Entrevista | Marcos Morau Coreógrafo

«Me impone más actuar en València que en Berlín o Nueva York»

El coreógrafo valenciano más internacional estrena hoy «Opening night» en Les Arts con su compañía La Veronal

Marcos Morau

Marcos Morau / Voro Contreras

Voro Contreras

Voro Contreras

«Los artistas, los directores de teatro, los coreógrafos, no sabemos diferenciar demasiado bien entre la realidad y la ficción porque vivimos inmersos en esos procesos de creación y llevamos nuestra vida personal e íntima al escenario», dice Marcos Morau sobre los puntos de conexión sobre su nueva creación para La Veronal, que se representa hoy y mañana en el Palau de les Arts, y la película de Cassavetes, un cineasta con el que el coreógrafo valenciano también encuentra varias puntos en común. «Cassavetes hizo arte a través de sus miedos, sus sueños y sus deseos. Es algo muy común a todos los que creamos y resulta muy interesante mostrarle todo eso al público, enseñarle la tramoya de nuestro trabajo». 

¿Se siente más seguro con su trabajo conforme pasan los años?

Con los años aprendes a hacer mejor las cosas, pero la acumulación de experiencias también te provoca más miedo porque empiezas a dudar de quién eres y cómo haces las cosas. Es una ambivalencia muy interesante porque cuanto más aprendes más necesidad tienes de desamprender para poder reinventarte.

¿Ese sello inconfundible con el que los críticos se suelen referir a usted acaba siendo un lastre?

Todos los artistas tienen un sello y es lo que nos diferencia los unos a los otros. Pero tampoco quieres ser víctima de ti mismo, quieres que haya cosas que te hagan cambiar y que te acerquen a otros sitios. Yo acabo de hacer 40 años y sé lo que soy y lo que me gusta. A partir de ahora voy a poner en cuestión mis convicciones y ver cómo me puedo sorprender, encontrar a otros Marcos Moraus dentro de mí. Quiero ver cómo el mundo cambia y yo con él.

¿Tiene más miedo de decepcionar al público o a usted?

No es que el público te dé igual, pero al final estás más pendiente de agradarte a ti y estar satisfecho con lo que quieres. Al principio sí tenía muy en cuenta cómo era recibido mi trabajo, pero con los años y la experiencia vas confiando en tu voz y tu estilo. Lo primero que aprendes como artista es que no va a gustar a todos, y una vez superado eso, aceptas que el principal enemigo eres tú mismo y que tus aspiraciones te van traicionando.

¿Y los premios? ¿Ayudan o estorban?

Los premios no son finales de historia, sino que son gasolineras en medio de la autopista que es la vida, empujoncitos que recibimos por el camino. 

«Opening night» es una obra estéticamente bastante oscura. ¿El teatro tiene para usted más sombras que luces?

Me gusta mucho la oscuridad porque de la oscuridad de repente puede surgir cualquier cosa. Pese a que la pieza tiene momentos luminosos y esperanzadores, hemos apostado por el negro porque en el teatro, cuando el espectador no nos ve, hay una oscuridad que nos obliga a abrir luces, a buscar ideas.

¿Sus coreografías son fruto del fogonazo o de la bombillita constante?

Ser creador significa estar todo el día con la luz encendida, estar siempre en contacto con tu parte creativa, apuntando ideas o, en mi caso, haciendo fotos todo el rato. Creo que el arte es una bala que te atraviesa y por la que siempre estás sangrando ideas.

¿No echa de menos el aburrimiento, el no buscar todo el día la inspiración?

Hay veces que sí, que me gustaría ser una persona normal. Pero ya que soy víctima de esto que me atraviesa, intento aprovecharlo. Hay un personaje, que es mi mundo interior y la ficción que me acompaña siempre.

¿Es usted más entre bambalinas o fuera de ellas?

Entre bambalinas, indudablemente.

¿Qué supone para usted regresar a València?

Tengo una relación muy especial con València. Nací aquí y siempre que vuelvo y mis amigos y mi familia vienen a verme actuar es como regresar a casa, el lugar en el que todo empezó y donde hay una expectativa especial. Por un lado me da calma, pero por otro creo que es uno de los lugares donde más me impone actuar. Prefiero actuar en Berlín o París que en València.

¿Sigue siendo València una ciudad de la que hay que irse para triunfar en el mundo de la danza, como hizo usted?

El presente de ahora es muy diferente al de 2007 cuando me fui. Hay un festival como Dansa València que atiende mucho a los artistas, pero no sé qué tipo de ayudas reciben ahora los creadores que empiezan. Yo empecé directamente en Barcelona, donde había mucha competencia pero también más ayudas, más teatros, un público de danza estable… En València está todo mas polarizado: hay un público de ópera, hay un público de teatro y el de danza va fluctuando entre un sitio y otro. Creo que es un problema de raíz, de la posición del público ante el arte contemporáneo y en especial por la danza. Ves todos los bailarines que han salido de aquí y han triunfado fuera, empezando por Nacho Duato, y no sabes por qué ocurre.

¿Somos un público poco contemporáneo?

Los amigos que tengo en València son muy modernos y muy viajados. Pero hay muchas Valèncias dentro de València, gente que quiere que le sorprendan y otra que es reticente a enfrentarse a los desconocido. No sé si tiene que ver con la idiosincrasia de la ciudad, de la comodidad de vivir aquí, de la pereza por cambiar las cosas..

¿Se siente reconocido cuando viene aquí?

La gente de la danza sabe quién soy y dónde está la Veronal a nivel internacional. No hay duda que somos la compañía con más proyección internacional que hay hoy en España, no hay nadie que gire tanto como nosotros. Pero que eso suceda no significa que la gente sepa qué es la Veronal y quién es Marcos Morau. El mundo de la danza sigue siendo minoritario y endogámico y si le preguntas a gente fuera del sector no sabe quiénes somos aunque sí sepan quién es Mariscal u otros artistas valencianos que también han triunfado fuera.

MarcosMorau

MarcosMorau / Albert Pons

Suscríbete para seguir leyendo