"Esto es bacalao": Así de bien se lo pasaba València antes de la "ruta"
El promotor musical y manager Miguel Jiménez desvela en «Historia verdadera de la ruta del bacalao» los orígenes y protagonistas de un fenómeno que fue más allá de las discotecas

Simple Minds en su primer concierto en Pachá en 1984. / Miguel Jiménez.

En el principio era el Verbo o, en este caso, el sustantivo. «Bacalao se utilizaba como muletilla para definir algo que era excepcional. Llegabas a una fiesta y decías ‘¡vaya bacalao hay aquí!’. Te preguntaban ‘¿cómo estuvo la fiesta?’ y respondías: ‘¡Buagh, menudo bacalao, nano!’. ‘¿Qué tal anoche, ligaste?’, ‘¡Qué va tío, me comí un bacalao!».
Así lo recuerda el promotor musical y manager valenciano Miguel Jiménez Luján en la introducción del libro que ha escrito para contar «La historia verdadera
de la ruta del bacalao» (NPQ). Lo de «la ruta» así, tachado, porque una de las tesis que defiende el autor es que la «ruta» fue posterior al bacalao, más por suerte que por desgracia.

"Historia verdadera de la ruta del bacalao (extended mix)", publicado por NPQ. / L-EMV
Bautizo en València
Pero volvamos a ese sustantivo sobre el que se sostiene este libro y el fenómeno social y cultural que, años después de muerto, se ha convertido también en materia de estudio, argumento de ficción y motivo de nostalgia incluso para los que nunca estuvieron allí.
«Con la palabra bacalao -escribe Jiménez- se empezó a denominar en València la música que había nacido a finales de los años setenta y principios de los ochenta y que, internacionalmente, se conocía como new wave. ‘Bacalao’ se empezó a utilizar para definir un tipo de música a partir de mediados de 1983 y venía acompañada de otras disciplinas artísticas como la fotografía, la literatura, la pintura, las artes gráficas, videográficas, el diseño, la moda...».
Esa nueva ola llegó a todas las discotecas del mundo pero solo en València mereció un bautizo singular porque «aquí los DJ más atrevidos y aventajados solo pinchaban ese tipo de música toda la noche; sin cuartel para otras músicas y, además, canciones de calidad que daba gusto bailar y escuchar».

David Jiménez en 1983. / D.J.

David Jiménez en la actualidad. / L-EMV
Un DJ de Sagunt
Jiménez se ve legitimado para contar «la verdadera historia de la ruta del bacalao» porque él sí estuvo ahí. De hecho, defiende que el primer lugar en el que se uso la palabra bacalao para hablar de este tipo de música -y de lo que con ella se perpetraba- fue Zic Zac, la tienda de discos de importación (los solía traer desde Londres de las formas más insospechadas) que el autor abrió a principios de los 80 en València y que suministró en esa época a los DJ y discotecas valencianas el material con el que se realizan los sueños:
«Según unos, un DJ de Sagunt se refirió a una canción con esa expresión (bacalao) y, según otros, a fuerza de usarla los DJ más asiduos. La pregunta entre los DJ era «tú qué pinchas, negro o bacalao? ¿Yo? Solo pincho bacalao». Desde entonces, cuando los DJ iban a Zic Zac a comprar discos decían «¿Ha llegado bacalao?» o «sácame algo de bacalao». «Todo el mundo sabía a qué se referían con la palabra bacalao».
Se referían a canciones emblemáticas de The Smiths, The Cure, Simple Minds, U2, Aztec Camera, Prefab Sprout, Bauhaus, Trisomie 21, Fuzztones o la remezcla que, impulsada por Zic Zac, el DJ Juan Santamaría hizo del «Semilla negra» de Radio Futura. De allí nació una más que bonita amistad de Jiménez con Santiago Auserón.

Santiago Auserón y Miguel Jiménez. / M.J.

