello fue, la grandeza del emblema de lo imaginado allí sentados en el Teatro Olympia para contentar a su cofradía de oyentes.

La vida de su voz, clave en la historia del flamenco y en las fusiones musicales en España, se consumía a su alrededor como se consumen los enormes cirios pascuales. Ninguno de los grandes desconsuelos que tuvo en su vida se ha sentado en su mesa como el desconsuelo corrosivo de la edad. Pero de su entramado verbal todavía brotaba esa magia en la intempestiva frontera de sus 69 años. La formulación inmaculada de vida se proyectaba con un cante atestiguado en la memoria de todos los allí presentes. Porque su voz conservaba la memoria absoluta de su tiempo pasado. Como un escudo para la luz insomne del olvido y el poderío le chorreaba como el mejor de los cosméticos. Porque el trayecto de su cante es precioso.

Fiel a sus raíces, afloró el profuso flujo de sus antepasados con el tema árabe-flamenco que fue una especie de homenaje a su madre, Antonia La Negra, gitana de Orán (Argelia), aunque siempre entroncó la tradición flamenca de Triana, barrio en el que Lole nació. No faltó "Cabalgando van los gitanos", la canción contenida en su cuarto disco "Al Alba con Alegría" publicado en 1980. Ahí nació ese cante melodioso, dulce y también tan sofocante. Y recordó a los temas de su primer disco, "Nuevo día" (1975), ese que estrenó las influencias de los sonidos "hippies" y las reminiscencias árabes.

Su revolución

Sus famosas bulerías "Romero verde" también se hicieron presentes: "A la flor del romero/romero verde/son tus ojitos niño los que me pierden", cantaba. Ese estribillo resonaba en la memoria como si la estela del dúo formado por Lole Montoya y Manuel Molina (fallecido en 2015) siguiese presente. Que lo sigue, claro que sí.

Dos alabanzas finales disponían del más sagrado de los dones en el flamenco: su genial afinación. A diferencia de las revoluciones de Camarón de la Isla, Enrique Morente, El Lebrijano y Paco de Lucía, Montoya transforma la pureza del flamenco en pop para suavizarlo infinitamente. Así que queda Lole Montoya para rato.

Discos de Lole con Manuel

'Nuevo día' (1975), 'Pasaje del agua' (1976), 'Lole y Manuel' (1977), 'Al alba con alegría' (1980), acompañados por Imán, Califato Independiente, 'Casta' (1984), 'Lole y Manuel cantan a Manuel de Falla' (1992), 'Alba Molina' (1994), dedicado a su hija Alba, y 'Una voz y una guitarra', el directo grabado en 1995 en el Teatro Monumental de Madrid.

Suscríbete para seguir leyendo