Las grada de Barraca en 1983. / D.J.
Una historia de amor
Más allá de un tratado sobre el nombre de la cosa, Historia verdadera de la ruta del bacalao es un libro de amor a los lugares y las gentes que durante unos años convirtieron València en un punto cardinal de la cultura popular en Europa. «Nuestra revolución cultural no eran los treinta kilómetros que separan València de les Palmeres, no solo era comer mescalinas y ponerse hasta el culo; es más: la gran mayoría que formaba esa ola ni las probó ni tampoco las necesitó para sentirse parte y, sin embargo, divertirse como el que más».
No obstante, Jiménez -quien aprovecha su historia para recordar y lamentar la ausencia de aquellos que se quedaron por el camino- habla sin tapujos de las drogas, para mal (les achaca gran parte de la «decadencia») como para bien, sobre todo cuando se refiere a la mescalina, ese producto que nada tenía que ver con el hongo del mezcal y sí con un laboratorio clandestino de l’Alcudia de Carlet.
«La fama de buena música, acompañada de la sustancia que te hacía pasar unos ratos buenísimos, se extendió por todo el país, incluso fuera de nuestras fronteras -escribe-. Al batería y al manager de New Order los ‘esponsoricé’ con un par de mescas para que tocaran con una camiseta de Zic Zac en Pachá y se las comieron todos antes del concierto. Se las di, ante la curiosidad e insistencia, mientras les servía de traductor en una entrevista en Los 40».

Depeche Mode en Pachá Auditorium. / D.J.
Más de 560 personajes
En las 300 páginas del libro, el autor habla de arte y artistas (músicos, escritores, diseñadores, actores, modistos, fotógrafos…) pero también de camareros, porteros, relaciones públicas, dependientes, empresarios, periodistas, locutores o gente que, simplemente, pasó por allí y dejó algún tipo de huella. La memoria de Jiménez es prodigiosa: «En total, cuando acabé el libro conté que había nombrado a 567 personas, incluyendo todos los nombres propios, por ejemplo Ron Wood, Jim Kerr… Yo diría que ‘nuestros’ hay alrededor de 500», señala.
«Nuestros» son los valencianos (o adyacentes) que cada fin de semana se encontraban en lugares como Barraca, Chocolate Cream, Dreams Village, Distrito 10, Espiral, Metrópolis, Street Lokal, Pachá Auditorium; en decenas de pubs de Pelayo, Cánovas o Juan Llorens y en cientos de bares de carretera, chiringuitos o salones recreativos repartidos por el litoral y el interior valenciano.
Para contar su historia del «bacalao» Jiménez va de los orígenes -antes incluso de lugares como Caballo, Camello, Tigres, los locales de la calle Pelayo o el restaurante Genaro en Las Arenas (que él montó y que tenía su propia cabina de DJ)- hasta el estallido de la «ruta» a finales de los 80.

Puerta de Zic Zac / D.J.

David El Niño y Marcos en Zic Zac / D.J.
La decadencia
Fue cuando llegó Spook, NOD, Puzzle, Heaven o Chocolate sin el «Cream» original y con ellas otros tipos de música (e incluso de drogas) y, por primera vez, el concepto de «ruta». Hasta entonces, señala Jiménez, «no había ninguna ruta. Ni siquiera para ir a Barraca y Chocolate Cream, pues el público de una y otra no tenían nada que ver. Nadie había oído todavía la oración gramatical ‘la ruta del bacalao’ estando ya en 1985».
Sobre el fin de este «movimiento vanguardista», Jiménez es claro: «se equivocaron quienes pretendían atraer manadas y borreguismo, como acuden los ñus al delta del Okavango a abrevar, versión parking fin de semana». «No, no era eso», concluye Jiménez, a pesar de que lo lograron, incluso algunos ganaron mucho dinero, «pero ahí ya no había ningún atractivo; solo chapas que mascar».

Mj Bayarri y Sol Rough Ttade / D.J.
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